Santuario Guadalupano de Zamora en Michoacán.
Fotografía de Ricardo Galván Santana y Francisco Magdaleno Cervantes.

viernes, 25 de marzo de 2011

Personajes de Ario de Rayón, Michoacán - Don Alfredo Peña Ramos - Amparo Solís Barragán (Tercera parte)






Personajes de mi pueblo
Por Amparo Solís Barragán





Don Alfredo Peña Ramos
Exprisionero de guerra, practicante de las Bellas Artes,
deportista y al servicio de la Iglesia



Matrimonio, deportes, peripecias...
 
El 14 de mayo de 1952 contrajo matrimonio con Mercedes Gómez Verduzco, con quien tiene a su única hija, nacida en Indiana, la licenciada en Turismo Teresa Peña Gómez, encargada de la biblioteca “Salvador Sotelo” de este lugar.

La refinería de petróleo donde trabajaba empezó a rebajar trabajadores, y en 1958 “nos venimos con mi esposa y mi hija a Ario, donde puse una tiendita”.

Para distraerse un poco de la tienda, “pues a mi esposa sí le gustaba, y tenía experiencia porque su papá tenía la tienda más grande del pueblo en ese entonces, pero a mí la mera verdad no me gustaba”, formó un club deportivo. “Cuando estuve en Estados Unidos pertenecí a un grupo de apoyo de matrimonios que se llamaba Santo Nombre, yo vine aquí, me mandaron uniformes de basquet, balones, guantes de box, juegos de mesa; luego la iglesia me mandó 100 dólares con los que mandé hacer una mesa de ping pong.

Me prestaron un lugar junto a la tenencia, hice un club y pues yo con los beisbolistas hice el equipo de ‘Los Cardenales’ representados por mí y ‘Santa Mónica’, manejado por Rodolfo Bueno. Naturalmente que yo lo hice más bien por servicio, porque jugué poco y pegaba bien, pero necesitaba pegar un jonrón para poder llegar a segunda base, por mi pie renco”, y suelta tremenda risotada.

Al ver que el negocio de la tienda iba para abajo, decidió irse a Guadalajara, a probar suerte allá, pero la situación fue tan difícil que aprovechando la fama y la moda de San Martín de Porres, lo pintó “y lo tostonée para el pipiringuis” (comer) porque no hallaba trabajo.

“Pero afortunadamente vi un anuncio donde solicitaban una persona bilingüe y fui al domicilio. Cuando lo vi ya me andaba rajando porque vi unos cilindros, máquinas de soldadura, mucha herramienta, era una empresa de soldadura. Yo gozaba de correr a los vendedores y ¿cómo iba a andar vendiendo ahora? La empresa se llamaba Electrodos Monterrey, una compañía internacional que tenía su matriz en Chicago. Hablé con el gerente y como él no hablaba casi nada de español pues le hablé todo en inglés y nos entendimos muy bien y empecé mi carrera de vendedor”.

Después puso su propia empresa en la que su hija le ayudaba, para distraerse de las secuelas de la guerra, que todavía tiene, aprovechaba los fines de semana para venir a Ario.

Su colaboración con la Iglesia

En los años 70, la parroquia de Santa Mónica, en Ario, estaba en reconstrucción y el encargado era el P. Mario Amezcua, con quien hizo muy buena amistad.

“Supo que yo había estudiado arte y me pidió le ayudara con los dibujos para los dos murales que él diseñó. Me dijo: quiero unos campesinos y la imagen de Santa Mónica. También me pidió que lo ayudara a buscar chatarra para las puertas del templo y como yo tenía una clienta en Guadalajara que vendían todo eso, lo acompañé a buscar los materiales: latón, hojas de cobre martillado, engranes y todo eso que se ocupó para elaborar las dos puertas: en una se representó a Jerusalén y en otra una como nave, imágenes tomadas de la Biblia”, puertas que fabricaron los señores Jesús Ríos y Enrique Cervantes, de El Llano.

En 1981 regresó definitivamente a Ario, con su familia. Vive con su esposa Mercedes, su hija Tere y sus nietas Marcela, Celeste y Teresa Gutiérrez Peña.

Uno de sus pasatiempos favoritos es ver el beisbol por televisión.

Con enfermedades pero también con entusiasmo, musicaliza varios de los coros en las misas en esta parroquia, principalmente con el coro “Santa Mónica” que está por cumplir 25 años.
Gracias a que conoció a un gringo que trabajaba en una empacadora de aquí, de Zamora, quien era también exprisionero de guerra, pudo pertenecer a la organización de los veteranos de guerra y fue cuando pasó a ser miembro vitalicio de los exprisioneros para obtener una ayuda económica


(En la segunda fotografía: don Alfredo con beisbolistas de Ario).

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