Santuario Guadalupano de Zamora en Michoacán.
Fotografía de Ricardo Galván Santana y Francisco Magdaleno Cervantes.

martes, 31 de mayo de 2011

Corteza - Fotografía de Sergio Alfaro Romero


"Corteza," quizás un homenaje botánico a la dignidad de la vejez, Sergio. Un libro abierto para leer en cada trazo del tiempo, una historia qué contar, un pasaje de vida qué soltar al viento o probablemente ese aferrarse a lo que se ha logrado en toda una vida hasta en el último momento.

Gracias por compartirnos esta imagen tan evocativa.

Portal Morelos en la Plaza Principal de Zamora, Michoacán


El portal Morelos en su esquina con la calle Morelos en la Plaza de Armas de Zamora. Sobre sus tejados, se yergue la esbelta torre del templo de San Francisco. Sobre la plaza, una pequeña fuente y uno de los múltiples modelos de bancas con que ha sido dotada la plaza a lo largo de su historia.

Historia del Santuario de Nuestra Señora de la Asunción en Tingüindín I - Texto de don Ramón Pardo Pulido - Fotografía de Luis Francisco Duarte Medina


Escribió don Ramón Pardo Pulido en su libro
"La Historia de Tzinguichuri (Tin güin dín) (Tirindini)":

Don Ramón Sánchez, en su “Bosquejo Estadístico e Histórico de Jiquilpan”, impreso en el año de 1896, escribe lo siguiente:

“Cerca del año de 1800 (fue en el año de 1799), un incendio, destruyó el templo y casa habitación del párroco de Tingüindín, pereciendo entre las llamas, por querer sofocar el fuego, el Teniente de Justicia, don Julián N. (alias “el chato”).”

“El archivo eclesiástico se quemó totalmente”.

“Por muchos años y solamente con lijeras [sic] reparaciones, para borrar las huellas del incendio, se siguió utilizando para el culto el mismo templo”.

Del día 20 de enero de 1872, hasta el 24 de junio de 1902, fue Cura Párroco de Tingüindín, el Sr. Pbro. Don Agustín Cacho, de tan grata memoria para nuestro pueblo.

El acometió de lleno, no precisamente la reparación del templo, sino propiamente la nueva construcción del actual, pues solamente utilizó del que se había incendiado, el lugar en que había estado edificado.

Personalmente hizo el trazo del nuevo, con muy buenas medidas y desde luego con mayor extensión que el templo anterior.

Trabajó incansablemente en esa obra, hasta el año 1902, en que ya muy anciano dejó las atenciones del curato, sin haberlo visto terminado, pero sí habiéndole concedido Dios, la gloria, de haber asistido a su bendición, y dedicación al culto, como su patrona, de la Santísima Virgen de la Asunción.

Nota del Editor: el texto fue obtenido del libro citado, páginas 105 y 106. La edición data de  1957 y fue impresa en los talleres de Impresiones Precisas Alfer, en México, D.F.

Poesía de José Enrique Ramírez Aguilar - "Ojo Lunar" (Fragmento) - Encuentro Internacional de Poetas en Zamora


 “Ojo lunar”
(fragmento)

Luna velada
luna nimia
luna delgada.

Luna que se viene
sobre el Faetón solar,
melancolizada
por la gravedad
hidrargírica-argentada
inconmensurablemente
como una Selene
impoluta, arpada,
con máculas
en su mitad arcana,
ignota, adumbrada;
pero lucífera
en mi noche estelífera.

Luna conjugada
termoíntima,
intramelancólica.

Lunel de lunaciones
denso tremedal sublime
de tu desesperación lunaria,
de tu luna perlada
de cinabrio lacrimal.

Luna que luna sin luna;
pero es luna,
luna pura que aluniza,
que se bruñe con la suave binza
de tu cipariso solar,
bajo la órbita
del armazón; roja hada

Alumnas del Colegio Vasco de Quiroga, de Zamora, parten Rosca de Reyes en 1983 - Aportación de Rosa Enríquez


Rosa Enríquez, lectora de este blog, es exalumna del Colegio Vasco de Quiroga de Zamora. Con ella hemos platicado la posibilidad, y necesidad, de rescatar la memoria de esta institución educativa fundada y dirigida por la "Señorita Fina", que dejó tantas huellas positivas en generaciones enteras que pasaron por sus alulas.
Por lo pronto, Rosa me ha hecho llegar, para compartirla, esta joya de recorte de periódico que guarda entre sus recuerdos. Ella misma comenta en su correo que este acontecimiento data del año 1983.

lunes, 30 de mayo de 2011

Antiguo comerciante de aguacates en la plaza de Zamora, Michoacán


Este sonriente anciano vendía aguacates en la Plaza de Zamora, en un mercado tipo "tianguis", casi frente a Catedral. Si se observa con detenimiento, apreciará las ollas de barro que se expendían en el puesto de al lado.

Monumento de los Niños Héroes en la Plaza de Armas de Zamora, Michoacán - Fotografía de Carlos Magaña


En primer plano, el monumento a los Niños Héroes, representados por cilindros. Detrás, el kiosco central de la plaza, y al fondo a la izquierda, la fachada del edificio de la Presidencia Municipal. Todo, en el marco de una arboleda que luce sus tonalidades de verde en todo su esplendor. Una vista en la que Carlos nos ubica bastante bien.

Catedral de Zamora, Michoacán - Fotografía de Juan Carlos Zamudio


Un rincón privilegiado de la Plaza de Armas o Plaza Principal de Zamora. Al fondo, la Catedral de la Diócesis de Zamora, elevándose, atada de sus torres, hacia el cielo. A la izquierda, el antiguo portal "de los chinos", luego conocido como portal "de Tacho", debido al sobrenombre de un comerciante que remodeló el edificio detrás de los arcos. Lo demás, la típica forestación de la plaza y el globero que nunca falta. Todo, desde la extraordinaria perspectiva de Juan Carlos, que en esta ocasión decidió ofrecernos esta vista aérea.


La fotografía forma parte del acervo de imágenes de Impresiones Láser del Valle de Zamora, empresa con una gran trayectoria produciendo material de promoción turísitca para todo el estado de Michoacán.

domingo, 29 de mayo de 2011

Artesanía de Ocumicho, Michoacán - Mujer haciendo tortillas - Fotografía de Juan Carlos Zamudio


Las escenas más cotidianas, como esta mujer torteando o "echando las gordas", son recreadas por los artesanos de Ocumicho con un singular colorido que Juan Carlos logra captar a la perfección en esta postal en que, además, se ha colado un diablito cantor.

La fotografía forma parte del acervo de imágenes de Impresiones Láser del Valle de Zamora, empresa con una gran trayectoria produciendo material de promoción turísitca para todo el estado de Michoacán.

Templo parroquial de Santiago Apóstol en Sahuayo, Michoacán - Fotografía de Sergio Alfaro Romero


Señoreando el centro histórico de Sahuayo, la cúpula y torres del templo del "Patrono Santiago", como lo nombran los sahuayenses. En esta magnífica perspectiva, Sergio lo captó desde la plaza principal de la ciudad.

Allende esquina con Guerrero en Zamora, Michoacán


Aunque la fotografía más bien parece un dibujo al carbón, en esta imagen se pueden apreciar los edificios de doble altura que por la calle de Allende, hacia el norte en la toma, llegaban hasta la esquina de la calle Guerrero.

Estos edificios, que ya fueron sustituidos por fincas "modernas" de muy poco valor arquitectónico, albergaron las Casas Consistoriales, lo equivalente a lo que ahora es el edificio del Ayuntamiento, "Palacio" o Presidencia Municipal.

En primer plano, en la esquina inferior izquierda de la fotografía, se pueden apreciar los arcos neogóticos que por mucho tiempo fueron la entrada a la cárcel de mujeres y ahora, restaurados hasta donde su reconstrucción lo permitió, son un acceso lateral a las actuales oficinas del gobierno municipal.

A la derecha de la imagen, la Catedral de Zamora, señoreando el paisaje urbano, y una finca, en primer plano, que todavía muestra el alerón de teja que se corría desde los tejados hacia las banquetas y protegía a los transeuntes de sol y lluvia. Estos elementos también fueron eliminados cuando un Cabildo decidió que eran "rancheros" y, sin ellos, pretendieron dotar a las fachadas de las casonas de la ciudad de una vista "moderna".

María Luisa - Novela por entregas VI - Jaime Alonso Ramos Valencia

 Lunes 6 de diciembre de 1918, a las 16:25 hrs.

Mientras la carreta seguía rodando por el camino, el
grupo de aspirantes a la vida religiosa, para amortizar
el tiempo del recorrido, empezaron a cantar. María Luisa
no lo hizo y por lo mismo la compañera de al lado la
tocó con el codo y le dijo:

—Despierta, pareces “ida”…

María Luisa volteó a verla; y ahora no cantó con
ellas, pero sí sonrió a su compañera.

Resonó la voz en mi interior; estoy “ida”, ida en
mis pensamientos porque, como si hubiese sido ayer,
ahí en mi mente está vívida la imagen de doña Aurora
que de pronto, al fijarse en mí, le dice a mi mamá:

—¿Tú eres la viuda de José?
—Sí. María Fernández, para servirle. José fue mi compañero.
—Tú y tu hija se van a venir a vivir conmigo al pueblo.
Van a estar bien. Junta tus cosas, no lleves ni trastos ni
cobijas, solo tu ropa y la de tu hija y los recuerdos personales.
Las voy a proteger porque mi marido me habló siempre
de lo noble y leal que fue tu José. Se van conmigo, date
prisa.


Mi madre mezcló su tristeza con una sonrisa de
agradecimiento, y sin preguntar nada, sólo asintió con
su cabeza y tomándome de la mano fuimos a reunir
nuestra ropa y demás pertenencias, ayudadas por una
vecina a quien le regaló la ropa de cama, las cazuelas,
las ollas, y le encargó le guardara unos cuantos muebles
que algún día, pensó, volvería por ellos. Nunca más
volvimos a La Estancia de Arriba.

Había que darse prisa hasta para despedirse de
toda aquellas personas, vecinos con quienes convivimos
en las buenas y nos acompañaron en las malas. Nos indicaron
subir al segundo coche (luego supe que a esos
vehículos les decían diligencias).

Estaba atardeciendo cuando llegamos a Cotija; de hecho
el sol no terminaba de ocultarse y las sombras lentamente
cobijaban en gris las calles del poblado. Todo para mí
era nuevo: su templo, la casa parroquial, la plaza jardinada,
los edificios que la rodeaban, y ahí, sólo al voltear la calle
principal, a media cuadra, estaba la casa de la patrona.

El coche donde iba ella y sus hijos entró por el portón
principal; el segundo carruaje, con mi madre y yo como
únicas pasajeras, siguió hasta dar vuelta a la manzana
y entrar por la puerta de los corrales.

Cuando descendimos y tomamos nuestras cosas,
las sombras grises nos dieron la bienvenida en aquel
gran espacio empedrado; con sus caballerizas y tejaba-
nes de resguardo para coches y carretas; y temerosas
caminamos, guiadas por un mozo, a un segundo patio
que nos recibió con los aromas de azahar de un naranjo
y un limonero cuyos troncos se alzaban sobre el embaldosado.

Estaba rodeado de varios cuartos: el almacén
con costales de arroz, maíz, frijol, etcétera. La despensa
con anaqueles llenos de frascos de conservas y botes
con azúcar, piloncillo, cacao, canela, harina de trigo,
etcétera. Y, apilados sobre mesas o colgados de techo y
paredes, las diferentes vasijas para cocinar. La cocina,
por cierto, se alineaba con el almacén y la despensa.
Frente a estos cuartos, patio de por medio, estaban las
habitaciones del servicio y el escusado de pozo.

Después del viaje a mí me apuraban las ganas y
se lo dije a mi mamá. Cuando entramos a aquel cuarto
y vi una cajón alargado con cuatro agujeros y con
la altura de una banca, me angustié; pero mi mamá,
levantándose la enagua y bajándose el calzón, se sentó
en uno de los agujeros, y me señaló otro a su lado para
que yo lo ocupara. Y ahí lo hice por primera vez de una
manera civilizada; yo, que siempre tuve la libertad del
campo con el viento barriendo los malos olores, soportaba
ahora esta nueva experiencia en medio de una atmósfera
pesada y nauseabunda.

Después de eso nos llamaron para decirnos en
qué cuarto de la servidumbre íbamos a instalarnos; nos
asignaron a uno que compartiríamos con doña Lupe,
una viejita calladita que había sido la cocinera principal
y que ahora, por sus reumas, un día salía y otro no.

Fuimos a la cocina donde nos presentaron con las
demás personas del servicio de la casa, quienes nos recibieron
muy afectuosamente y se expresaban con mucho
cariño de mi papá José, a quien conocieron muy
bien.

—Los patrones querían mucho a tu papá –me dijeron–,
cuando llegaba de viaje siempre lo sentaron en su mesa. 

Los demás empleados, así fueran mayordomos o encargados
de rancho comían con nosotras, aquí en la cocina. Sin
embargo, el señor José muy amable y atento nos saludaba
y agradecía los alimentos, y ¡volaba a La Estancia para reunirse
con ustedes! Por tarde que fuera nunca se quedaba
a dormir aquí.


Cenamos con ellos y con ellos compartimos la nostalgia
del los ausentes: el patrón Felipe y su siempre fiel
acompañante José. La plática se alargó y tuvo la magia
de hacernos sentir unidos, protegidos por estas personas
buenas y solidarias. Teníamos recado de la señora
para que nos presentáramos con ella hasta la mañana
siguiente…

Nos retiramos a descansar. En mi corazón llevaba
la cordialidad de estas gentes con quienes ahora conviviríamos;
sin embargo esa primera noche fue llena de
angustia. Me oprimía dormir entre cuatro paredes. Extrañaba
los ruidos de las aves nocturnas, de los roedores
del campo; todo aquí estaba en silencio y tanto
silencio me inquietaba.

Compartía con mi mamá una cama ancha, de madera fina,
con su cabecera labrada; debió de haber estado en alguna
de las habitaciones de los señores, y ahora la disfrutamos
en los cuartos de servicio. Igual que la otra cama que amueblaba
la habitación y ocupaba doña Lupe; que era un poco más
angosta y de metal; y todavía brillaba el tubo de latón
con que estaba construida. La viejita dormía ya en ella.
A la luz de las velas de sebo, su rostro surcado por los
años, los pómulos salientes, sus mejillas hundidas, reflejaba
de todas formas serenidad; tenía una respiración
imperceptible, tanto que, a ratos, creí que estaba
muerta.

También esto me angustiaba, hasta que por el
cansancio del viaje y las emociones de aquel largo día,
quedé agotada y bien dormida. Pasada la media noche
un tremendo ronquido irrumpió mi sueño: la viejita, la
silenciosa, la callada, de pronto se estremecía roncando
y lo hacía con una fuerza inaudita en alguien tan débil
y frágil como ella. Pero unos momentos después se acomodó
dándose la vuelta en la cama y… volvió a oprimirme
el silencio.

Me gustaba el olor de la ropa de cama:
sábanas, cobijas, almohadas olían a limpio, a jabón;
ciertamente me había acostumbrado a que mi ropa y la
de mi cama permanentemente tuvieran un olor a humo:
casi cocinábamos y dormíamos en la misma habitación
donde los leños humeantes saturaban el ambiente.

Igual que en el rancho, los gallos al amanecer me
despertaron, y se empezaron a oír también las diferentes
voces de los trabajadores; nos vestimos y salí con
mi madre al patio y luego al corral donde, en una gran
pila cincelada en piedra volcánica, rebozante de agua
serenada, todos se aseaban; los hombres con el torso
desnudo que sumergían de la cintura para arriba, inclinándose
sobre el bordo, y las mujeres que con jícaras
refrescaban su rostro y lavaban también sus brazos y
algunas sus pies.

Mi mamá cuidó que yo me aseara
bien y luego peinó con mi pelo una trenza; me hizo limpiar
mis zapatos y vestida con mi mejor ropa fuimos al
primer patio de la casa a buscar a la señora Aurora.

Nunca imaginé una casa así, tan grande, tan bonita.
El patio estaba rodeado en sus cuatro lados por
amplios corredores y en ellos muchas plantas en macetas;
parecía un jardín, y luego , abierto al pasillo de la
entrada principal, el despacho del patrón con su gran
escritorio y sus estantes llenos de libros; la sala lujosamente
amueblada y hasta con un piano; varias recámaras,
la principal, las de los hijos y las de las visitas; un
comedor con una mesa muy grande y otro más chico
que era el que usaban a diario y conectaba con la cocina
que formaba parte del segundo patio.

Nos encontró la señora que en ese momento se
disponía a salir a misa. Le acompañaba una de sus hijas,
una niña de mi edad.
Sin saludar pero sí con cierto afecto y admiración,
lo primero que nos dijo fue:

—Venía a recomendarles que se asearan, pero ya veo
que lo hicieron; les voy a enseñar dónde se pueden ustedes
bañar.


Y adelantándose con su hija, que me veía con
curiosidad, volvimos al segundo patio donde abrió la
puerta de un cuartito. En él había un depósito para
agua, unas cubetas y una tina grande, todo de lámina
zincada; había también un fogón y a su lado, bien acomodada,
una trincha de leña.

—Aquí, dijo señalando el fogón, pueden calentar un
poco de agua y templarla con la demás, para, a jicarazos
sobre la tina, bañarse. Acostúmbrense a hacerlo cuando
menos dos veces por semana.


Desde que yo recuerdo, siempre mi madre me había
acostumbrado al baño. En la Estancia de Arriba
siempre lo hicimos al aire libre, en un arroyuelo que
pasaba a unos metros de la casa grande y donde todas
las mujeres del rancho lavaban su ropa.

En tiempo de lluvias el agua se achocolataba de tanta tierra topurosa
que arrastraba; era entonces que subíamos una loma
para llegar a una barranca donde en uno de sus costados
nacía un manantial, de aguas siempre cristalinas,
en un chorro que al caer de una altura de sólo tres o
cuatro metros había cavado un foso, que era nuestro
estanque. Ahí era donde los niños del rancho y hasta
las personas mayores disfrutábamos, gozosos, el bañarnos
en el chorro y en nuestro estanque.

—Veo que usas calcetines y que aseaste tus zapatos,
dijo la patrona mirando a mis pies.


Yo asentí con la cabeza pensando que mi madre,
siempre silenciosa, le podía haber informado que nunca,
en el rancho, me permitió andar descalza, que todas
las mañanas lavaba, igual que ella, mis pies, y que
siempre me obligó a usar también calcetines; zapatos y
calcetines para mí, zapatos y medias de popotillo para
mi mamá; eran los regalos de mi papá al regresar de
sus viajes.

—Tú, María Luisa, le dijo a mi mamá, te vas a hacer
cargo de lavar y planchar la ropa, tanto manteles y servilletas
como ropa de cama, y sobretodo la ropa de vestir.


Diciendo esto salió del baño de la servidumbre
rumbo al corral o tercer patio. Ahí, en una de sus esquinas,
había un tejaban que resguardaban los lavaderos
con sus piletas llenas de agua. Adosado al ángulo que
formaban dos muros se había construido un fogón, y
sobre él, un caso de cobre; también estaba abastecido
de trozos de leña para hacer una buena lumbre.

—Entre tus obligaciones, le siguió diciendo la patrona
a mi mamá, es que cada que se necesite prepares el jabón
amarillo. Es fácil, aquí mismo están los ingredientes, y la
fórmula, y el procedimiento es muy sencillo. Mira, en ese
caso de cobre pones a calentar el agua, en él echa la cal y
la sosa en las cantidades indicadas y deja que hierva batiendo
bien la mezcla; después que se enfríe y se asiente
podrás decantar la lejía. En este otro recipiente derrites el
sebo, la resina y el aceite de palma, y ya bien caliente

agregas la lejía, mezclas los dos líquidos integrando la masa
resultante, la que se pone en moldes a enfriar y luego se
corta en panes; ese es el jabón amarillo.


Mi mamá siempre callada, tuvo como un gesto de
“no lo voy a poder hacer”, que la señora percibió.

—No te apures, le dijo señalando una alacena adosada
al muro; mira, tienes muchos panes y cuando lo necesites,
habrá alguien que te enseñe a hacerlo.


Mi mamá no solo respiró aliviada sino empezó,
igual que yo, a sentir el respaldo de alguien en quien
podíamos confiar.

Fue después de esto que la niña, su hija, quien
siempre se mantuvo silenciosa a su lado, dicen que por
la ausencia de su padre se volvió taciturna, dejó oír su
voz tímidamente.

—¿Ya puedo jugar con la niña?
—¡Sí, mi hija! Ella va a ser tu compañera no sólo de
juegos sino de escuela; mañana la vamos a llevar con tu
maestra para que le enseñe a leer y escribir.


La voz autoritaria de la patrona se hacia sentir,
disponiendo de mi vida y de mi educación; mi mamá,
viendo lo feliz que me hizo aquella proposición, no tuvo
réplica alguna, mucho menos cuando me oyó exclamar.

—¡Leer, escribir, hacer cuentas! Yo, ¡ya sé! Mi mamá me
enseñó. Mi papá me traía libros, cuadernos y lápices, y una
pizarra también.


La señora quedó más sorprendida de que mi mamá
supiera leer y escribir y de que me hubiera enseñado, y,
viéndola gratamente, le dijo:

—Eres la única persona en el servicio de esta casa que
sabe leer y escribir. A Lupita, la viejita que comparte tu
habitación le va a dar mucho gusto. Unos nietos que tiene
en los Estados Unidos le escriben de cuando en cuando.
Yo leo las cartas para ella, pero me pide que lo repita una y
otra vez. Ahora tú me vas a ayudar a leérselas. Y tú, Maria
Luisa, me dice, así que tienes muy aventajada la escuela;
espero que puedas estar en el mismo grupo que mi hija
Asunción. ¡Ve con ella, ahora que van a ser compañeritas
empiecen a jugar juntas!


Yo estaba muy chica para comprender que de
pronto alguien estaba arreglando mi vida. Mi papá había
muerto y mi mamá, que daría su vida por defenderme,
sacrificaba ahora sus sentimientos y autoridad
materna ante la oportunidad que se me estaba presentando;
sobretodo porque, cuando me habían nombrado
compañerita de Asunción, ésta cambió su tristeza por
una sonrisa que le volvió la alegría al alma. Estoy segura
que mi madre pensó: “les va a servir a las dos”.

Cinco fueron los hijos del patrón: Felipe, entonces
de veintidós años y que con la muerte de su padre in-
terrumpió su carrera de Leyes para administrar la Estancia
de Arriba; Aurora, casada con un abogado y prominente
político, señora joven que a sus veintiún años
tenía ya dos hijas; Martín, que antes de dejar la adolescencia
abandonó la escuela, no le gustaba estudiar,
pero traía en la sangre la habilidad del comerciante,
ahora administra el negocio de compra-venta que tan
exitosamente llevaba su padre; Esteban era el cuarto
hijo que sólo tenía once años; y, por último, Asunción,
de casi diez años, unos meses mayor que yo, quien al
ponerse a mi lado y tomarme de la mano para irnos a
jugar, hizo exclamar a su mamá:

—¡Están del mismo tamaño y talla! Vamos de una vez
por alguna ropa nueva y seminueva, toda le va a servir
para la escuela.

sábado, 28 de mayo de 2011

Santa Iglesia Catedral de Zamora - Video de Rubén Mejía García


Un estudio en video de la Catedral de Zamora, describiendo sus características arquitectónicas y detallando en sus elementos ornamentales y más relevantes de arte sacro: pintura, imágenes de bulto, etc. Un gran trabajo de cámara y edición con el peculiar talento de Rubén.

Imagen de la Virgen de Guadalupe sobre la corteza de un sabino en el Lago de Camécuaro - Fotografía de DyD Fotografía y Video


Las expresiones de la fe se dan en estos pequeños grandes detalles que Dulce María y David (DyD Fotografía y Video) captan con la misma simplicidad y grandeza en esta postal, obtenida, muy probablemente, en alguno de los centenarios sabinos del Lago de Camécuaro.

Púlpito en el templo parroquial de la Asunción, en Tangancícuaro - Fotografía de Carlos Pizarro Nieto


Con los cambios litúrgicos para la celebración de la misa católica, los púlpitos quedaron prácticamente en desuso y desaparecieron de buena parte de nuestros templos. Llama la atención que en la parroquia de La Asunción, en Tangancícuaro, todavía se conserve, y en tan buenas condiciones, este púlpito.

Se antoja retroceder en el templo y escuchar, pronunciado desde allí, un buen sermón, como lo hacían los fervorosos curas de antaño, sobre todo en las celebraciones más solemnes. Gracias, Carlos, por compartirnos esta pieza que ya es de museo sacro.

viernes, 27 de mayo de 2011

Gracias por compartir conmigo este material.

Estadísticas desde enero de 2011: más de 7,900 visitas, desde mil 100 ciudades en 47 países, interesados en compartir buenas noticias michoacanas y de esta Región Zamora, tan colmada de bendiciones, en que nos ha tocado vivir. Gracias a todos por su visita.

Poesía de Jaime Miguel García Balandrán - Menta

Menta

El Mente es un
invento del hombre,
el peor, el
que se le fue de
las manos.

-Es pequeño.
Decían, inofensivo.
Pero de pronto…
PENSÓ.

El apocalipsis calmó.
Nadie corre porque no
hay a dónde huir, ni
siquiera en los sueños.

El Mente está maldito.
Convenios diabólicos
seguro firmó con inteligencia
en los círculos del infierno.

Ni Dios a veces puede
contra Él; porque pocas
veces piensa en Él.

Balas recias penetran los
cráneos en vano intento por
la victoria, porque el
Mente existe,
y no existe.

Centro Regional de las Artes de Zamora y torres del Santuario Guadalupano - Fotografía de Sergio Alfaro Romero


El Centro Regional de las Artes de Michoacán, en primer plano, sede del XV Encuentro Internacional de Poetas. La postal, formidable como siempre, la comparte Sergio desde su muy peculiar perspectiva.

Novenario de preparación para la fiesta de Santa Mónica en Ario de Rayón, Michoacán - Amparo Solís Barragán

(Nota de editor: antes de que termine este mes de mayo, extraemos una colaboración de Amparo, que se nos estaba quedando en el tintero, en que relata cómo fue este año el Novenario de Preparación para las fiestas de Santa Mónica, Patrona de Ario de Rayón).

Del 25 de abril al 3 de mayo se llevó a cabo un novenario para la preparación de la Fiesta de Santa Mónica, patrona de Ario de Rayón, Michoacán, en el que participaron varias familias.












María del Carmen Reyes

Familia Ávarez Ortiz














Familia de Noel Amézcua


 








 Familia Hilario

Anteriormente se realizaba sólo un triduo de preparación, del 1 al 3, y el 4 era la fiesta grande, pero desde el año pasado se empezó a hacer un novenario y ha tenido bastante respuesta de las familias, ya que quien quiera tener la imagen Vicaria de Santa Mónica en su casa, la pide, y de ahí sale con banda, cohetes o como pueda, a llevarla a la parroquia en donde participa de la misa a las 7:30 de la tarde.












 Familia Solís Ochoa















Este año quienes participaron en el novenario fueron:
El 25 de abril, la familia Hilario Béjar; el 26, María del Carmen Reyes Gabriel; el 27, familia Álvarez Ortiz; el 28, Noel Amezcua; el 29, familia Solís Ochoa, y el 30 la familia Cervantes Espinoza.




























El 1º de mayo tocó la organización a las colonias Francisco Sarabia y La Calera, el 2, a la Sixto Verduzco y a la comunidad de Villafuerte, y el día 3 a la colonia Ejidal y a los barrios del centro.














María del Carmen Reyes














El día 4 es EL GRAN DÍA, en el que, además de las mañanitas a Santa Mónica, que inician con el repique de campanas a las 5 de la mañana, se celebran varias misas y por la tarde una concelebración encabezada por el Señor Obispo. Luego se quema un castillo, cohetes y fuegos pirotécnicos, acompañados con música.













Poesía de Laura Ávalos - Pre Textos - Encuentro Internacional de Poetas en Zamora


Pre Textos

El día de hoy todo nos estorba
el silencio, la ropa, los prejuicios,
los adjetivos inútiles, las culpas
i n t e r m i n a b l e s
Convirtámonos en verbo,
en pretérito imperfecto
sin principio ni final.
Que los infinitivos nos invadan:
oler, cantar, reír, tocar, lamer, engañar, coger, besar…
qué más da.

La noche sigue siendo noche
a pesar de tus lamentos
¿No te das cuenta que existimos?
¿Qué más quieres de la vida?
Esa arrabalera que se divierte
con tu inocencia y mis desencantos.

Déjame cobijarte
con mis dudas y mis sueños
Déjame descansar
sobre tu lujuria y tus caprichos.

Al fin y al cabo, amor,
nacimos para ir muriendo
para irnos viviendo, para hacer
de lo nuestro un gerundio
hemos nacido amor,
de nada vale negarnos.

Laura Ávalos, poeta zamorana, participó en el XIV Encuentro Internacional de Poetas realizado en Zamora, por inciativa de Roberto Reséndiz Carmona, en 2010.

Monumento al Tlahualil en Sahuayo, Michoacán - Fotografía de Carlos Magaña


Más que un danzante, el Tlahualil es todo un personaje en Sahuayo. Depositario de una tradición que es fuente de identidad y orgullo.

Portal Hidalgo en Jiquilpan, Michoacán - Fotografía de Carlos Magaña


En el centro histórico de Jiquilpan, el Portal Hidalgo invita a caminarlo o a bien estar en los equipales que se aprecian al fondo. Al menos a eso invita esta postal de Carlos.

jueves, 26 de mayo de 2011

Interior crepuscular del Santuario de Guadalupe en Zamora, Michoacán


Sergio la llamó, simplemente, "Crepuscular".

XV Encuentro Internacional de Poetas en Zamora


¿Y qué, si de repente, olvidamos aquello de "cuna de hombres ilustres" y lo dejamos sólo en poetas?

Poesía de Luis G. Franco - Ausencia

AUSENCIA

Ausencia
ojos de búho insomne.
Eco sin voz
tú sin nombre.
Ausencia
yo grito por la noche
sílaba a sílaba
tu nombre.
Nadie, nadie
responde.

Esto se llama ausencia:
la música tocando
para nadie,
los días sin tus pasos
la lluvia entre tu sombra y los cristales
la línea atardecida de tu mano
los caminos sin gente.
Ausencia tiene el vino
y tiene el vaso
ausencia
cicatriz del verso
vacío, hachazo.
El verso desandado
paso a paso
sabiendo que no vienes
y que en vano
la tarde y yo
sobre los montes
te esperamos.

Ausencia
este sabor acidulado
el insomnio de los ojos redondos
el verbo inútil
vacío, entre los labios.

Ausencia es esta espina
esta daga
esta noche
este dardo
secreta herida
por siempre
sangrando.

Agosto 21 de 1975.

Diablitos de Ocumicho almorzando - Fotografía de Sergio Alfaro Romero


Entre Tangancícuaro y Patamban se encuentra uno con la desviación hacia el cercano Ocumicho, pueblo alfarero especializado en la representación simbólica de las más diversas actitudes humanas a través de sus famosos "diablitos" y un sinnúmero de personajes que les rodean en situaciones cotidianas expresadas con una actitud pícara y socarrona. Esta postal de Sergio dice más que lo demás que se pueda agregar.

martes, 24 de mayo de 2011

Vista interior de la cúpula del Santuario de Nuestra Señora de la Asunción, en Tingüindín, Michoacán - Fotografía de Luis Francisco Duarte Medina


Muy alta, bien iluminada y con una decoración extraordinaria que se encuentra en magníficas condiciones, como lo muestra esta bella postal que nos obsequia Luis Francisco.

Teatro Obrero de Zamora, Michoacán - Fotografías de Juan Carlos Zamudio



Hemos presentado, en este blog, imágenes del Teatro Obrero con la iluminación escénica de su fachada y de sus magníficos interiores; en estas postales, Juan Carlos nos ofrece dos perspectivas muy bien logradas de la fachada con iluminada con luz natural.

Las fotografías forman parte del acervo de imágenes de Impresiones Láser del Valle de Zamora, empresa con una gran trayectoria produciendo material de promoción turísitca para todo el estado de Michoacán.

lunes, 23 de mayo de 2011

La Calzada Zamora - Jacona

Según datos proporcionados por el maestro Álvaro Ochoa Serrano, profesor-investigador de El Colegio de Michoacán, el Boletín de Geografía y Estadística de la República Mexicana, presentado al Supremo Gobierno por la Comisión de Estadística Militar, fechado en octubre de 1849, de un estudio realizado por don Ignacio Piquera, dice:

“El camino que había de la ciudad de Zamora al pueblo de Jacona se anegaba tanto en tiempo de aguas, que los indígenas que llevaban a vender sus verduras tenían que desnudarse casi enteramente, hasta que habiendo hecho alto allí a principios de 1824 los generales Bravo y Negrete con las tropas que llevaban sobre Jalisco, las destinaron algún tiempo a la formación y empedrado de una calzada de cerca de una legua, y fue tan bien ejecutada, que aún en la época de más copiosas lluvias se recorre sin molestia.”

Lo más probable es que el acontecimiento a que hace referencia el Boletín citado sea la primera versión de la calzada Zamora-Jacona.

Don Francisco García Urbizu, célebre cronista de nuestra ciudad, escribió sobre la calzada: «Era La Luneta el mejor paseo de Zamora, construida en 1865 tenía en sus extremos las cuatro almenas que vemos hoy, muy cuidadosamente labradas.


Por media Luneta pasaban cada media hora, los tranvillitas de mulas a velocidades galopantes que hoy serían de tortuga...

Dominguero era este paseo, y también de las fiestas de guardar. Alegre y evocador. Concurrido y animado, a la caída de la tarde, por las bandas de música y aliento de don Issac Calderón, compositor de renombre, y de Rafael López y Sacramento Aguilar.

En aquellos tiempos abundaban las músicas y el gusto de oírlas. Gente catrina y del pueblo se congregaban en La Luneta para disfrutar de la retreta pueblerina... Por la calzada a Jacona (que hoy lleva el nombre de Perfecto Méndez Garibay), empedrada con fina piedra de río y entoldada por el verde ramaje de añosos fresnos, plantados por don Jesús Matas, iban los numerosos paseantes al regocijo dominical…

La Luneta era y sigue siendo un lugar hermoso, ahora casi solitario por el peligro que el tráfico de coches entraña para el paseante; pero es la avanzada de la ciudad; saluda al que llega, da el adiós al que ‘se va, y es la última impresión que de Zamora se lleva el viajero. También nuestro poeta, don Francisco Elizalde García se inspiró en la Calzada. En su Tríptico Elizaldiano dice así de la Calzada:

Eras ritmo de garzas tan divino,
que semejabas sinfonías sin fin.
Perfecto Méndez Garibay, su sino
allí escribió en historia y en confín. . .
Marca tu vía nuestro ancestral destino
perfumado a laurel y camichín.
Fue el anhelo del dulce plancartino
en su paterno y visional trajín.
A mi nostalgia vuelves,
y el retorno es mandolina
y flor de chachamol, muchacha
y barca en femenil contorno.
                                                                   De dos matrias fraternas, el fistol eres.
                                                                   Calzada mía, grácil adorno
                                                                   y eternizado prisma de arrebol...

Ahora, mientras la nueva obra avanza, todo se transforma en carretera.

Texto de Jaime Ramos Méndez con fotografías de Alberto Vázquez Cholico
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