Santuario Guadalupano de Zamora en Michoacán.
Fotografía de Ricardo Galván Santana y Francisco Magdaleno Cervantes.

domingo, 27 de diciembre de 2009

Teatro Obrero de Zamora - Fotografía de Rafael Pimentel


Rafael Pimentel Espinoza captó esta vista del majestuoso foro de nuestro Teatro Obrero, digno recinto de las mejores expresiones artísticas con calidad internacional.

Dulces típicos de Zamora - Fotografía de Jorge Humberto Mena


Aunque los chongos zamoranos nos han colocado en un lugar privilegiado en el mapa de la gastronomía mundial, la variedad de dulces típicos que se elaboran en forma artesanal, a base de leche y procesamiento de frutas es muy variado, como lo ilustra esta extraordinaria fotografía de mi amigo Jorge Humberto "Beto" Mena.

Y se hizo la iluminación - Jaime Ramos Méndez


(Texto publicado originalmente en el Semanario Guía en marzo de 2009).
(Fotografía de mi amigo José Luis "Pepe" Espinoza)

Se respiró aire de historia aquella noche en la explanada frente al Santuario. Son de esos días que se escriben en algunos libros; luego los viejos pueden contar “yo estuve allí”. Ante la imponente fachada se instaló la expectativa, el ánimo de un triunfo a punto de coronarse, la cuenta regresiva expirando los últimos minutos de la penumbra.

Los convocados a la cita llegamos por los más diversos caminos y todos convergimos en el mismo ánimo, arropados por la música que anunciaba la inminente realidad del presagio. Los protocolos se anudaron entre los personajes y la persona en todos: los coincidentes y la presencia intangible de los ausentes necesarios.

Se vertieron textos intentando desgranar la gran mazorca de lo grandioso. Se evocaron los afanes que se pusieron en juego. Se pulió la superficie de las voluntades. Se agradeció a granel.

Impasible la fachada como telón de fondo. Como si hubiera esperado más de cien años para estrenar su nuevo atuendo de luz y ahora, frente a nuestra expectativa, tuviera menos prisa que nunca.

Los Verseros ya le han cantado como Señora del Duero, deshojando todas sus historias. Los coros que han venido de Morelia y de La Gran Familia enmarcaron ya el ambiente con una aureola que no encuentra techo en el cielo generoso que ha retirado completamente un coqueteo de lluvia tempranero. Lo oficioso y lo cultural ha tenido su lugar. No hay más que dar paso al acontecimiento que reduce la historia a un solo instante.

Tres manos empuñan tres palancas que accionarán el antes y después en la biografía del Santuario y se sumarán a las manos de quienes han firmado acuerdos que desatan voluntades y a las manos-de-obra artesanas de los obreros que han levantado el edificio en toda su plenitud. Tres manos que representan voluntades que convergen desde rumbos distintos entre la gente y sus generaciones. Tres brazos que accionan una voluntad centenaria en las personas de Javier, Leonel y Alfonso.

La luz se toma su tiempo. No se regala en un instante. Se vierte paulatina, sin prisa. Con derroche de paciencia se desdobla sobre la fachada. Es como un velo que se eleva con la suavidad de una caricia y descubre a cuenta gotas la belleza que va iluminando. Cuando ha llegado a plenitud nos deja atónitos frente a ella. Por unos instantes con sabor a eternidad la música no canta, los discursos elocuentes han callado. En una experiencia mística sólo nos dedicamos a la contemplación.

Logramos murmurar: a ver, espérenme. Nadie nos dijo que así sería. Sabíamos que se vería muy bonita y todo, pero esto que llena nuestros ojos nos desborda. ¿Qué hicimos para merecer todo esto? Zamora ya es otra desde este instante. Que esta luz ilumine también nuestra zamoranía. Qué bien sabe este orgullo. Esto es más… siempre más.

No nos queremos ir. Estamos contemplando el alumbramiento de una nueva era. Logramos despojarnos del complejo que nos bloquea el sagrado derecho al optimismo. Queremos seguirle con más y más aún. Es que hay tanto qué iluminar en nuestras vidas.

Atrás quedó La Inconclusa. Ahora tenemos la luminosa. Hay tantas cosas que concluir en Zamora. Y tantas otras qué emprender. El Santuario bien puede ser ese primer Gran Faro que guíe nuestros afanes de ser mejor ciudad para todos. Que desde esta Ciudad Luz que queremos ser se reactive la esperanza en esta tierra que, generosamente, ha sido colmada de bendiciones desde el comienzo de los tiempos.

Hay una palanca activadora de este milagro que hay que seguir bajando para que la luz se haga. Será como una oración que desde Zamora se eleve a las alturas. Habrá que hacerla cotidiana. Tal como Dios manda.

Taller de Letras de la Universidad de Zamora



Este blog lo realizamos con mis alumnos de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Zamora: Taller de Letras de la Universidad de Zamora.

Zamora Episcopal y Porfiriana I - Álvaro Ochoa Serrano










Vista de la calle Hidalgo, hacia el sur. Al fondo, Santa Iglesia Catedral de la extensa Diócesis de Zamora. En primer plano, Palacio Episcopal, casa señorial del Obispo de Zamora.


LA CARA PORFIRIANA DE ZAMORA, LA RESGUARDADA, (1890-1910)
Por el maestro Álvaro Ochoa Serrano, Profesor-Investigador del Centro de Estudios de las Tradiciones de El Colegio de Michoacán

(Texto publicado originalmente en la revista Entorno, de Ingenieros y Arquitectos de Zamora, A.C.)

En Zamora, que desde su fundación no se hizo en una hora, la desamortización de bienes de comunicación civiles religio-sas emprendida por los liberales benefició al clero local y a laicos propietarios ligados a la Iglesia; ya que la mayoría de las propie¬dades desamortizadas en 1856 -para ponerse en circulación fueron los ejidos, propios y arbitrios del ayuntamiento, bienes raíces de cofradías y del exconvento franciscano, que, mediante compras directas e hipotecas quedaron de alguna, manera en manos de sacerdotes seglares y familiares de éstos, quienes aplicarían sus capitales también en la agricultura, en el comercio, en servicios y en la construcción de fincas urbanas.

Las señales más notorias del progreso local tienen lugar entre 1854-1910, Y se debieron en gran parte a la obra y gracia de clérigos y de otros miembros ilustrados de las familias de hacen¬dados y comerciantes: la primera imprenta y el primer periódico impreso (1854), el tranvía Zamora-Jacona (1879), el telégrafo (1884), el fonógrafo (1893), el cinematógrafo (1895), la luz eléctrica (1897), la introducción del agua potable a la ciudad (1898), el ferrocarril (1899), el primer banco (1902), el primer automóvil (1904), los teléfonos urbanos (1907) y la construcción del mercado municipal (1910).

Aparte de esas primicias que significan un desarrollo más acelerado entre 1893 y 1910, la administración del distrito -que comprendía las municipalidades de Zamora misma, Jacona, Ixtlán, Chavinda, Tangamandapio, Tangancícuaro, Purépero y Chilchota- estuvo en manos de esa pequeña burguesía comercial y terrateniente que, más de alguna vez intentó separarse del estado de Michoacán "para constituir una nueva entidad federativa". El primer intento lo había auspiciado Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos en 1846, el último -en el que anduvieron hacendados y grandes comerciantes- se hizo en 1889.

En cambio por iniciativa del propio Labastida y del obispo Munguía lograron la creación de obispado zamorano en 1864. La sede episcopal sería desde luego Zamora, debido -según Francisco Valencia Ayala- "al ambiente profundamente conservador, en buen sentido, de la levítica y pacífica ciudad". Por otro lado, gracias al poderío económico adquirido por su minoría rectora y al amparo de la Iglesia se funda el seminario diocesano, se mejoran los templos existentes hasta entonces y se fincan otros más.

Para 1895 la mejor estampa de la pintoresca ciudad la describe Alfonso Luís Velasco:

Está situada en el hermoso valle de su nombre ya orillas del río Duero que la fertiliza. La abundancia de las aguas que la riegan, hace su clima húmedo y algo malsano. La ciudad posee buenos edificios como la Catedral, el Seminario, el Hospital y la Casa de Asilo. El caserío, aunque de buen aspecto, tiene todos sus techos de madera y teja. En el centro de la Plaza Principal existe un elegante jardín, y es igualmente bello el conocido por el Teco...
Su población asciende a 13,699 habitantes, y en sus alrededores hay numerosos jardines y huertas. Encierra, además, varias escuelas para niños y niñas. Ni faltó el viajero que de paso apuntó: "el caserío es de buena apariencia, en que se distingue el templo de San Francisco, la parroquia y algunos otros edificios de importancia"
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(Texto publicado originalmente en la revista Entorno, de Ingenieros y Arquitectos de Zamora, A.C.)
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