Santuario Guadalupano de Zamora en Michoacán.
Fotografía de Ricardo Galván Santana y Francisco Magdaleno Cervantes.

lunes, 21 de marzo de 2011

La ciudad de Zamora de Hidalgo, Michoacán

Aunque hay zamoranos que no quieren aceptarlo, Jacona es un asentamiento humano más antiguo que Zamora. De hecho la famosa «fundación» de Zamora no fue sino un desprendimiento de Jacona en el año 1574 a decir de los historiadores Eric Mollard y Cayetano Reyes García. Desde un principio Zamora fue una población en que las actividades agrícolas y comerciales fundamentaron la economía y por tanto el desarrollo de la ciudad. “Su calidad de villa durante la época colonial terminó en 1810, cuando Miguel Hidalgo y Costilla la proclamó ciudad, título confirmado por el gobernador y ratificado por el Congreso del Estado en 1827”.

Zamora recibió un fuerte impulso al ser establecida como cabecera municipal y distrital. En 1864 recibió el título de ciudad diocesana. La Iglesia Católica alentó la construcción de templos y fue cabecera de una “red de seminarios” en momentos en los que el clero tenía una influencia económica y política tal, que Zamora quiso crear su propio Estado.

“En 1910, la revolución mexicana truncó el desarrollo de la ciudad levítica» (el símbolo de este truncamiento fue, por años, la catedral inconclusa). En la década de los años 20 “la ciudad se mantuvo a la deriva” y no fue sino hasta 1934 que Zamora “entró a la nueva etapa”, aunque “continuó siendo una ciudad agrícola, con incipiente desarrollo artesanal y nulo crecimiento industrial. En 1960, en plena era atómica, la ciudad comenzó a crecer, los impulsores del incremento fueron la producción y el mercado agropecuario”.

En el año de 1940 los encargados de la junta de agua potable crearon la infraestructura necesaria para abastecer a una población de 20 mil habitantes en una mancha urbana en la que “predominaban las casas de un piso y techo de tejas, concentradas en diez calles verticales y nueve horizontales. A partir de 1960, el crecimiento fue horizontal hacia el sureste con el fraccionamiento Jardinadas y hacia el norte con Jardines de Jericó. En 1970, el crecimiento horizontal y chaparro fue incrementado con Las Fuentes, la Nueva Luneta, Arboledas y El Valle. En 1980, la ciudad continuó expandiéndose hacia el norte hasta llegar al cerrito de Ortiz y al sur hasta llegar al río Nuevo, nuevo cauce del Duero”. Este crecimiento de la ciudad ha significado una invasión de cuando menos 5 mil hectáreas de tierras agrícolas susceptibles de riego.

El crecimiento de Zamora, entonces, se ha fundamentado en su importancia agrícola y comercial (que apenas ha comenzado a compartir la crisis económica nacional); en su importancia política (cabecera municipal y distrital); en su ubicación geográfica (entre las dos ciudades más importantes de la República, México y Guadalajara, en la frontera misma con el rico bajío, en la región occidental del país -abierto a Jalisco, Guanajuato, Querétaro, etc.-; en su ubicación ecológica (un rico valle que se ha prestado muy bien para el cultivo de productos agrícolas de alto rendimiento y en un clima sumamente benigno); y en su importancia cultural (es un centro religioso y educativo de gran influencia a nivel nacional).

 Todos estos elementos, dispuestos para el desarrollo social, parecerían suficientes para asegurar que la ciudad, hogar común de esa sociedad, sería un ejemplo de urbanización a nivel mundial, pero en el caso de Zamora no es así. Ni la riqueza económica, ni la importancia política, ni la relevancia cultural parecen haberse cristalizado en nuestra Ciudad, y parecen más ausentes aún de nuestro futuro urbano, hasta donde es predecible:

La invasión urbana de tierras agrícolas y la amenaza que cotidianamente se abalanza sobre las que restan en el valle parece incrementarse ahora que nuestra agricultura está en crisis económica.

El terreno político se presenta como una arena en que están en juego los intereses particulares de unos cuantos ciudadanos contra el bien común de la mayoría: especulación urbana, bodeguismo, invasión indiscriminada de la vía pública, tianguismo, un comercio depredador del patrimonio arquitectónico que ha logrado sobrevivir y un largo etcétera de problemas urbanísticos que deterioran notablemente el nivel de vida que los zamoranos podemos realizar en nuestra ciudad.

Si en el ámbito cultural ésta ha sido “cuna de hombres ilustres” no se ve aún cómo los nuevos hombres ilustrados: profesionistas preparados en las universidades para realizar su trabajo con calidad, puedan ser siquiera escuchados, ya no se diga tomados en cuenta o completamente partícipes de la vida en su ciudad. Tal es el caso de ingenieros civiles y arquitectos que no podemos participar de manera contundente en materia de urbanismo

Y sin embargo, nuestra ciudad sigue su curso. Con nuevos desarrollos comerciales, con fraccionamientos que amplían las posibilidades de resolver sus ancestrales problemas de vivienda, en medio de una crisis económica a la que no se le ve salida fácil, con la posibilidad de obtener un importante impulso federal como una de las 100 ciudades medias más importantes de la República y con un grupo de profesionistas de la industria de la construcción: Ingenieros y Arquitectos de Zamora, dispuestos a seguir participando, muy de cerca, en todo cuanto tenga qué ver con el desarrollo urbano armónico de nuestra ciudad.

(Este texto fue publicado originalmente en la revista Entorno, de Ingenieros y Arquitectos de Zamora, A.C.  Las extraordinarias fotografías que ilustran los reportajes gráficos de Entorno son de Alberto Vázquez Cholico).

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