Santuario Guadalupano de Zamora en Michoacán.
Fotografía de Ricardo Galván Santana y Francisco Magdaleno Cervantes.

sábado, 13 de agosto de 2011

Apuntes para la Historia de la Villa de Tangancícuaro V - Martín Sámano Magaña

Ubicación del primitivo pueblo de Tangancícuaro

Al llegar los primeros españoles a la región, por el año 1531,
encontraron el caserío de sus moradores disperso en una área muy
extensa la que, partiendo de la ribera suroeste de la laguna que
ocupaba el centro del valle, se aproximaba hasta el pie de las lomas
de Junguarán.

Lindaba su territorio al oriente,
con la comunidad de Chilchota,
llegando por el noroeste a cerca
de dos leguas del pueblo de Xacona.
Su centro comercial y religioso era el lugar denominado aún en nuestros días: Acuitze
(que en lengua purépecha significa víbora).

A propósito de este lugar, el licenciado Eduardo Ruiz se
expresa así: "La población principal se hallaba entonces a media
legua hacia el sur del paraje que hemos descrito (Tangancícuaro); se
llamaba Acuitza y de ella sólo quedan ruinas de casas y algunas
yácatas que revelan su antiguo esplendor".

Hoy se conoce también ese lugar con el nombre de las Capillas,
donde ya sólo existen pequeñas prominencias de tierra
que se supone fueron templos (Thioseos) destinados al culto
de las divinidades tarascas.

Estas reliquias del pasado de nuestro pueblo, aunque sin más valor
arqueológico que una referencia geográfica del centro del primitivo
pueblo de Tangancícuaro, desgraciadamente están siendo
arrasadas, aprovechando la tierra en la fabricación del tabique.

En el margen occidental del camino que conduce a Ocumicho,
existía hasta hace pocos años una yácata conocida por el nombre
de El Coecillo (despectivo de caes, como llamaban los españoles
a los templos tarascos), la que fue destruida hace varios años.

Es frecuente encontrar en el área a que nos estamos refiriendo,
al hacer excavaciones de poca profundidad, fosas sepulcrales que
contienen, además de restos humanos, cazuelas y otros muchos
objetos de barro con que , seguramente, era costumbre entre los
naturales proveer a sus muertos para el viaje a la eternidad.

Fotografía: La Beata en una vista desde el valle de Tangancícuaro,
publicada en el propio libro.

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