Santuario Guadalupano de Zamora en Michoacán.
Fotografía de Ricardo Galván Santana y Francisco Magdaleno Cervantes.

lunes, 2 de julio de 2012

Doña Armida de la Vara - De lo cotidiano - Otros lares, otros ámbitos







OTROS LARES, OTROS ÁMBITOS

Anoche llegué a Zamora, después de un mes de ausencia, y la encuentro florecida toda de jacarandas, de laureles, de rosales. Todavía no me ubico; hoy en la mañana, al despertar, no sabía si estaba en Opodepe, en Hermosillo, México o San José de Gracia. A tientas buscaba el buró donde había dejado mi vaso con agua, cuando aquí no está a la izquierda de la cama, sino a la derecha.

Todavía ando destanteada, pues, y contemplo la ciudad con ojos de recién llegada, de tal suerte que en mi casa buscaba los platos en un mueble de la cocina, cuando ya están bien ubicados en otro del comedor.

Vengo todavía con la visión de los seris vendiendo sus figuras de palofierro en el Desemboque y Bahía Kino, sus collares de conchas y caracoles, su miel de pitaya que trasciende todavía el olor de la montaña Kunkaak. Viento elemental, tonificante, puro. Ni una nube turba el azul casi añil del cielo que cae como bendición sobre los viñedos intermina­bles de la costa, sobre los trigales casi maduros, sobre la sierra que todavía atesora, en su cima, un residuo blanco de la última nevada.

Ahí el imperio de la carne machaca, las tortillas de harina, las coyotas, las pepitorias aderezadas con nuez, semillas de calabaza y ajonjolí; ahí el olor a orégano serrano y las mil exquisiteces de las hierbas del monte que todo lo curan, y el aroma del azahar que dobla las ramas de los naranjos.

Los arroyos corren límpidos sobre un lecho de cantos rodados; sus aguas incontaminadas apresuran nuestra sed y el deseo de metemos a la corriente cristalina; el olor a jarilla, a flor de tésota y chicura recuerda nuestra infancia incursionadora por las vereditas que llevaban al río, todo un contexto de vida sencilla, con el sol cayendo a plomo en los largos veranos es ese volver al origen, fascinada con el recuerdo.

Sé que allá están mis raíces, la raigambre elemental; sé que en la torturada ciudad de México están mi casa y mis hijos; sé que en San José de Gracia quizá vaya a quedar mi osamenta, pero sobre todo sé que en Zamora están mi aquí y mi ahora, pues "donde está tu tesoro ahí está tu corazón".

Zamora, Mich., el 17 de marzo de 1986, día de san Patricio

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