Santuario Guadalupano de Zamora en Michoacán.
Fotografía de Ricardo Galván Santana y Francisco Magdaleno Cervantes.

martes, 19 de junio de 2012

Tingüindín: templo parroquial, capillas y hospitales III - Texto de don Ramón Pulido Pardo - Fotografías de Luis Francisco Duarte Medina

Santuario de Nuestra Señora de la Asunción.


En julio 12 de 1925, tomó posesión del curato, el señor Pbro. Don Alberto Pérez, a quien correspondió finalizar las obras del altar mayor, que habían sido iniciadas, ya lo dijimos, por su antecesor el señor Cura García Morfín.

Por la revolución llamada de los “cristeros”, tuvo el señor cura Pérez que exiliarse al extranjero, hasta por el año de 1929, en que re­gresó a Tingüindín, estando hasta el año de 1932, en que vino a ocu­par su lugar el señor Pbro. Don Emiliano Ávalos.

La construcción del templo actual, se inició, pues, ya lo dijimos por el señor Cura Don Agustín Cacho, en el año de 1872, y propia­mente no se han suspendido los trabajos un solo año, hasta el actual de 1957, ochenta y cinco años, sin terminarse totalmente.

Es al señor Cura Avalos a quien se debe, muchísimo de como se encuentra a la fecha el templo parroquial, pues durante los veintiún años fructíferos de su estancia aquí, no descansó un solo día, sin ha­cer algo en los trabajos de construcción y embellecimiento.

"Difícil y atrevida cúpula..." del Santuario de Nuestra Señora de la Asunción.

Se enfrentó de lleno a la construcción de la difícil y atrevida cú­pula, que hace ya algunos años luce completamente terminada; ter­minó la construcción de cantera, de uno de los altares laterales, en un crucero; pavimentó de mosaico todo el templo; hizo toda la decora­ción interior de muy buen gusto, y de mucho costo, pues es a base de oro fino; el alumbrado indirecto a base de reflectores; dejó a la pos­teridad ocho grandes cuadros en los muros interiores y también cuatro más, de los cuatro evangelistas; el bautisterio, también con un cuadro mural ejecutados todos por un buen artista jalisciense, Don Rosalío González de Jalototitlán; bancas de madera, para todo el cupo del tem­plo; decoración exterior conveniente; reparación del atrio, en su pa­vimento, y columnas de cantera, etc. etc.

Todas esas obras de veintiún años de trabajos ininterrumpidos, pudieron ser realizadas por el señor Cura Ávalos, con la ayuda eco­nómica de todos los vecinos del pueblo, que verdaderamente supieron responder siempre con su cooperación, y quizá más principalmente mu­chas personas de muy limitados recursos.

Es verdaderamente muy satisfactorio para todo el pueblo que así haya sido, máxime cuando actualmente Tingüindín, atraviesa una épo­ca de mucha pobreza, por las vedas y restricciones forestales, ya que fueron siempre las maderas sus principales fuentes de vida, y de rique­za, pues sus tierras, en general, son pobres para la agricultura.

El esfuerzo, pues, del señor Cura Ávalos fue enorme y muy me­ritorio, y el tiempo, como siempre, se encargará de perpetuar el recuer­do de sus obras.

Él tiene mucho cariño para Tingüindín, y Tingüindín le corres­ponde con igual estimación.

El señor Cura Don Emilio Ávalos, fue nombrado por sus superio­res, para regir el curato de Yurécuaro, a donde salió el 17 de junio de 1955, y para ocupar su lugar en el curato de Tingüindín, fue designa­do el Sr. Pbro. Don José de Jesús Cuevas del Río, quien el día 21 de junio de ese año de 1955, tomó posesión de su cargo.

Procuró el señor Cura Cuevas seguir el mismo ritmo de trabajo del señor Cura Ávalos, en lo referente a las obras materiales del tem­plo, pues en pocas semanas terminó lo que faltaba de los límites del atrio, las columnas de cantera y trabajos distintos de albañilería.

Terminó el pavimento del mismo atrio, arregló un bello y bien cuidado jardín, que le da magnífico aspecto a todo el conjunto de la obra exterior del templo; de ladrillo de mosaico se pavimentaron las banquetas del atrio, en sus tres calles.

Mandó construir las cuatro grandes puertas de hierro, de buen material, buena manufactura y buen gusto artístico, las cuales ya fue­ron puestas en su sitio, en las cuatro entradas que tiene el templo, y las verjas, también de hierro, que irán de columna a colum­na, en todo el perímetro exterior del atrio, ya han sido colocadas en algunos tramos. Son de bonito estilo y buen gusto, y completan un bello aspecto al conjunto total del atrio, con sus jardines, y exterior de la fachada del templo.

El ingeniero constructor, que ha proyectado y planifica la nueva va torre, la del lado izquierdo, indicó al señor Cura Cuevas, que era indispensable demoler hasta los cimientos, la que fue principiada hace muchos años, seguramente durante el tiempo de los Padres Sán­chez, y que llegó más o menos a la altura de las bóvedas del templo.

Así se ha hecho, y aparte de su demolición completa, hasta los muy profundos cimientos que tenía, hubo que retirar una grande cantidad de escombros, pero todo ello ya fue terminado, y ya ha ini­ciado el señor Cura Cuevas, los trabajos para la construcción de la nueva.

Muy aparte esas importantes obras materiales, el señor Cura Cuevas, a petición de un grupo de vecinos del pueblo, ha aceptado emprender una obra, que espiritualmente habrá de ser muy me­ritoria, pues se trata de trabajar, y lo ha estado haciendo incansa­blemente, para obtener que las autoridades eclesiásticas, a quienes corresponda, y cuando sea oportuno, declaren el templo parroquial de Tingüindín, “SANTUARIO DE LA VIRGEN DE LA ASUN­CIÓN”, por ser, en esa advocación la Reina, Madre y Patrona de este pueblo.

En el Apéndice de este pequeño trabajo histórico, se dan a co­nocer algunos documentos, en que se puede apreciar, lo que ha po­dido realizarse a la fecha, por el primer “Comité Pro-Santuario de la Asunción", y de cuyo Comité el señor Cura Cuevas, es su Direc­tor Espiritual.

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