Santuario Guadalupano de Zamora en Michoacán.
Fotografía de Ricardo Galván Santana y Francisco Magdaleno Cervantes.

viernes, 4 de febrero de 2011

La Zona arqueológica de El Opeño, en Jacona

Texto de Manuel Ramírez Zaragoza
Fotografías cortesía de Zonas Arqueológicas de Xucunan, A.C.
(Opeño-INAH)

Las tumbas de tiro en El Opeño son únicas por su disposición, conformación y orientación. Fueron hechas en el subsuelo aprovechando las características plásticas y resistencia del tepetate a una profundidad promedio de siete metros. Las puertas exteriores de superficie, lo mismo que el tiro de acceso y las pequeñas puertas interiores, siempre están orientadas al poniente.

Las escalinatas tienen una inclinación aproximada de 45 grados con escalones de buena sustentación, de aproximadamente 80 centímetros de fondo por unos 50 centímetros de peralte y de 180 a 200 centímetros de ancho. Antes de la entrada a la tumba, propiamente dicha, existen unas pequeñas cámaras, terminando la escalinata, en las cuales se pudo haber practicado algún rito de despedida a los muertos. Franquean la entrada grandes piedras lajas.

Las cámaras mortuorias, tienen una orientación transversal a la entrada (norte-sur). En ambos lados se observan banquetas del mismo material, con una altura aproximada de 60 centímetros. Al fondo, indistintamente, hay otra más pequeña, elevada de 30 a 40 centímetros.

En estas banquetas se depositaron los cuerpos de los muertos y en derredor de éstos las numerosas ofrendas; vasijas decoradas en negativo o con líneas incisas; mascarillas y figuras antropomórficas punzonadas, unas más donde destacan los colores decorativos blanco, negro, rojo y amarillo.

El soporte arquitectónico de las tumbas es una superficie cóncava con evidentes muestras de segmentos de arco en puntos perfectamente calculados, sobre todo al centro, donde aparenta una separación de las dos cámaras, es decir, separa la cámara norte de la sur. Esto, tanto en las tumbas pequeñas como en la grande.

Las osamentas tienen una distribución diferente en cada tumba e incluso en la misma. Al parecer, las banquetas representan determinado grado social o familiar, de dignidad o poder. Según los estudiosos de la materia, estas tumbas fueron utilizadas varias veces, incluso por generaciones. Así lo demuestran las diversas posiciones y conglomerado del osario y las dimensiones que tiene una de las tumbas.

La zona arqueológica de El Opeño se encuentra a poca distancia de la orilla sureste de Jacona. Es un lometón o altozano ascendente a los pies del cerro de Tamándaro, desde donde se domina visualmente una gran porción del entorno jaconense.

Los primeros trabajos a nivel de campo en El Opeño se realizaron en el año 1938, encontrando cinco tumbas funerarias. Todo el hallazgo fue remitido al Instituto Nacional de Antropología e Historia para su clasificación y estudio. Nunca ha regresado nada al lugar de origen. Suspendidos aquellos primero trabajos, probablemente por falta de presupuesto, en 1970 se reinicia la investigación con el arqueólogo Arturo Oliveros Morales y su equipo. En esa ocasión fueron cuatro tumbas las encontradas.

Por las investigaciones llevadas a cavo en El Opeño, se ha podido precisar la existencia de núcleos humanos sedentarios en el occidente michoacano con una antigüedad aproximada de 1500 años a. C. Independientemente de la propia importancia como complejo arqueológico, El Opeño representa la oportunidad de encontrar respuestas a las incógnitas que los especialistas en varias ciencias relacionadas no han podido explicar hasta la fecha.

Por ejemplo: se conjetura de una organización social elevada y diferente a otras regiones postcontemporáneas, igualmente y en razón a dicha organización se dice de los conceptos filosófico-ético-sociales de la vida y la muerte, que en otras culturas posteriores encontramos.

También de la misma manera -conjeturase cree que la mujer tenía un lugar importante dentro de la organización social y no únicamente familiar, como se supone, y así fue en otras culturas menos antiguas. Lo anterior se podrá comprobar conforme se avance en los trabajos exploratorios y se tengan más elementos de juicio.

Apenas hace cinco meses, en marzo del año pasado y después de dos décadas, se reanudas las exploraciones suspendidas en 1970. El arqueólogo Arturo Oliveros Morales, veinte años después, ya no tan joven pero con igualo mayor ímpetu; la doctora Beatriz Braniss; Efraín Cárdenas García y Jesús Mora Echeverría, conforman el equipo investigador del INAR encargado de rascarle las entrañas al tiempo en El Opeño.

El legrado de los “cirujanos” de la historia (arqueólogos) extraerá cada uno de los restos que se encuentran en los lometones de El Opeño. Luego, se reestructurarán con delicadeza y precisión de artistas en cada centímetro, cada gramo de material extraído. Seguirán buscando y lograrán encontrar un mayor entorno del hombre de aquellos tiempos y llegado el momento, este grupo de extraordinarios investigadores le pondrán merecidamente un primer jaque a la historia escrita. Tendrán que tomarse nuevos conceptos y bajar al mismo nivel a los hombres de penacho de preciosas y multicolores plumas de otras culturas posteriores del centro.

Toca ahora a nosotros aprovechar la oportunidad de recibir con propiedad y orgullo el legado de treinta y cinco siglos de historia y trabajar organizadamente, luchar contra todos los imponderables locales y externos para lograr el lugar que merecidamente reclaman nuestros antepasados.

(Texto publicado originalmente en la revista Entorno, de Ingenieros y Arquitectos de Zamora, A.C. Nota del editor: agradecemos a Jaconenses por el Rescate y Conservación de las Zonas Arqueológicas de la región de Xucunan, A.C., que nos proporcionaron el texto y las fotografías que ilustran este reportaje).

1 comentario:

Anónimo dijo...

es de la cultura opeño no?¿

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