Notable fue la participación de Cázares dentro del Primer Concilio de la Provincia Eclesiástica de Michoacán en Morelia durante los tres primeros meses de 1879. Presidió la cuarta comisión del concilio que trabajó el esquema sobre Administración Eclesiástica. Y en el transcurso de los debates hubo de encargarse de otros de los grandes temas del concilio: la Reforma de costumbres.
En 1899 solicitó a la Santa Sede como coadjutor al padre José de Jesús Fernández, quien mejoró la organización de las parroquias, consolidó canónicamente a las Hermanas de los Pobres, continuó la evangelización de la Tierra Caliente y puso atención esmerada al Seminario diocesano y a los seminarios auxiliares.
El obispo Cázares a consecuencia del trabajo agotador de las visitas pastorales y de climas insalubres, padeció anemia aguda y paludismo, de junio de 1902 a octubre de 1903, al grado que hubo de resignar el gobierno de la diócesis en el obispo coadjutor José de Jesús Fernández.
Las altas fiebres del paludismo hicieron delirar varias veces al señor Cázares, de manera que algunos pensaron, equivocadamente, que había enloquecido. Entretanto un joven sacerdote que llegaría a santo, Rafael Guízar, iba destacando por sus grandes carismas, de manera que mereció la confianza del obispo coadjutor Fernández, quien lo promovió muy joven a director espiritual del seminario y canónigo de la catedral encargándole además asuntos administrativos de la diócesis.
El entonces padre Guízar por su parte fundó los colegios Teresiano y Esperancista, éste último con el fin de proveer de vocaciones a la congregación de Nuestra Señora de la Esperanza, para cuyo sostenimiento mezcló asuntos del obispado lanzándose a varias empresas económicas en que también entraron intereses de su hermano Prudencio vinculado a la banca. Esto ocasionó deudas y enredos con la consiguiente protesta y escándalo de algunos laicos que se quejaron al obispo Cázares.
Este prelado había recobrado la salud y retomaba el gobierno de la diócesis en 1904. Entonces reiteradamente llamó la atención al padre Guízar, indicándole abandonara esos negocios. No acató, pues seguía apoyado por el obispo coadjutor, quien junto con otros clérigos y laicos consideraban que el obispo Cázares no había sanado. Simultáneamente aparecieron anónimos injuriosos y denigrantes contra el señor Cázares. Así las cosas, el Obispo de Zamora solicitó la remoción de su coadjutor, quien fue designado abad de la basílica de Guadalupe en octubre de 1907, y por otra parte dictó suspensión del ministerio sacerdotal contra el padre Guízar en diciembre de 1908.
Dicha suspensión duró sólo cuatro meses, pues ocurrió al final de la vida del obispo, cuyo sucesor, Othón Núñez, entre sus primeras providencias formuló instrucción pastoral contra la negociación por parte de clérigos. El padre Guízar fue invitado por el antiguo rector del Seminario de Zamora, Leonardo Castellanos, convertido ya en obispo de Tabasco, a que fuera a ayudarle dando ejercicios espirituales. Ese obispo, ahora Venerable, indicó así el camino apostólico que llevaría a la santidad al padre y luego obispo Guízar, hoy San Rafael Guízar.
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