Santuario Guadalupano de Zamora en Michoacán.
Fotografía de Ricardo Galván Santana y Francisco Magdaleno Cervantes.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Fray Jacobo Daciano - Texto de don Ramón Pardo Pulido (quinta parte)

Imagen de Fray Jacobo Daciano en la parroquia de San
Francisco de Asís de Tarecuato en Michoacán.
Foto de Jaime Cristóbal López.

Los que en tiempos muy lejanos escribieron sobre Fray Jacobo, no
precisan el año en que murió, y sólo dicen, algunos de los misioneros
historiadores, que llegó a su última vejez, por lo que podría conjeturarse
que pasó de los ochenta años, y  así debió de ser, puesto que solamente
en Tarecuato, se afirma que vivió, por más de medio siglo.

Por algunos historiadores se señala su muerte un día 29 de octubre
pero sin anotar el año.

En los “Anales de Tarecuato'”, que ya hemos citado anteriormente,
y que fueron publicados por el historiador michoacano, Dr. Don
Nicolás León, en '”El Estandarte'” de San Luis Potosí, en el año de
1898, se dice: “1566. En dicho año prendieron al Marqués en México,
y se llevó Dios para sí, al Padre Jacobo".

Se refiere, primeramente, a cuando fue hecho prisionero y depuesto
de su cargo de Capitánn General y Gobernador de la Nueva España,
a Don Hernán Cortés.

Fray Isidro Féliz de Espinosa, nos dice: “Sus últimos días (de
Fray Jacobo) los vivió entre San Ángel y Tarecuato y llegando a más
de setenta años de edad y más de cincuenta de religión, lo llamó el
Señor en Tarecuato, años de 1601 a 1604”.

Creemos que este cronista está más en lo cierto, respecto a la fecha
en que aconteció su muerte, pues vino Fray Jacobo a Michoacán
y especialmente ya a Tarecuato, muy joven, en el año de 1543, habiendo
residido en el convento de ese lugar por más de medio siglo. En
cambio no estamos de acuredo en que su vida haya sido solamente de
setenta años, pues todos los historiadores afirman que “llegó a la
última vejez'”, y solamente habiendo pasado de los ochenta años, pudo
haber estado en Tarecuato el medio siglo”.

“Fue enterrado en la sepultura común de los religiosos, pero es
tradición constante, que los indios lo sacaron después de algún tiempo
y lo colocaron en un nicho de la pared maestra de la iglesia, tras
del retablo del altar mayor y que se conservaba seco y entero y puesto
de pie y que cada cuatro o cinco años, con mucho secreto, traían sayal y
le hacían su hábito nuevo y se lo mudaban guardando los despojos del
antiguo como reliquia. Extrañas diligencias han hecho en todos los
tiempos, muchos prelados de esta provincia, para saber de los indios
donde le tenían y ni con ruegos, ni con dádivas, ni temores, ha sido
posible el que los indios descubran este secreto; porque es entre ellos
voz común haberles dicho Fray Jacobo, que mientras se conservase así
su cuerpo, se conservaría el pueblo y se libertaría de pestes
y otros infortunios”.

“A un religioso muy anciano, le descubrió una india vieja, el que
ella sabía dónde estaba, pero que no podía decirlo, por los otros indios.
y que era cierto que estaba entero y solo tenía raída la punta de la
nariz”.

El Lic. Don Eduardo Ruiz, hace aproximadamente un siglo, dejó
escrito lo siguiente: “El cadáver del padre Jacobo fue inhumado en
la iglesia de aquel pueblo (Tarecuato) pero es fama que en la noche
del mismo día, los caciques principales lo extrajeron, e incorrupto, como
si el misionero solamente estuviera dormido, lo ocultaron en una
cripta en el fondo de espaciosa e ignorada gruta, al cuidado de tres
indígenas de los más ancianos del pueblo, únicos poseedores del secreto,
que se transmitirían a otros indios de mucha edad y confianza, cada
ocasión que moría alguno de los tres, que estaban en el secreto y
eran los guardadores del sepulcro".

“En aquel ocu1to sitio arden constantemente muchos cirios y se
eleva sin cesar el humeante perfume de los incensarios”.

“Cuéntase que una vez un párroco que se hizo querer mucho de
sus feligreses, logró que cierta noche lo llevasen a visitar la cripta.

Por precaución lo condujeron en hombros los tres viejos guardianes,
vendándole previamente los ojos. El sacerdote, sin embargo, ocurrió
a un arbitrio, que juzgó infalible para hallar después el sepulcro, y lo
puso en planta al ir caminando. La comitiva penetró en la caverna.
quitaron al señor cura la venda, y pudo contemplar el inanimado
cuerpo del apóstol, imaginándose cuánto fruto podría sacar del hallazgo.

Volvió tranquilo y lleno de ilusiones. Al día siguiente antes
de levantarse, entraron a su aposento los viejos principales y le dijeron:
“Tata Cura, anoche se te reventó tu rosario en el camino del
santo sepulcro; pero aquí te entregamos tus cuentitas de chaquira.
que hemos pepenado desde la puerta del curato hasta la entrada de
la cueva. Cuéntalas no falta una sola”.

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