Santuario Guadalupano de Zamora en Michoacán.
Fotografía de Ricardo Galván Santana y Francisco Magdaleno Cervantes.

domingo, 4 de agosto de 2013

Monseñor José Esaúl Robles Jiménez, octavo obispo de la diócesis de Zamora en Michoacán


JOSÉ ESAÚL ROBLES JIMÉNEZ

Octavo Obispo de Zamora (1974-1993)

UNA VIDA NORMAL Y UNA BRILLANTE CARRERA

José Esaúl Robles Jiménez nació en Jalpa, tranquila y a la vez alegre Villa de Zacatecas, el 4 de junio de 1925. Sus padres fueron Don J. Refugio Robles y Doña Ma. de Jesús Jiménez quienes, con él y sus hermanos, Carmelita y Nunila (ambas Religiosas), José Ma. (también Sacerdote), José Isabel y José Trinidad, formaron una buena familia, además de cristiana, familia que sirvió de marco a su vida entera.

El pequeño José Esaúl vivió en su tierra natal una infancia tranquila, normal, con el sabor provinciano y pueblerino. Ahí en Jalpa, donde bebió el paisaje y aspiró el perfume de sus naranjales, hizo su Primera Comunión y se mostró siempre como un niño serio, obediente y piadoso, según el testimonio de quienes lo conocieron entonces.

Pronto la familia Robles Jiménez tuvo que emigrar a Aguascalientes en donde Doña Ma. de Jesús, cuidadosa de la educación de sus hijos, consiguió que la Madre Superiora de las Hijas del Sagrado Corazón y Santa María de Guadalupe se llevara a José Esaúl a su Colegio, en la ciudad de Zacatecas, “para que fuera educado cristianamente”.

José Esaúl, además de aquella separación a tan tierna edad, tuvo que sufrir también las incomodidades, carencias y sobresaltos de una vida casi a escondidas, debido a la persecución religiosa, a tal grado que en alguna ocasión le escribió a su madre: “Ven por mí porque nos dan puro atole”.

El 18 de octubre de 1936, a los 11 años de edad, entró al Seminario de Zacatecas, entonces funcionando en una casona de Ojocaliente. Ya desde entonces, aquel chico, “de cejas pobladas y vivaracho”, destacó entre sus compañeros, no sólo por su pequeña estatura, sino por su inteligencia y sentido práctico.

En septiembre de 1938, ya estando el Seminario en el anexo del templo de Jesús de la ciudad de Zacatecas, José Esaúl fue enviado al Seminario de Montezuma, donde era Rector el P. Don Ramón Martínez Silva, S.J., hermano del Obispo Auxiliar de Zamora, Don Salvador Martínez Silva.

Montezuma nunca se apartaría de los recuerdos de José Esaúl... Ahí estudió dos años de Humanidades, tres de Filosofía y cuatro de Teología. Recibió la Tonsura en 1945 y el Subdiaconado, en 1947, mostrándose siempre, además de buen estudiante, como buen deportista (practicó el Hockey sobre hielo, el Beisbol, el Volybol, el Futbol y el Basquet). También fue Redactor de la Revista Montezuma, en la que sus artículos, llenos de ironía y buen humor y bajo el seudónimo de Bernal Díaz del Castillo, eran leídos con gusto e interés.

Una vez de regreso a Zacatecas, en 1947, recibió el Diaconado y el 13 de septiembre de ese mismo año y antes de recibir el Presbiterado, pasó a Roma a estudiar una Licenciatura en Derecho y un Doctorado en Teología, siendo su tesis “La espiritualidad del Clero Diocesano”. Ahí mismo en Roma, fue ordenado Sacerdote el 2 de abril de 1949, en la capilla del Colegio Píolatino de manos de Monseñor Alfredo Viola, Obispo uruguayo

Al volver a su patria, fue nombrado Vicario Cooperador, del Señor Cura Don Antonio Vela, quien lo había recibido al Seminario, lo había enviado a Montezuma y había influido para que lo mandasen a Roma. Fue también Asistente de la ACJM en Guadalupe (tierra del Padre Pro), Encargado del Instituto Hacendario de la Diócesis, Prefecto General y Profesor del Seminario, Vicerrector y Rector del mismo y, como él mismo lo decía después, “chofer y granjero del mismo”

En 1962, el Padre Don José Esaúl Robles Jiménez fue electo Obispo de Tulancingo, siendo consagrado el 14 de septiembre de 1962 por el Delegado Apostólico, Don Luigi Raimondi. En esa Diócesis ejerció espléndidamente y con mucho fruto su apostolado episcopal, durante casi 13 años, hasta que, el 12 de diciembre de 1975, fue nombrado Obispo de Zamora, tomando posesión de esta Diócesis el 13 de marzo de 1975.

Fue el Obispo mexicano más joven que asistió al Concilio Vaticano II. Ocupó varios e importantes puestos en la Conferencia Episcopal Mexicana, entre otros: miembro de las Comisiones de Educación y Cultura, del Clero, de los Seminarios, de las Vocaciones, de los Ministerios, llegando a ser un tiempo Vicepresidente de la misma Conferencia.

Su relevancia, su importancia como miembro del Episcopado Mexicano se manifestó, además de todos esos cargos, en la celebración de sus Bodas Episcopales en Zamora el año de 1987 con la asistencia del Cardenal Corripio, 25 Obispos, más de 200 Sacerdotes y numerosos Religiosos y Religiosas.

Realmente, dentro de la vida normal del Señor Robles Jiménez, se entretejió una carrera eclesiástica meteórica y brillante.

UNA OBRA EXTRAORDINARIA Y UNA PLENA ENTREGA

La labor de un Obispo en una Diócesis es enorme y llena de dificultades y, por lo mismo, necesita rodearse de buenos colaboradores para poder realizarla, ya que él solo no puede hacer nada o casi nada...

Don Esaúl bien lo sabía y estaba convencido de ello; y, más todavía, sabiendo que en su nueva Diócesis se habían realizado, desde su erección, grandes obras por grandes Obispos que, ayudados por un gran número de hombres y mujeres, Sacerdotes, Religiosos y laicos, “venían construyendo con dignidad la Iglesia zamorana, caminando hacia el Padre”.

Por eso, su labor en la Diócesis fue magnífica y en gran parte se debió a que supo elegir, en general, buenos colaboradores.

Sería punto menos que imposible enumerar en este espacio todas las obras que Don Esaúl llevó a acabo en la Diócesis de Zamora, durante los 18 años, 7 meses y cuatro días de su gobierno. Pero sí podemos señalar algunas de ellas:

Para los Sacerdotes, acerca de los cuales se expresó: “hasta aquí se ha dicho: nada sin el Obispo; y yo añado: de aquí en adelante, nada sin los Presbíteros”, tuvo especial dedicación y cuidado, reorganizando la Nivelación Económica, el CCYAS, el Seguro de autos a Sacerdotes, las semanas de estudios y de formación para ellos, etc.

Atención muy especial tuvo del Seminario, sabiendo que en él estaba el futuro de la Diócesis, actualizando su Reglamento y adaptándolo a la solución de los problemas del cambio conciliar, mejorando su economía y dotándolo de buenos educadores. Fruto de ese cuidado y de esa atención fue el casi centenar de Sacerdotes que se ordenaron durante su gobierno.

Las Parroquias ocuparon un lugar muy especial entre las preocupaciones y ocupaciones del Señor Robles, creando gran número de ellas (para una mejor atención de sus diocesanos) y visitándolas desde su llegada para conocer a sus Sacerdotes y a sus fieles.

En los Religiosos y Religiosas vio siempre el Señor Robles elementos de gran valía y de inmensa ayuda, como lo demostraron la fundación del Monasterio Trapense en Jacona, de las Madres Adoratrices en San José de Gracia y en Jiquilpan, la aprobación de la Pía Unión de las Hermanitas del Sagrado Corazón y de los ancianos desvalidos, la aceptación del Noviciado de los Padres Combonianos en Sahuayo y de los Pequeños Hermanos de María para el trabajo pastoral en los pequeños poblados y en los barrios pobres de las ciudades.

En cuanto a la Educación, entre otras cosas, promovió, ayudó y co-realizó la fundación
de una Universidad para la juventud zamorana y respaldó siempre la educación, no sólo en las escuelas católicas, sino también en las oficiales, contactando, colaborando y llevando las mejores relaciones posibles.

Pero sin duda alguna, la labor pastoral del Señor Robles se caracterizó en gran manera en Obras sociales, de beneficio, principalmente, para las personas más desprotegidas y para ello supo valerse de los laicos: un Albergue para los trabajadores del campo, el Hospital Margarita para los enfermos pobres, fundación de Charitas, ayuda y apoyo al Grupo FAS (Fondo de Apoyo Social, con la ayuda alemana ADVENIAT) con despensas y varios proyectos de desarrollo social.

Fue también un gran Animador (como él lo decía) de obras ya existentes, como la Cruz Roja, Alcohólicos Anónimos y Drogadictos Anónimos, las Cajas Populares y las Cooperativas, así como de múltiples Jornadas Electorales y de Salud. Tenía también en mente el Proyecto de la fundación de un Asilo de ancianos, pero la muerte se lo impidió.

Dentro de la gran obra del Señor Robles en la Diócesis de Zamora, se deben mencionar varios Eventos Diocesanos y otras obras de gran trascendencia que se realizaron durante su gobierno:

- El Centenario de la Coronación de la Virgen de la Esperanza, Patrona de la Diócesis;

- El Sínodo Diocesano de 1987, “para aplicar a la realidad diocesana los lineamientos doctrinales y normas disciplinarias de la Iglesia Universal y Nacional, indicar métodos para una pastoral planificada y para lograr una mayor comunión y edificación del Pueblo de Dios”. La preparación de este Sínodo fue larga y ardua, sobre todo de parte de la Comisión Centro Coordinadora, nombrada para este evento. Después de su celebración, el Señor Robles recorrió casi toda la Diócesis para ver si se estaba aplicando y no fuera letra muerta...

- Realizó un ajuste y acomodo a varios de los Organismos Diocesanos.

- Reorganizó la economía de la Diócesis y suprimió muchos aranceles para favorecer económicamente a los fieles.

- Se construyó y fundó el Instituto Cázares, en 1988, para la capacitación y preparación de Agentes de Pastoral.

- Consiguió la devolución, por parte del Gobierno, de la Catedral Nueva e, iniciando su terminación, hizo su dedicación como Santuario Diocesano a la Virgen de Guadalupe.

- Se arregló la Iglesia Catedral con nuevo piso, remodelación de la sacristía, las pinturas y los anexos de la Curia.

- Se fundo el periódico “Mensaje” que ha venido a ser realmente un buen instrumento de Evangelización y de Comunicación entre el Obispo y los fieles.

UNA MUERTE INESPERADA Y UN PEQUEÑO JUICIO

El día 18 de octubre de 1993 significó para la Diócesis de Zamora un día pena y de consternación... Desde la operación que le habían practicado hacia tres años, la salud del Señor Robles se había quebrantado bastante. Pero su muerte repentina y solitaria, causó verdadero impacto en toda la Diócesis y fuera de ella. 

La tristeza y el dolor invadieron las almas de los fieles súbditos diocesanos del Señor Robles. Ante su cadáver, expuesto en la Catedral, pasó un desfile interminable del pueblo, de las autoridades y de todas las clases sociales Sus funerales reunieron a 23 Obispos, casi 300 Sacerdotes y a miles de fieles que no cupieron en el recinto sagrado. El cuerpo del Señor Robles fue sepultado el 20 de octubre, después de la Misa y un conmovedor y silencioso recorrido por la Plaza, frente a Catedral.

El Señor José Esaúl Robles Jiménez ha muerto y el único juicio valedero y justo (sobre todo de su vida íntima y muy particular) es el que ya ha hecho el Señor al que él sirvió... Acerca de su vida pública y de su actuación como hombre público y como Obispo, la historia se encargará de juzgarlo. Emitir un juicio sobre él y su actuación, a tan corto tiempo de que nos ha dejado, es difícil y peligroso porque la herida aún está fresca y los ánimos aún están caldeados.

Pero, aunque con miedo y con respeto, podemos adelantar algunos juicios sobre el Señor Robles, basados en su actuación pública, conocida por todos, en su hablar y predicar y, sobre todo, en algunos de sus escritos (conocidos unos; aún por conocerse, otros).

Debemos mostrar madurez al juzgar o al oír juzgar a nuestros hombres públicos, sobre todo a nuestros Pastores en el orden espiritual. No se vale ni el culto idolátrico y fanático a la personalidad, ni la descalificación injusta y visceral. Debemos aceptarlos con sus cualidades y sus defectos. Su historia, su verdadera historia, se irá escribiendo poco a poco...

El Señor Robles fue, sin duda, un gran hombre. En lo “grande” están incluidas sus muchas cualidades y virtudes; en lo “hombre”, sus carencias y defectos.

Su inteligencia y sentido práctico, su alegría y entusiasmo, su sencillez y su amor al prójimo, su valentía y decisión, su humildad en muchos casos, unida a su prudencia y, sobre todo, su entrega total a su ministerio y su lucha constante por ser fiel a Dios, a la Iglesia y a su propia conciencia, fueron el trasfondo y el fondo de su vida de hombre y de Sacerdote.

Tuvo la fortaleza (proclamaba en su escudo de dónde la tomaba) de salir adelante en situaciones críticas, en las muchas dificultades, en los varios disgustos, malos entendidos, enfrentamientos, anónimos, injurias, etc. Casi siempre tuvo la virtud de saberle dar su tiempo al hablar y al callar. Tenía un fuerte carácter, pero la mayoría de las veces se mostró atento y cortés.

El Señor Robles plasmó en sus escritos, hechos a la luz de la sinceridad con su Dios y en el silencio de sus Retiros y Ejercicios Espirituales, su personalidad, su intencionalidad y la aceptación humilde de su lado humano. En ellos se ve que nunca pretendió obrar de mala fe, ni hacer daño a nadie, sino que todo aquello que reconocía negativo en él tenía precisamente su origen en su condición humana. El se conocía y se enjuiciaba humildemente así:

“Me falta tener más en cuenta a los demás para planear mejor las juntas...” “... me falta escuchar más, convivir más con los demás” “... me chocan las protestas estériles, pero no promuevo más las acciones positivas...” “... al correr de los años, me amenaza la frialdad y el desinterés por los problemas de los demás”

Y en un escrito sincero y elocuente para Dios, para él y para los demás:
“NO ME GUSTA: f) que me falta dialogar más... g) que a veces me siento impaciente para tratar a los demás... ME GUSTA: g) bastarme a mí mismo (¿)”

No es pues de extrañar que todo esto (de lo cual él tenía conciencia) se reflejara a veces en sus actuaciones: dejarse llevar algunas veces por simples simpatías o antipatías, ser víctima inconsciente de la adulación y de la alabanza exagerada (nacidas de la falsa o interesada amistad), equivocadas tomas de decisión (aparentemente fruto de cierto capricho), no tomar mucho en cuenta a quienes no pensaban como él, etc. Actuaciones que eran comentadas con cierto disgusto por algunas personas, sobre todo Sacerdotes.

Dos cosas sorprenden en el Señor Robles y en su actuación como Obispo de Zamora: su facilidad y capacidad para realizar grandes obras (su legado social, sobre todo, fue extraordinario) y la poca consistencia de muchas de ellas que, o no han tenido continuidad o su fuerza se ha ido apagando poco a poco. El buscar explicaciones a esta realidad sería fruto de un largo y ecuánime análisis.

Pero podrían delinearse algunas de ellas, como simples hipótesis, pero con cierto fundamento real: quizás cierto descuido en la parte legal, jurídica y pastoral de dichas obras emprendidas; o tal vez, un exceso de confianza hacia laicos a quienes encomendó algunas de esas obras y que sólo trataron de figurar socialmente o buscar sus propios intereses, so capa de apostolado; o el haber dejado que tales obras se fundaran y construyeran a la sombra de una personalidad, etc.

UN DESENCUENTRO SACERDOTAL

A la muerte del Señor Robles se hizo patente, aunque de manera acre y dolorosa, lo que ya se esperaba, se sentía y se vivía, casi desde su llegada a la Diócesis de Zamora: cierta división en el Clero zamorano. Siempre había existido, agazapada, callada, aunque controlable. Pero bastaron la muerte de Don José Esaúl, algunas frases condenatorias e imprudentes, ciertos artículos y algunos dimes y diretes para hacer público y notorio aquel “desencuentro sacerdotal”.

Ya son del dominio público las versiones de ambos grupos y quizás ambos tengan sus razones. En ambos grupos hay Sacerdotes dignos de todo respeto, de gran calidad humana e intelectual y de reconocida solvencia moral y rectitud.

Desde luego que cada uno de ellos está en su derecho de defender su causa y así deben hacerlo. Pero creo que el tiempo, el desvanecimiento de ciertos hechos (frutos quizás de posturas personal y convincentemente correctas) y el buen sentido irán, poco a poco, aclarando la historia de ese “desencuentro” que le está doliendo al pueblo cristiano y a todos los que estimamos y respetamos a nuestros Sacerdotes y que los queremos ver unidos entre sí.

De lo contrario, ¡qué pobre sería el Cristianismo y qué poca cosa resultaría el Sacerdocio!

NOTA DEL EDITOR: Información obtenida de la página web de la Diócesis de Zamora: http://www.diocesisdezamora.org/index.php/historia/obispos.

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