Santuario Guadalupano de Zamora en Michoacán.
Fotografía de Ricardo Galván Santana y Francisco Magdaleno Cervantes.

sábado, 13 de noviembre de 2010

El Casco de la Hacienda de El Cerrito en Zamora



La historia de esta hacienda y su relación con Zamora se entretejen a partir de un nombre: el de don Francisco García Amezcua (1801-1876) que llegó a Zamora a los dos años de edad, procedente de Santiago Tangamandapio y que aquí construyó familia y fortuna. Sus ganancias fueron invertidas en fincas rústicas. Una de las primeras que compró fue La Rinconada, donde construyó casa, y capilla dedicada a la Virgen de Guadalupe. Siguió comprando haciendas, labores y terrenos, que a su muerte dejó a su segunda esposa, Elena Martínez del Villar, y a los hijos habidos en sus dos matrimonios.

A la muerte de don Francisco García Amezcua en 1876, el potrero del Cerrito de Catipuato, valuado en 5 mil pesos, pasó a ser propiedad de don José García Martínez, uno de sus hijos menores. Una parte del Cerrito había sido adquirida por Francisco García en 1849, con un valor de 2 mil pesos.

Los linderos eran: al oriente la Hacienda Romero, de don Rafael García; al norte, terrenos de José María García; al poniente, terrenos del Cóporo, de Francisco García Amezcua, y al sur, terrenos del mismo propietario y de los herederos de Manuel Berna!.


En las aclaraciones que hicieron al reparto de bienes de Francisco García, en 1880, se especificó que la merced de agua del Cerrito de Catipuato iba a quedar dividida como se encontraba en ese momento, pero además de este tipo de especificaciones sobre el agua, fundamentales para tierras de cultivo, se añadieron, con enorme minuciosidad, la cantidad de animales y los enseres de las casas que se estaban repartiendo.

En el caso de la Rinconada, claramente se habla de la casa de la hacienda, de sus enseres y de la capilla. Estos elementos permiten suponer, ante la inexistencia de una referencia concreta, que en el Cerrito no había casa y que ésta, por lo tanto, se construyó después de 1876.

El casco del Cerrito se organizó siguiendo un esquema muy simple: tres rectángulos forman un patio interior, sostenido lateralmente por columnas de fierro que forman pasillos interiores cubiertos de viguería. Los cuartos de los dos pabellones laterales, como era tradicional, se comunicaban hacia el patio con puertas centrales y entre si por puertas laterales que creaban un corredor interior.


La parte central del edificio está formada por dos alas hacia la derecha e izquierda de la puerta, comunicadas hacia el patio de la casa y también hacia el exterior del pórtico columnado del ingreso. Sólo la parte central del edificio tiene planta alta, ocupada por dos espacios muy grandes: uno, con puertas de salida al balcón, parece haber funcionado como sala, y el otro como un gran comedor. Los dos, seguramente, para encuentros muy formales.

Todo el frente del primer cuerpo del edificio está recorrido por una balaustrada que le da unidad y es el único elemento decorativo de una arquitectura muy austera. En el ángulo noreste del edificio, e integrado a él, se encuentra la capilla. Desde el lateral poniente, al fondo del gran patio, comienzan las construcciones dedicadas a las faenas e instrumentos propios del trabajo agrícola.

En la hacienda, “los hermanos García Martínez son los principales anfitriones del obispo Núñez a su llegada a la diócesis de Zamora en 1909 y vuelven a ser los anfitriones que agasajan a las dignidades eclesiásticas (…) que asistieron a la Dieta en 1913”. Hacia principios de siglo, Francisco, Rafael y José García Martínez habían conseguido que sus hermanas cedieran en ellos los derechos hereditarios por vía materna y tenían firmado un poder que autorizaba su mutua representación.


El 29 de enero de 1909, José y Rafael García reconocieron haber contraído una deuda de 500 mil pesos con la Caja de Préstamos para Obras de Irrigación y fomento de la Agricultura. La hipoteca era pagadera en un plazo de quince años, con intereses al 7% anual, que eran los estipulados para ese tipo de contrato, y recaía sobre La Rinconada, El Cerrito y anexas.

La Caja exigió a los García Martínez el pago total del crédito el 4 de febrero de 1913, y ese mismo mes se expidió la cédula hipotecaria y se decretó la intervención en favor de la institución acreedora, misma que sufrió modificaciones en 1919 y finalmente fue liquidada en 1926. Fue en el año siguiente, el 13 de mayo de 1927, cuando la Caja de Préstamos para Obras de Irrigación y Fomento de la Agricultura, Sociedad Anónima, en Liquidación, dio diversos bienes en pago de bonos emitidos por la misma Caja a un grupo de inversionistas que no se mencionan, encabezados por Doña Emilia Creel de Terrazas. Entre estos bienes estaba el crédito hipotecario de las propiedades de los García Martínez.

Se aclaró que «El Casco del Cerrito de Catipuato, sus dependencias inherentes, incluyendo casa habitación, bodegas, establo, corrales, etc. y huerta de naranjos que queda frente a la hacienda, están comprendidos dentro del citado predio y son objeto, naturalmente, de la dación».


Los Creel- Terrazas dividieron la propiedad y el 28 de julio de 1930 Gustavo Terrazas compró a Emilia Creel de Terrazas el lote 4 del Cerrito, que vendió ese mismo año a Juan Zavala Kasperowitz, en la cantidad de 22 mil pesos. En 1943 la hacienda volvió a cambiar de manos, esta vez el comprador fue don Victorino Ortiz Ramírez, quien aún sigue siendo su propietario. Mas aún, el lugar se conoce como El Cerrito de Ortiz y permanece en espera de la restauración que merece.

(Texto publicado originalmente en la revista Entorno, de Ingenieros y Arquitectos de Zamora, A.C., con material aportado por la doctora Nelly Sigaut, profesora investigadora del Centro de Estudios Históricos de El Colegio de Michoacán, en su libro Catálogo Arquitectónico del Bajío Zamorano, Primera Parte: la Ciudad de Zamora, publicado por el propio ColMich. Las extraordinarias fotografías que ilustran los reportajes gráficos de Entorno son de Alberto Vázquez Cholico).

1 comentario:

Unknown dijo...

Excelente!!! Yo crecí en el Cerrito de Catipuato y me parece exquisita la narración que aqui han hecho. Ojalá tuvieran más fotos para apoder apreciar su belleza en sus mejores años, ya que ahora se ha convertido en un lugar para eventos sociales.

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