sábado, 29 de marzo de 2014

El Barrio Bravo de Madrigal en Zamora, Michoacán - Por Víctor Manuel Ortiz Marín - La tradición del barrio en Zamora (segunda parte)


El primer barrio español, en tanto que asentamiento consolidado, se habrá definido como tal a partir de las primeras edificaciones.

Si la traza está formada simplemente por una retícula ortogonal en la que no se aprecia ningún matiz, difícilmente se puede suponer que haya habido intención específica de establecer barrios diferenciados, con características distintas. Por otro lado, tomando en cuenta el reducido número de familias españolas, habrán éstas procurado cerrar filas para diferenciarse no tanto entre ellas mismas, sino en relación al barrio indígena.

El proceso de consolidación de barrios nuevos en Zamora debe haber sido lento. Construir un barrio implica no solamente la voluntad de extender el tamaño de la mancha urbana o apropiarse de un nuevo territorio, sino que supone una elaboración social, que se carga poco a poco de significado al tiempo que se expresa en la forma material, y que no puede ser obtenida rápidamente. Construir un barrio implica la construcción de un lugar, que es un término especialmente rico en tanto que tiene connotaciones geográficas, arquitectónicas y sociales.

En el caso zamorano, la diferenciación territorial tuvo  que ir avanzando al tiempo que se desarrollaba, por un lado, una división del trabajo tal, que obligara a la creación de oficios más especializados y, por el otro, a medida que se iban abriendo nuevas tierras al cultivo. Con respecto a esto último, hay que decir que encaja muy bien el planteamiento de Jesús Tapia cuando señala al sistema de haciendas como factor de organización del espacio en esta región.[1]

Cuando el número de propietarios de tierras (españoles) fue creciendo, como se suprimió el trabajo forzado de mano de obra indígena en 1631, "los terratenientes aseguraron la disponibilidad de mano de obra circundando con sus propiedades asentamientos de indígenas que rompían sus vínculos con sus comunidades, a mestizos o esclavos".[2]

Por fuera de la traza zamorana se fundaron algunas haciendas que generaron, con el tiempo, barrios que adoptaron inclusive el nombre de la fundación. Tal es el caso de San Juan Bautista y, un poco más alejada, Los Espinos.

De hecho, sucedió no solamente con haciendas, sino con propiedades rústicas más pequeñas: Jericó, La Tuna, El Ratón, Los Pozos, etc.

Croquis del valle de Zamora (sin fecha)

No en todos los casos el asentamiento pudo constituirse en BARRIO. Hablando solamente de los más definidos, quedarían: 1 ) San Bernardo (San Francisco) ; 2) San Juan Bautista (que debió haberse generado rápidamente por su proximidad a la traza) ; 3) La plaza (al marcarse el perímetro del espacio público, abarcó también la zona del puente que se construyó después sobre el río); 4) El Teco (al establecerse el grupo de indígenas que, como veremos, fue traído del rumbo de Jacona; se mantuvieron como pueblo independiente hasta 1740) ; 5) Madrigal (como una derivación del Teco, al crecer la villa hacia el poniente) ; 6) alrededor de la iglesia de La Columna (ahora Los Dolores) , que necesariamente tuvo que estar muy relacionada con Los Espinos.

Los asentamientos posteriores, resultado de la creación de nuevos fraccionamientos y colonias la mayoría, y otros, resultado de invasiones de tierra no urbanizada a orillas de drenes y caminos, observan a la fecha diferentes grados de consolidación y diferenciación.

Los barrios zamoranos, los más viejos sobre todo, han logrado constituirse, con sus altibajos, en unidades sociales y religiosas locales que han conseguido enriquecer la vida comunitaria, a pesar del fenómeno creciente de la especulación urbana y a pesar de encontrarse muchos de ellos en condiciones económicas muy precarias: han logrado definir una microcultura, en tanto que cuerpo de creencias, comportamiento o conducta, saber, valores y objetivos.

Para ilustrarlo, aunque sólo sea superficialmente, veamos lo que ocurre con el BARRIO BRAVO DE MADRIGAL.



[1] Jesús Tapia, Campo Religioso y evolución política en el Bajío Zamorano, Col. Mich./Gobierno del Estado de Mich., 1986, p. 42.
[2] Jesús Tapia, Idem, p. 43.

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