domingo, 10 de noviembre de 2013

Fray Jacobo Daciano - Texto de don Ramón Pardo Pulido (sexta parte)

Monumento a Fray Jacobo Daciano en Jiquilpan, Michoacán.
Fotografía de Carlos Magaña Díaz.

Y por lo que pudiéramos decir de la relación hablada, de las
leyendas, como las anteriores del Lic. D. Eduardo Ruiz, lo que cariñosamente
se ha ido transmitiendo en varios siglos, de generación
en generación, lo que oíamos de niños, lo que escuchábamos de labios
de nuestros antepasados, de los más viejos del pueblo, cuando ya
nuestros abuelos por sus muchos años, estaban para despedirse de esta
vida, es más o menos lo mismo, con sólo algunos detalles, a cual
más fantásticos, para hacer más ameno el relato, darle mayor interés
y más misterio a cada detalle.

Lo que en realidad puede considerarse como más o menos cierto;
lo que se ha ido confirmando al transcurso de los años, sobre el
lugar, la cueva o la cripta muy oculta, en que posiblemente por más
de doscientos años, se conservó sin descomposición el cadáver de Fray
Jacobo, es que, o fue en un subterráneo del convento, o en algún lugar
muy escondido en las serranías cercanas a Tarecuato, donde, él,
conocedor como ninguno de los más intrincados vericuetos, barrancas
y grutas de las montañas, instruyó a algunos de los principales del pueblo
y de toda su confianza, para que al morir lo guardaran, en ese determinado
sitio, ya preparado de antemano, y en donde por la humedad
de algún nacimiento de agua extremadamente fría, y la cueva
igualmente a una permanente temperatura de refrigeración, pues en
los alrededores de Tarecuato, hay alturas de más de tres mil metros,
sobre el nivel del mar, su cuerpo momificado, tendría que conservarse
sin descomposición indefinidamente.

Y así permaneció muy probablemente, quizás por más de dos siglos,
pues se ha sabido de una manera insistente, que con mucho sigilo,
sus parientes de sangre real de la muy lejana Dinamarca, del ya
hace mucho tiempo desaparecido reino de Dacia, por conducto de una
Embajada extranjera en México, hicieron gestiones, para llevar el
cuerpo momificado de tan extraordinario religioso, del “Santo de Tarecuato”,
a descansar para siempre en la vieja Europa, en el cementerio
de sus mayores.

Precisamente al terminar de escribir lo anterior, abril de 1957,
quisimos ir a ver con nuestros propios ojos, lo que ya hace más de
veinticinco años, habíamos visto igualmente que ahora,
con la veneración que se tiene para lo que nos habla,
en sus piedras, en la antigüedad de sus muros carcomidos
por los siglos, en tantos y tantos pequeños detalles, de lo que
sería, de lo que fue, en sus tiempos de esplendor
el convento de ''Santa María de Jesús" de Tarecuato, de
más de cuatro siglos de existencia.

En donde vivió más de cincuenta años, haciendo el bien, y en
donde cristianamente también murió, Fray Jacobo Daciano, que
tanto amó a nuestros pueblos serranos.

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