domingo, 27 de mayo de 2012

Poesía de Luis G. Franco - A la muerte de mi madre


A LA MUERTE DE MI MADRE

La tarde se me viene encima
y no te encuentro.

Tu nombre es un vacío,
sólo un recuerdo.
y ya no sé cómo rimar mis versos
ni para qué llenar de pájaros el cielo.

iNo, no es posible!
yo te espero.

Vendrás un día cualquiera,
en cualquier momento,
volverás a tu silla,
a tu silencio,
te besaré en la frente
y pasaré la tarde
a tu lado,
sin objeto...

Pero te has muerto
definitivamente
de repente.

Se rompieron de pronto las metáforas
y quedaron desnudas
las horas sin ojos,
los días sin riberas.

¿Con qué palabras me lo digo?

Llorar es un consuelo,
es ir de sombra en sombra
sin una luz, una palabra.
Todo me sabe a lágrimas.

Y la tarde azul,
como a ti te gustaban,
para reír con esa risa tuya
tan azul, tan clara.

Ciego de soledad te voy gritando
y tú tan lejos, tan callada...

Porque te has muerto con la luz del alba
sencilla y pobremente
y no te alcanza
mi dolor ni mis lágrimas.

II

Se cerraron tus ojos de repente
lo supe cuando todo fue silencio.
Lento, callado, sumiso
oscurecimiento.

Amoratados los minutos,
el pulso huyendo.

¡Qué tropel de palabras abatidas,
qué derrota sangrienta de recuerdos!
Impotente a las sombras
levanto tu memoria
en el sudario de tu sufrimiento.

Una palabra sola:
¡has muerto!
palabra daga y cuchillo
palabra - abismo
oscura y desolada,
cataclismo,
voraz palabra
que se traga el trigo,
llama de incendio
cegando los caminos.

Todas las palabras se murieron.
Inútil el silencio y la sonrisa
si te has muerto.

Antipalabra,
vena rota,
anverso
y final sin principio.

¿Dé qué sirve llorar?

De pronto
se borraron los caminos.

¿A quién le grito?

Te has muerto
y yo, tu hijo,
de golpe, desprendido,
llorando entre la bruma
como un niño.

Vendaval de tinieblas,
agresivo,
el hachazo brutal,
asesino.

Tu corazón sin un latido.

Yo, nosotros, ustedes,
tú, contigo...

Se quebraron las copas
y la fiesta
sin amigos.

¡Qué nadie diga más
todo está dicho!

III

La hora te acrecienta y disminuye
Eres distinta, igual, ahora y nunca.

¡Qué sangre de crepúsculos distantes
bate tu corazón sin horizontes!

Ya tus ojos sin luz para la muerte
se abren a la luz de las ausencias
Eres lo que tú fuiste y serás siempre
mi madre.

Palabra como un dardo que se escapa
y me entraña en la extraña arquitectura
de la noche sin nombre de tu ausencia.

Ya no velan las horas tu dolencia,
cloroformo a mis rotas esperanzas,
los recuerdos cobijan con sus alas
el silencio dormido de tus lágrimas.

Eres el pulso que se escapa
y este suspiro de la madrugada
y los ojos abiertos de la sangre
oxígeno y termómetro,
tu rostro decaído entre las sábanas.

Espera a que amanezca,
no te vayas,
tu ceguera de luz
va a oscurecer la casa
y perderá el sentido
la vida y las palabras.

En tu pecho abatido,
detenme la esperanza.
No llores, por favor,
tu última lágrima,
vas a anegar mis días
y mi alma.

No te mueras.
Voy a salir con todas mis banderas.

Yo detendré la hora
que te asecha.

¿Por dónde te me vas,
a dónde huyes?

¡Espera, que ya viene la alborada!

IV

La tarde fue empujando los silencios,
el agua de la muerte aborrascada,
te robaba los pulsos,
te anegaba
de lágrimas
y todo fue llorar
que tú aprendiste
catecismo de llanto.

Toda la noche llorando
en el número cuatro
y en tu casa de Hidalgo
por la mantilla que bordaste
y tu rezar interminable
llorando, llorando...

¡Cómo te lleva el viento
ay, como te arrebata
el estertor y la palabra!

El amor
impotente a tu paso
sin otra fuerza que el llanto,
llorando, llorando.

Los caminos de pronto
se juntaron
volvimos a la mesa,
a tu regazo.

Tú estabas como siempre
rezando, rezando,
en tus pequeñas manos
el rosario.

Tus hijos,
cinco niños pequeños,
llorando, llorando....

¿Qué van a hacer con las tardes
si te llevas la luz
entre los párpados?

Tu nombre antes almíbar
ahora dardo.
Todos los recuerdos
amargos:
el agua amanecida de tus manos,
crepúsculo tu voz
lloviéndote la risa
sol de mayo,
desmayo de quietudes
tu vesperal descanso.

Siempre presente
hoy serás pasado
amargo, amargo...

¿Qué vaya hacer con tu nombre
y tu retrato?

¿Qué van a hacer tus hijos
con el agosto frío de tu costado?

¿Qué van a hacer con el dolor
y con el llanto?

Agosto 18 - 1974.

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