sábado, 12 de mayo de 2012

María Luisa - Novela por entregas XIV - Jaime Ramos Valencia

Lunes 6 de diciembre de 1918, a las 18:40 hrs.
(Primera parte)

Teníamos ya más de cuatro horas de camino. Algunas
de las muchachas se habían adormilado; yo, a la vez,
me había ensimismado en mis pensamientos. Había
repasado mi vida como nunca antes lo había hecho, los acontecimientos los volví a vivir con una intensidad que angustió mi corazón.

Curiosamente, mi aislamiento en mi propio interior
hizo que nadie más se diera cuenta de mis pensamientos.

Sólo yo viví mis alegrías y mis tragedias.

No me sentí egoísta por no compartir con
nadie mis momentos íntimos; más no estaba sola en
mis pensamientos, ya que en ellos y muy vívidamente
estuvieron siempre mis papás: ¡será por ello que me
siento ahora segura y reconfortada!

El sol se estaba acostando sobre el camino que
dejábamos atrás, anaranjando las nubes al poniente;
y en cambio, brillantemente, iluminando el caserío de
Tingüindín, destacándose el fondo verdoso del Chucandirán
sobre el cielo azul profundo de los atardeceres de
diciembre.

—¡Estamos llegando! Pronto pasaremos las vías del tren
y la estación del ferrocarril, pero no será prudente quedarnos
ahí a pernoctar, por el frío y por la cuadrilla de rieleros
que hicieron cerca su campamento y pudieran molestar a
las señoritas.

—¡Más vale! Todos estaremos mejor si subimos al pueblo
y aceptamos la hospitalidad que el señor cura nos mandó
ofrecer.

—Dicen que el grupo de trabajadores que vinieron
de Veracruz a reparar las vías, cambiando durmientes y
engranzonando la base, para hacer su trabajo en un mes,
apenas llevan una semana y la fama de borrachos y pendencieros
tiene ya alarmada a la población.


En efecto, pasamos por la estación y, muy cerca,
por el campamento de los trabajadores; además la sala
de espera tiene unas cuantas bancas y a los cuatro
vientos, sin resguardo alguno para los pasajeros; así
que proseguimos. El camino al pueblo se prolongó en
una cuesta de unos quinientos metros, para entrar a
las calles empedradas de la población.

Tingüindín es un pueblo risueño como su nombre
tintineante lo sugiere. Sus robustas casas de adobe con
sus aleros de teja se abren; sin embargo, a la intimidad
de sus interiores, a través de su amplia puerta y múltiples
ventanas.

Se siente un pueblo hospitalario. Me llamó la atención
la grande y jardineada plaza, mayor que la de Cotija,
que también es grande, y me extrañó el que la parroquia
no estuviese en su perímetro sino una manzana más atrás,
aún cuando las une una amplia calle.
El edificio del templo sobresale con las escalinatas
para subir al atrio que lo hace ver majestuoso.

Nos hospedaron sólo a las mujeres en una casa
frente a la sacristía. Ahí destinaron dos habitaciones
para todas nosotras. Las vaciaron de sus muebles habituales
y en cada una pusieron cinco camas plegables de
lona con patas de tijeras.

Apenas nos instalaron sonó la segunda del rosario
y nos dieron prisa para asearnos un poco
y atravesarnos a la iglesia a participar del rezo
y de la bendición con el Santísimo. Todas lo hicimos
diligentemente, “son las siete y media de la tarde”.

La casa donde nos hospedaron es la del doctor
Chava y su esposa Conchita, amables anfitriones de
blancas cabezas y corazón juvenil. Viven solos en esa
casa que albergó a una numerosa familia, que ahora
casados todos, engrandecen su árbol genealógico. Por
cierto, uno de sus nietos, creo el mayor, joven de veintidós
años y estudiante de medicina, en esos días los
visita por vacaciones.

Con generosidad, para servir la cena,
habían montado una larga mesa en que nos sentaríamos
no solo nosotras, sino también otros invitados:
el señor párroco, tres matrimonios y un viudo, don
Eleazar, quien es abogado, ya retirado del ejercicio de
su profesión y que presume de ser, a la vez, ateo y el
mejor amigo del cura, de edad madura todos ellos.

(Nota del editor: para que el blog le muestre todos las entregas de la novela en una sola página, pulse con el cursor del ratón en la parte de abajo de esta Entrada, en donde dice Etiquetas: María Luisa novela por entregas Jaime Alonso Ramos Valencia).

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