domingo, 28 de agosto de 2011

Virgen Santísima de la Asunción en Tingüindín I - Texto de don Ramón Pardo Pulido - Fotografía de Luis Francisco Duarte Medina



La Virgen Santísima de la Asunción 
(Primera Parte)

Se podría decir que ha sido verdaderamente providencial, haber podido obtener, el dato precioso, para este pequeño estudio históri­co, de cuándo y a quién debe el pueblo de Tingüindín, su culto es­pecial, su templo dedicado a la Santísima Virgen de la Asunción. 

Y vamos a exponer algunas razones, para explicar el por qué de esa afirmación nuestra, al decir que podría considerarse provi­dencial, el que hubiera llegado a nuestras manos, ese dato de tan grande interés histórico para Tingüindín.

Al principiar a escribir nuestro presente ensayo de historia, y procurar documentarlo, hasta donde ha sido posible, dadas nuestras cortas posibilidades intelectuales, y las pocas fuentes en que podría­mos investigar, para hacer algún trabajo de algún interés, nos entristecía, muy especialmente, no saber absolutamente nada sobre cuándo pudo haber tenido principio, la dedicación del templo a su Patrona, y desde luego que considerábamos sencillamente imposible haber logrado averiguarlo, porque aquí en el pueblo no había un sólo documento que nos hubiera dado luces sobre ese particular, ya que todos los archivos eclesiásticos se quemaron en 1799, al destruirse to­talmente, por un incendio, el templo y la casa parroquial.

Por lo demás, aficionados hace más de treinta años, a la histo­ria antigua de nuestros pueblos serranos, hemos buscado y leído en muchas bibliotecas de México, Morelia, Guadalajara, etc., y duran­te años enteros, todo lo que nos ha sido posible encontrar de inte­rés para esas investigaciones, y jamás habíamos siquiera leído o ha­ber tenido el menor indicio de dónde haber podido encontrar ese da­to de tanta importancia, en esta ocasión, para nuestros deseos de escribir la sencilla y pequeña historia de nuestro pueblo.

Hasta llegamos a creer, que seguramente como en la ciudad de Zamora, y otras poblaciones de los alrededores, hubiera sido el principio de ese culto especial a la Asunción, cuando los años del "cólera", en que todos los hijos de estos pueblos, en su grandísima aflicción, acudían a implorar la intercesión de la Madre de Dios, para que cesara esa peste que estaba diezmando sus poblaciones.

Pero lo que nosotros consideramos providencial, sucedió así: El Hermano Marista, hijo de Tingüindín, D. Jesús Cárabes Pedro­za, a quien ya hemos citado en varias ocasiones, tuvo que presen­tar una Tesis, para su examen recepcional de Profesor de Historia Nacional.

Su tesis la tituló: "La Acción Educativo-Religiosa entre los Indígenas de la Sierra Tarasca en el Siglo XV!".

Y para escribirla tuvo que documentarse en diferentes centros de estudio, y bibliotecas, durante varios años, habiendo tenido la suerte de encontrar en la "Biblioteca del Museo Nacional de Antro­pología de México", y en el "Archivo General de la Nación", pape­les antiquísimos, "informaciones" de muchos pueblos de la sierra mi­choacana, de los años de 1579, 1580, 1581 y 1789; documentos que independientemente a la transcripción que de algunos de ellos, hi­zo el historiador del Paso y Troncoso, seguramente que ningún michoacano, y menos algún nativo de los pueblos a que esos papeles se refieren, los había tocado o visto alguna vez, en los casi cuatro­cientos años de haber sido escritos, coleccionados y celosamente ar­chivados en esas Bibliotecas de la Nación.

Nosotros, ya lo dijimos, hemos leído mucho, muchísimo, de la historia antigua de nuestro país, y nunca hemos encontrado que al­gún historiador, antiguo o moderno, haya citado esos documentos co­mo fuentes de información.

Nos decía D. Jesús Cárabes, que han sido investigadores extran­jeros, principalmente norteamericanos, los que descubrieron tan va­liosos documentos para los principios de la historia de muchos pue­blos michoacanos.

Es penoso confesado, pero saben más, mucho más, de los primeros tiempos de todo Michoacán, en algunas Universidades y Cen­tros de Investigación de los Estados Unidos, que nosotros habiendo nacido aquí.

Y se siguieron encadenando las casualidades, o lo providencial, según nosotros lo hemos querido suponer: Después de algunos años de no venir a su pueblo, D. Jesús Cárabes Pedroza, vino por los días de la última Navidad, la de 1956, a visitar a sus familiares, y trajo, con él, cinco cuadernos manuscritos de los apuntes que personalmen­te tomó de tales documentos, y hay que considerar que aquí no ha­bría de tener necesidad alguna de tales cuadernos, pues su tesis ya hasta había sido publicada.

Y que él, ni siquiera había advertido que en las "instrucciones" o "informaciones" de Tingüindín, entre otras cosas o datos de bas­tante interés, había lo que nosotros estábamos deseando y necesitan­do, precisamente en esos días en que él estuvo por aquí, y que ha­biéndonos facilitado sus manuscritos, pudimos encontrar lo que nun­ca soñábamos haber podido escribir, tomado de un documento feha­ciente, y que haría prueba en cualquier tribunal.

Nota del Editor: el texto fue obtenido del libro "La Historia de Tzingüichuri (Tin Güin Din) (Tirindini)", páginas 115 a 117. La edición data de  1957 y fue impresa en los talleres de Impresiones Precisas Alfer, en México, D.F.

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