jueves, 7 de julio de 2011

Historia del Santuario de Nuestra Señora de la Asunción en Tingüindín III - Texto de don Ramón Pardo Pulido - Fotografía de Luis Francisco Duarte Medina


La construcción del templo actual, se inició, pues, ya lo dijimos por el señor Cura Don Agustín Cacho, en el año de 1872, y propiamente no se han suspendido los trabajos un solo año, hasta el actual de 1957, ochenta y cinco años, sin terminarse totalmente.

Es al señor Cura Ávalos a quien se debe muchísimo de cómo se encuentra a la fecha el templo parroquial, pues durante los veintiún años fructíferos de su estancia aquí, no descansó un solo día, sin hacer algo en los trabajos de construcción y embellecimiento.

Se enfrentó de lleno a la construcción de la difícil y atrevida cúpula, que hace ya algunos años luce completamente terminada; terminó la construcción de cantera, de uno de los altares laterales, en un crucero; pavimentó de mosaico todo el templo; hizo toda la decoración interior de muy buen gusto, y de mucho costo, pues es a base de oro fino; el alumbrado indirecto a base de reflectores; dejó a la posteridad ocho grandes cuadros en los muros interiores y también cuatro más, de los cuatro evangelistas; el bautisterio, también con un cuadro mural ejecutados todos por un buen artista jalisciense, Don Rosalío González de  Jalototitlán; bancas de madera, para todo el cupo del templo; decoración exterior conveniente; reparación del atrio, en su pavimento, y columnas de cantera, etc., etc.

Todas esas obras de veintiún años de trabajos ininterrumpidos, pudieron ser realizadas por el señor Cura Ávalos, con la ayuda económica de todos los vecinos del pueblo, que verdaderamente supieron responder siempre con su cooperación, y quizás más principalmente muchas personas de muy limitados recursos.

Es verdaderamente muy satisfactorio para todo el pueblo que así haya sido, máxime cuando actualmente Tingüindín, atraviesa una época de mucha pobreza, por las vedas y restricciones forestales, ya que fueron siempre las maderas sus principales fuentes de vida, y de riqueza, pues sus tierras, en general, son pobres para la agricultura.

El esfuerzo, pues, del señor Cura Ávalos fue enorme y muy meritorio, y el tiempo, como siempre, se encargará de perpetuar el recuerdo de sus obras.

Él tiene mucho cariño para Tingüindín, y Tingüindín le corresponde con igual estimación.

Nota del Editor: el texto fue obtenido del libro citado, páginas 107 y 108. La edición data de  1957 y fue impresa en los talleres de Impresiones Precisas Alfer, en México, D.F.

1 comentario: