martes, 15 de marzo de 2011

Personajes de Ario de Rayón, Michoacán - Don Alfredo Peña Ramos - Amparo Solís Barragán (Primera parte)




Personajes de mi pueblo
Por Amparo Solís Barragán




Don Alfredo Peña Ramos
Exprisionero de guerra, practicante de las Bellas Artes,
deportista y al servicio de la Iglesia




Ario de Rayón, Mich.— Hace aproximadamente 5 años realicé esta entrevista a un personaje de mi pueblo, conocido por muchos de mis paisanos que seguramente verán este texto allende la frontera. Con gusto comparto para ustedes esta historia. He aquí lo que él me platicó.

— “Tengo recuerdos físicos de la guerra, y cuando me lamento de mi deficiencia me acuerdo de un proverbio chino que dice: “lloraba porque no tenía zapatos hasta el día que vi a uno que no tenía pies”. A mi edad no tengo más que pedirle a Dios, sino más bien darle infinitas gracias por mi larga vida; el poder servirle poco en la Iglesia, y por darme una familia buena, mi fe y el gran amor a la Virgen que mi madre me inspiró”.

Originario de esta población, nacido el 10 de febrero de 1926, de la pareja formada por Guadalupe Ramos Ochoa y Ramón Peña García, Alfredo Peña Ramos es un hombre con una larga trayectoria y muy interesante historia de vida.

Nos cuenta: “Cuando yo tenía dos años de edad mi madre recibió una carta de mi padre donde le decía que nos esperaba en un hotel de Laredo, Texas. Mi padre trabajaba en el ferrocarril Pensylvania y le daban pases para viajar en los distintos ferrocarriles.

“En el camino le iba preguntando a mi madre: ¿quién es ese señor? Mi madre me dijo: nos va a llevar con tu papá. Ya con el tiempo me di cuenta de que él era mi papá, que se había ido a Estados Unidos antes de que yo naciera y que por eso no lo conocía”.

Sentado en el ante comedor de su casa, frente a una mesa ovalada cubierta por blanco mantel sobre el cual tiene varios álbumes fotográficos y un arreglo floral, entusiasta sigue con su relato:

— “Llegamos a Chicago, Illinois. De ahí partimos a Indiana Harbor, donde mi padre vivía en una casa de dos pisos. Allí nació mi hermana Conchita —quien falleció muy chica—; después mi hermana Mercedes y el más chico, mi hermano Jesús. Después vivimos en Whiting, en un carro de ferrocarril que convertimos en nuestra casa.

— “Con la ayuda de unas amigas mexicanas, mi madre me inscribió en una escuela de monjas, junto a la parroquia de San Juan Bautista. Pronto aprendí inglés y también aprendí que las monjas eran de los tiempos antiguos: bravas. Cuando nos portábamos mal, la maestra se arremangaba las mangas y todos a correr —y la cara se le ilumina con una sonrisa—. Una vez me jaló del pelo y en otra ocasión me hizo ver estrellas al querer meterme en la cabeza con la Biblia. Pero cuando me gradué, la superiora me dio un listón color azul que decía: por buena conducta. Yo creo que más bien fue en recompensa por los trancazos”, y sigue riendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario