domingo, 3 de octubre de 2010

El Palacio Federal, Palacio Episcopal o "Correos" en Zamora



El edificio, destinado a ser la sede del obispado y hoy ocupado por las dependencias de Correos y Telégrafos, está ubicado en uno de los ejes más importantes de la ciudad: lo que fuera la colonia de la calle Real, que unía a la Catedral con el Santuario del Señor de la Salud.

El primer intento de construir una casa episcopal se realizó en 1881, cuando se comenzó a rehabilitar el convento de San Francisco -que había sido destruido por un incendio-. La decisión de levantar en el mismo predio las dependencias de la administración diocesana dependía de las posibilidades del espacio y, finalmente, no pudo concretarse.

Sin embargo, cuando se retornó el impulso, la idea de una casa fue reemplazada por la de un palacio. Frente a una obra de esta naturaleza, en el contexto finisecular de una ciudad de provincia, era bastante frecuente hablar de arquitectura de prestigio, entendida, en este caso, como una manifestación de poder para obtener respeto y admiración.

En esa esquina de la segunda calle del Calvario y la tercera del Hospital, se encontraba la casa que don Marcelo Matos vendió al licenciado Vaca. En sucesivos cambios de propietarios, la finca fue vendida al Pbro. Felipe Arregui en la suma de 4,200 pesos, en el año 1902.

La casa tenía 18 habitaciones y un local. Estaba construida en un solar de 23.97 metros de frente por 54.56 metros de fondo. La misma fue destruida para comenzar, posiblemente en 1904, la construcción del palacio episcopal, cuando la diócesis se encontraba bajo la administración del obispo Fernández.

Aunque justo es reconocer que todas las actividades que tuvieron como finalidad lograr un nuevo perfil para Zamora, luego de la organización de la diócesis en 1862, correspondieron al segundo obispo, el señor José María Cázarez.

El edificio estuvo en construcción desde 1904 hasta 1909. Aunque no he localizado mayores informaciones sobre el arquitecto responsable de su diseño y construcción, podría su ponerse, sin mayor riesgo de error, que fue Jesús Hernández Segura quien se ocupó de esta obra, así como de todas las que la Iglesia estaba construyendo en la ciudad desde fines del siglo XIX. Por otra parte, el uso de un estilo historicista o ecléctico, parece apoyar esta afirmación.

La filosofía ecléctica se había difundido en Europa desde 1830, aproximadamente, y proclamaba que cada uno debía decidir qué ideas del pasado eran adecuadas a los problemas presentes para adoptarlas y valorarlas.

En 1835 se recomendaba recoger de cada uno de los estilos arquitectónicos del pasado, lo útil, lo ornamental, lo científico de buen gusto y reunido con nuevas formas y disposiciones “que en armonía con nuestro clima, instituciones y costumbres fuese a la vez elegante, apropiado y original”.


En términos estilísticos, estos «neos» son retornos a algún estilo del pasado del que toman generalmente sus elementos decorativos u ornamentales y con el que guardan enormes diferencias en la concepción espacial. Es lógico que así suceda, pues el espacio es una creación social y cada sociedad y cada época construyen su propio espacio.

En este sentido, la organización del palacio episcopal es la tradicional de la región, pues todas las habitaciones se organizan alrededor de dos grandes patios, pero la ornamentación reconoce claros préstamos del románico del norte de Italia, conformando un sui generis neo-románico.

Aunque hoy han desaparecido, originalmente ornamentaban la construcción vitrales con las imágenes de San José, la Virgen y símbolos propios de la iconografía católica.

Durante el año 1911 se gastaron fuertes cantidades para convertir al edificio en un auténtico palacio, pues se compraron vajillas de oro y plata que se guardaban en aparadores de maderas finas, muebles de gran calidad, lámparas enchapadas en oro, alfombras y cortinas apropiadas.


La importancia del edificio hizo que fuera ocupado por el general Joaquín Amaro cuando, en 1914, entró en la ciudad. En estas ocupaciones hay que tener en cuenta que la lucha con el poder eclesiástico se libró no sólo en el plano legal, sino también en el simbólico visual.


De ahí que la misma presidencia municipal se asentara en el edificio hasta 1954. La oficina federal de Hacienda, correos y telégrafos lo han ocupado simultáneamente, lo que ha dado como resultado un evidente deterioro de la construcción, que no está preparada para estos usos.

(Texto publicado originalmente en la revista Entorno, de Ingenieros y Arquitectos de Zamora, A.C., con material aportado por la doctora Nelly Sigaut, profesora investigadora del Centro de Estudios Históricos de El Colegio de Michoacán, en su libro Catálogo Arquitectónico del Bajío Zamorano, Primera Parte: la Ciudad de Zamora, publicado por el propio ColMich. Las extraordinarias fotografías que ilustran los reportajes gráficos de Entorno son de Alberto Vázquez Cholico).

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