jueves, 14 de enero de 2010

Para qué


Con tantos aumentos de impuestos y en el costo de insumos y servicios, como las gasolinas y el transporte público, por ejemplo, uno se pregunta para qué el gobierno quiere más dinero.

La lógica que la clase gubernamental proclama es que sólo así puede mantener quesque “sanas” las finanzas públicas y ofrecer a los ciudadanos “más y mejores servicios”, pero si nos remitimos al compendio de denuncias que hemos conocido en los últimos años, resulta que los gobiernos quieren cobrarnos más por todo para varias cosas:

Para seguir pagándose sueldos onerosos, que van desde los de lujo, de los presidentes municipales, hasta los sueldazos de diputados, senadores y magistrados de la Suprema Corte; pasando por lo que nos cuestan los gobernadores, los empleados del IFE y demás funcionarios públicos que desde hace mucho tiempo se identifican como burócratas y no precisamente por su eficiencia en la atención de la población que les paga sus salarios y demás prestaciones.

Para financiar a los partidos políticos que se han convertido en franquicias hereditarias de políticos profesionales que viven, muy bien, de presupuestos inflados en aras de una supuesta representatividad ciudadana; cuando sabemos que solamente se representan a sí mismo y responden a intereses de grupos muy particulares y alejados de la vida ciudadana común.

Para financiar campañas electorales dispendiosas, que pretenden legitimar a gobiernos electos más por el abstencionismo que por la participación ciudadana en las urnas; que gastan enormes cantidades de dinero en basura impresa y mediática que nos fastidia y desalienta el voto.

Para que los gobernantes hagan gastos con oscuros criterios que se alejan constantemente de la equidad, de lo justamente necesario, de las prioridades de la gente y de los dictámenes del sentido común pero, sobre todo, de la más elemental decencia.

Gastos de “gobiernos nuevos”, que son muy semejantes a los que realizan los “ricos nuevos” que nunca habían tenido un peso en la bolsa y cuando tienen más de uno se marean de poder. Gastos inventados al capricho, tan ridículos y sofisticados como inútiles.

Para que las administraciones públicas hagan gala de ineptitud y corrupción, dejen endeudados a sus gobernados y en fin, logren solamente obras de relumbrón que son como castillos de pirotecnia efímera. Caros nos salen esos epitafios que develan solemnemente y dan testimonio de lo pichurrientos que fueron en sus obras.

Para eso nos sirve a los ciudadanos contribuyentes pagar cada día más caro el pato que se cocina la clase gobernante.

Para que a ellos les siga haciendo justicia la mentada revolución, aunque no tengan nada que ver con el Revolucionario Institucional.

Para que en los años de Hidalgo les siga manando generosa la chichi del presupuesto.

Para que los mortales que no escribimos con letras de oro nuestros nombres en la historia de bronce de la Patria sigamos cargándolos en el lomo de la friega de los salarios mínimos, así sean profesionales.

Ya me cansé en esta cuesta de enero.

Mejor nomás hubiera escrito:
¿Para qué? y ¡Nomás para eso me gustaban!

(Texto publicado en el Semanario Guía del pasado 10 de enero de 2010. Imagen obtenida de www.elblogsalmon.com).

1 comentario:

  1. Un año después veo este post, pero es que tu blog lo descubrí hace unos días. Triste es ver que un año después, esta critica es más vigente aún. Entiendo el hartazgo, pero no entiendo la inactividad. ¿Qué hace la sociedad civil para manifestar su descontento? ¿Qué hacen los jóvenes aburguesados que en nada se parecen a la generación del 68 del siglo pasado? Todos queremos que las cosas funcionen bien, que ntos. impuestos se utilicen correctamente, pero... ¿Cuánto nos involucramos para que esto suceda? Sé que la política es un tema que fastidia, pero no es la que regula nuestra vida? El político tiene nos tiene tomada la medida y sabe que el pueblo mexicano con tal de no tener problemas, de no tener que involucrarse en la vida nacional, pasa por alto muchas arbitrariedades... Por esa actitud es que estamos como estamos. Hay una ley que me dijeron en la facultad: "Orden dada no supervisada, vale para pura chingada" Nosotros como ciudadanos somos los supervisores de los políticos y si no hacemos nuestro trabajo, para que nos quejamos de las consecuencias. (Disculpas por la palabra mal sonante)

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