domingo, 27 de diciembre de 2009

Zamora Episcopal y Porfiriana I - Álvaro Ochoa Serrano










Vista de la calle Hidalgo, hacia el sur. Al fondo, Santa Iglesia Catedral de la extensa Diócesis de Zamora. En primer plano, Palacio Episcopal, casa señorial del Obispo de Zamora.


LA CARA PORFIRIANA DE ZAMORA, LA RESGUARDADA, (1890-1910)
Por el maestro Álvaro Ochoa Serrano, Profesor-Investigador del Centro de Estudios de las Tradiciones de El Colegio de Michoacán

(Texto publicado originalmente en la revista Entorno, de Ingenieros y Arquitectos de Zamora, A.C.)

En Zamora, que desde su fundación no se hizo en una hora, la desamortización de bienes de comunicación civiles religio-sas emprendida por los liberales benefició al clero local y a laicos propietarios ligados a la Iglesia; ya que la mayoría de las propie¬dades desamortizadas en 1856 -para ponerse en circulación fueron los ejidos, propios y arbitrios del ayuntamiento, bienes raíces de cofradías y del exconvento franciscano, que, mediante compras directas e hipotecas quedaron de alguna, manera en manos de sacerdotes seglares y familiares de éstos, quienes aplicarían sus capitales también en la agricultura, en el comercio, en servicios y en la construcción de fincas urbanas.

Las señales más notorias del progreso local tienen lugar entre 1854-1910, Y se debieron en gran parte a la obra y gracia de clérigos y de otros miembros ilustrados de las familias de hacen¬dados y comerciantes: la primera imprenta y el primer periódico impreso (1854), el tranvía Zamora-Jacona (1879), el telégrafo (1884), el fonógrafo (1893), el cinematógrafo (1895), la luz eléctrica (1897), la introducción del agua potable a la ciudad (1898), el ferrocarril (1899), el primer banco (1902), el primer automóvil (1904), los teléfonos urbanos (1907) y la construcción del mercado municipal (1910).

Aparte de esas primicias que significan un desarrollo más acelerado entre 1893 y 1910, la administración del distrito -que comprendía las municipalidades de Zamora misma, Jacona, Ixtlán, Chavinda, Tangamandapio, Tangancícuaro, Purépero y Chilchota- estuvo en manos de esa pequeña burguesía comercial y terrateniente que, más de alguna vez intentó separarse del estado de Michoacán "para constituir una nueva entidad federativa". El primer intento lo había auspiciado Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos en 1846, el último -en el que anduvieron hacendados y grandes comerciantes- se hizo en 1889.

En cambio por iniciativa del propio Labastida y del obispo Munguía lograron la creación de obispado zamorano en 1864. La sede episcopal sería desde luego Zamora, debido -según Francisco Valencia Ayala- "al ambiente profundamente conservador, en buen sentido, de la levítica y pacífica ciudad". Por otro lado, gracias al poderío económico adquirido por su minoría rectora y al amparo de la Iglesia se funda el seminario diocesano, se mejoran los templos existentes hasta entonces y se fincan otros más.

Para 1895 la mejor estampa de la pintoresca ciudad la describe Alfonso Luís Velasco:

Está situada en el hermoso valle de su nombre ya orillas del río Duero que la fertiliza. La abundancia de las aguas que la riegan, hace su clima húmedo y algo malsano. La ciudad posee buenos edificios como la Catedral, el Seminario, el Hospital y la Casa de Asilo. El caserío, aunque de buen aspecto, tiene todos sus techos de madera y teja. En el centro de la Plaza Principal existe un elegante jardín, y es igualmente bello el conocido por el Teco...
Su población asciende a 13,699 habitantes, y en sus alrededores hay numerosos jardines y huertas. Encierra, además, varias escuelas para niños y niñas. Ni faltó el viajero que de paso apuntó: "el caserío es de buena apariencia, en que se distingue el templo de San Francisco, la parroquia y algunos otros edificios de importancia"
.

(Texto publicado originalmente en la revista Entorno, de Ingenieros y Arquitectos de Zamora, A.C.)

2 comentarios:

  1. Te invito a dejar tus comentarios para enriquecer el contenido del Blog.
    Jaime

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  2. El texto publicado en Entorno es de Alvaro Ochoa Serrano

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