martes, 24 de septiembre de 2013

Al poeta zamorano Francisco Elizalde García en su 90 Aniversario



Francisco Elizalde García. El poeta peregrino de 90 años

Publicado en La Jornada Michoacán:
http://www.lajornadamichoacan.com.mx/2013/09/23/francisco-elizalde-garcia-el-poeta-peregrino-de-90-anos/

23 septiembre, 2013

Por Rafael Calderón

El poeta Francisco Elizalde García es el mago vivo de las letras michoacanas y bajo esa premisa de la vida ha llegado a los 90 años. El poema de su autoría Ángeles de la Muerte cumple seis décadas de su primera edición y es la obra más luminosa dada a conocer por su autor, cuando apenas está rayando 30 años, aunque hoy día es el único sobreviviente de la generación de los nuevos clásicos de la poesía de Michoacán del siglo XX.

Este año podemos decir que Elizalde García es el peregrino de la poesía michoacana por la inmensa quietud de la recta final de su vida y su poema le ha generado un lugar histórico e inconfundible por original y revelador de una tradición literaria tan rica en ejemplos como destacado entre los poetas que son parte de su generación; con este poema, determina altamente un lugar de exigencia y concluye nombrando a casi todos sus contemporáneos, desde los hermanos Méndez Plancarte, pasando por Concha Urquiza, Manuel Ponce, Ezequiel Calderón Gómez, Tomás Rico Cano y Ramón Martínez Ocaranza.

Es originario de Zamora, nació el 23 de septiembre de 1923 y en esta ciudad ha residido toda su vida y desde aquella han llegado sus poemas como una cascada de imágenes para reconocer su travesía épica y a la vez lírica. Inicia con Poema del rebozo pero inmediatamente se consagra con Ángeles de la Muerte que publicó en 1953, quedando ahora glorificada esa trayectoria con la distinción del Premio de las Artes Eréndira 2013 al proponerse su nombre desde la sociedad civil organizada, y así este año, el gobierno de Michoacán tendrá a bien entregárselo como respuesta a la inteligente propuesta de los lectores de su poesía.

Sin duda, Ángeles de la muerte es un poema que hay que leer estrofa por estrofa, llegar hasta el final de sus versos, sentir la enorme musicalidad magnífica e inmensa, sentir el ritmo tan variado que establece, reconocer toda esa entonación elevada como por maravillosa, y despejar las dudas ante la gama del verso libre, o sentir giros que alcanza por su vivacidad directa con las palabras que siempre están en acción. Y si las palabras fueran un pequeño préstamo del idioma, con éstas, lograr trasmitir imágenes que se encuentran establecido en su estructura completa para así poder sentir su elevada escritura y reconocer su lugar más que elegante y directa en sintonía con el tema central: la muerte. Siendo una muerte aterrizada por una visión ante el mundo que lo rodea, por esa entonación natural del idioma con que escribe y describe.

Este registro en la tradición de la poesía de Michoacán de la enorme transformación es una conquista lírica, casi divina, y la reacción al viaje que su autor emprende incansablemente pero regido por su condición lírica y el nivel elevado de sonidos de negación, para reconocer su dominio de identidad tan peculiar, impregnada por la novedad de su entonación al ser comparado con otros poemas, como ya ha sucedido, con Muerte sin fin por parte de sus críticos: inicia Alfonso Méndez Plancarte y consolida esa visión hace unas dos décadas atrás Louis Panabiére, quien destaca que tener por tema a la muerte y esa visión propia de cada uno de los temas que permiten percibir huellas del poema largo o paralelismo con algunos otros autores que ha partido de la recreación del “Yo”, es claro, hay que sentir esos elementos por su peculiaridad del habla pero también por convertirse en referencia obligada en la poesía mexicana del siglo XX y que el estudioso francés resume muy bien en su texto Las nupcias con la muerte a través del saber poético.

Pero queda claro que en el caso de Ángeles de la muerte hace falta difundir todavía su existencia y que sea más conocido, leído, y estudiado con el mismo interés para esclarecer a plenitud su peculiaridad única y por esto destacado desde la musicalidad viva como referencia mayor por su condición de poema único en la tradición lírica de esta localidad comúnmente llamada Michoacán. Si nos quedamos en su condición regional, Ángeles de la Muerte es un poema que abre puentes, genera condiciones y sentir ventanas abiertas; es referencia inmediata destacando su identidad en la tradición de la poesía y si hay que dar nombre a la generación de Francisco Elizalde García, el punto de partida es que tiene su aportación mayor para la poesía moderna con este poema.

Es fundamental en toda la actividad de Elizalde García y si Poema del rebozo es conocido; Ángeles de la muerte, publicado el año de 1953, marca un precedente todavía tan fuerte como único y sin lugar a dudas entre los más hermosos poemas que en Michoacán se ha escrito. En este sentido, bien podría ser una lectura obligada para que todo aquel interesado en conocer su tradición literaria y reconocer que se muestra vigente por la musicalidad que hay que oír desde el primer el verso y terminar por dar lectura a toda la obra. Veamos solamente un fragmento: “Voy descendiendo a mi alma diariamente/ por estas escaleras hurañas de mi sangre,/ como si el alma fuera mi sepulcro…/ Es decir: pacto, vértice, puerta, círculo, imagen/.

“De río en río, de tierra en tierra, mi garganta busca/ el día en que al fin caen/ agudas lágrimas en los ojos sin rostro/ y se taladra el cuerpo de pavuras glaciales/ y los navíos se hunden en la blanca salmuera/ de sollozos deshechos/ y persistentes gritos de vinagre…//.

“De pulso a pulso teje su estatura/ mi muerte en cada sitio y hora,/ y sus campanas/ abren galopes de tiniebla y yodo,/ retuercen sombras, enceguecen llamas/ desbocando corceles de aguas rotas/ en tumulto de espasmos y asalto sin murallas//.

“Y mis racimos de silencio se inclinan/ curvados en tenaz escalofrío/ de la eterna fatiga/ y de las huecas cicatrices rígidas,/ que, como en vigilante avidez erizada de puños,/ desde una transparente soledad me persiguen.// Mi piel de poro a poro/ se hizo esponja absorbiendo/ la vegetal angustia de la muerte.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Fray Jacobo Daciano - Texto de don Ramón Pardo Pulido (primera parte)


Imagen obtenida de: Relatos e historias en México.

Por el año de 1525, a petición personal, al conquistador Don Hernán Cortés, del último rey de los tarascos "Tanganxoan" (II), vinieron a estas tierras los primeros cinco religiosos franciscanos, para iniciar la conquista espiritual, para dar a conocer a Cristo, donde por muchos siglos la única religión había sido la idolatría.

Fueron cuatro los primeros conventos franciscanos en Michoacán: Tzintzuntzan, que era la capital del reino purépecha; Pátzcuaro, donde residía la nobleza y los descendientes de abolengo, de los antiguos reyes tarascos; Tzacapu, que fue la antigua capital de los "tecos", y Tarecuato, que propiamente era la población de mayor importancia, y la capital de toda la sierra occidental de nuestro Estado.

Los primeros religiosos franciscanos llegaron a Tarecuato, aproximadamente por el año de 1533. La construcción de su templo y convento probablemente, se inició, a mediados del siglo XVI.

Aun cuando no fue su fundador, vivió por cerca de medio siglo, en ese convento de Santa María de Jesús de Tarecuato, un religioso, Fray Jacobo Daciano, que sin duda por su vasta ilustración, por su vida ejemplar, por su lucha tenaz y constante en favor de los naturales, dejó perpetua memoria en toda la sierra, en que se conocieron y apreciaron sus grandes cualidades de sabio, benefactor y virtuoso, llamándosele muy cariñosamente, todavía hoy, en todos los pueblos de esta región: ''el santo fraile de Tarecuato".

Estatua de Fray Jacobo en Tarecuato.
Imagen obtenida de: Katolsk Orientering.

No hay persona de edad, en Tarécuato, en Tzacapu, en Tingüindín, y en todos los pueblos de la sierra occidental, como bien dice el Hermano Marista Don Jesús Cárabes Pedroza "de Xiquilpan a Tzacapu y de Cotija a Tancítaro", a quien no hayamos oído relatar, con verdadera veneración y convencimiento, anécdotas y leyendas, que por tradición hablada, de padres a hijos, se han venido transmitiendo desde hace más de cuatro siglos, de la vida admirable de Fray Jacobo.

Quisimos por ello, recoger de las crónicas y de la historia, escritas desde mucha antigüedad, algo de lo que se hubiere relatado sobre tan extraordinario religioso, y verdaderamente son dignos de narrarse muchos episodios, y lo haremos para que perduren todavía para otras generaciones, esos recuerdos de cariño, veneración y respeto, para Fray Jacobo, que dejó una estela de bondad en los corazones de muchas generaciones de nuestros antepasados.

Amanecer en el interior del Santuario Guadalupano de Zamora en Michoacán - Fotografía de Jaime Cristóbal López

A través de la girola, la luz solar ingresa al interior del Santuario Diocesano
de Nuestra Señora de Guadalupe.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Conquista española de Tingüindín II - Texto de don Ramón Pardo Pulido - Fotografía de Luis Francisco Duarte Medina

Santuario de Nuestra Señora de la Asunción.
Fotografía de Luis Francisco Duarte Medina.

“El curato era extenso y poblado, sigue escribiendo el Doctor José Guadalupe Romero, hoy ha perdido mucho con la separación de Cotija. Su área no creo que exceda de treinta y seis leguas cuadradas y su población de once mil habitantes”.

Ya se podrá comprender por la extensión de treinta y seis leguas cuadradas, 144 kilómetros aproximadamente, y ya sin la vicaría fija de Cotija, la importancia y extensión tan enorme del curato de Tingüindín, a raíz de la conquista española.

Para una mayor comprobación de que la conquista de Tingüindín no pudo ser durante la expedición de Don Cristóbal de Olid, expedición que, ya lo dijimos, debió de tener lugar durante los años de 1524 y 1525, hemos encontrado también lo siguiente:

El historiador Orozco y Berra dice: “Para irnos acercando a la verdad, he aquí otro documento, debido igualmente al sabio Don Fernando Ramírez: Nómina extractada del cuaderno de tasaciones hecho de los pueblos de la provincia de Michoacán, por el Br. Ortega, alcalde mayor de ella… a pedimento del Lic. Benavente, Fiscal de su Majestad de la Real Audiencia. En miércoles 30 de abril de 1528”.

Con sumo cuidado hemos revisado la lista de los pueblos a que se refiere dicha nómina y no aparece todavía Tingüindín y en cambio figuran los nombres de algunas poblaciones cercanas, que seguramente sí fueron conquistadas en la expedición de Don Cristóbal de Olid, dos años antes de que se formara dicha nómina, de abril de 1528.

Después de la misma obra de Orozco y Berra, se doce que por noticias sacadas de una información judicial y a pedimento de Don Constantino Hutziméngari, nieto del último rey tarasco, se formó nuevamente una nómina o lista de los pueblos de la Corona Real, que caen en el Obispado de Michoacán, y en ella sí aparece ya el nombre de Tingüindín. Esta nueva nómina fue formada en el año 1594.

No damos a conocer las dos nóminas o listas de pueblos de Michoacán a que Orozco y Berra se refiere, porque son muy extensas y consideramos que no tendrían interés alguno para nuestro presente trabajo histórico.