Santuario Guadalupano de Zamora en Michoacán.
Fotografía de Ricardo Galván Santana y Francisco Magdaleno Cervantes.

sábado, 30 de abril de 2011

CRI-PROMOTÓN - Videoclip de promoción de TVZ


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CRI PROMOTÓN Centro de Rehabilitación Infantil de Zamora - Forjadores de esperanzas II - Jaime Ramos Méndez



Los cuerpos nacen rotos o se rompen en el camino. Las bisagras se cansan de abrir y cerrar, asir y soltar. 

Los pasos se aletargan en la cuesta interminable del ocaso o simplemente no se dan desde la alborada. Las ventanas al mundo nacen con postigos remachados y la vida se alarga como un túnel infinito sin luces ni sonidos. El aislamiento es el destino de ningún sendero y el hogar, un limbo inexplicado, inexplicable, ininteligible.

Al tacto suave una mano entra en contacto y se torna expresiva. Sonríe en caricias y apretando reprende. 
Navega entre dedos, sujeta y se desvanece en ausencias. Retorna, saluda, juguetea y lamenta. Abre la puerta prodigiosa de un lenguaje que hace puente, desmonta en la oscuridad y traza senderos luminosos sin luz alguna; sinfonías de silencios abismales y palabras impronunciables.

Se ha creado, al contacto, el lazo, y la comunión prospera como una balsa de salvación. Surge el sentido en el caos, la organización del existir con otro, la conciencia del yo en la magia de la palabra “nosotros”. La soledad se resquebraja en un himno que estalla como el llanto al nacer.

El hueso ha quedado resquebrajado y el músculo perdió tono. Habrá que soldar con paciencia y mover la flacidez hasta que se torne firme. Entre la velocidad y el accidente un destino ha quedado en vilo y sobrevive tendido. Por algo se le ha dado una cruel segunda oportunidad. No ha vuelto a nacer porque no ha nacido así, como un hilacho desmadejado. No parte de cero. Está en números rojos.

Duele respirar y el movimiento de un solo dedo es celebrado en fiesta. El entumecimiento de piernas es un grito de esperanzas y su juventud, el único recurso para sostener un pobre venero de alegría. Es cuesta arriba y se ha quedado sin equipo. Nada en sí le responde. Por primera vez está en un cuerpo que parece ajeno y no le entiende ni le atiende.

Una mano vigorosa toma con firmeza la masa inerte y le muestra el movimiento de un trazo en el aire. Extrae un puño de paciencia de la mina de su generosidad y traza nuevamente. No hay respuesta ni se espera que la haya. Una tercer trazo presagia que aquella no será una sesión eterna, pero sí colmada de insistencia.

Termina el día y le seguirá uno más. El tiempo se sumará a cuenta gotas de movimientos que se repetirán como oraciones de un Rosario; como los durmientes que parecen pasar por debajo de este tren que no aparenta ir a ningún lado y nadie sabe nunca en dónde queda su próxima estación.

A la vuelta de una esquina inesperada la masa inerte se anima con el espíritu de un movimiento propio, apenas imperceptible, que se celebra con la conciencia de que pudo ser el único posible, sin más. Un despertar que pudo ser la antesala del letargo de un sueño prolongado hasta la desesperanza.

Amanece un día nuevo con un cuerpo tendido que no puede cambiar ni en su postura. Una mano vigorosa toma con firmeza la masa inerte y le muestra el movimiento de un trazo en el aire…

Regina

Regina, plan de Dios.
Nuestra alegría.
Anunciación.

Pequeña hermosa
baja la escalera
y dame un beso
de felicidad.

Dime que me quieres,
sabes que te adoro,
que eres mi estrella
en el cielo azul.

No te detengas
ábrenos la puerta
y nuestras ventanas
a la luz solar.

Detente un poco
no apresures el paso
porque no sabremos nunca
por dónde andarás.

Dinos que la vida
no es tan complicada
que podemos ser nosotros
a nuestro pesar.

Regina, niña hermosa
sola es tu sonrisa
toda explicación.

Niña,
pequeña niña intensa
inconmesurable
niña de verdad.

Regina preciosa
espérame un rato.
No he podido decirte
todo lo que hay.

A veces los sueños
parecen palomas
que vuelan con las alas
de tu libertad.

Tenme paciencia
soy un pobre diablo
que aún no ha estudiado
toda tu verdad.

Pero eso no importa,
Regina, mi niña,
estamos de acuerdo
para caminar
esa escalera cuesta abajo
para darte un beso
de felicidad.

Notas varias:

1. He titulado a esta colaboración, y a la que le precedió, “Forjadores de esperanzas”, así, en plural, aunque sé que la organización que promociona el Centro de Rehabilitación en Zamora es en singular. Una “corrección de estilo” le quitó el plural al primer texto, pero insisto en que se están forjando muchas esperanzas; muchas más que las de los propios “pacientes” (entre comillas porque son muy activos en sus tratamientos).

2. La primera parte del texto es una referencia a la vida de Hellen Keller, una mujer que, luego de nacer ciega y sorda, descubre el mundo de la mano de su Nana y maestra y llega a ser doctora en Filosofía, especialista en las teorías del conocimiento.

3. En un segundo momento, el texto está dedicado a mi amistad con la doctora Lucila Lemus, extraordinaria rehabilitadora que también cultiva muchos afanes muy esperanzadores.

4. Finalmente, he transcrito el texto de una canción que surgió a partir de mi primer encuentro con Regina, una preciosa niña Dawn, hija de mi amigo Jorge y de su esposa Irene.

5. Esta serie de colaboraciones tiene como afán recordarnos que el hecho de contar con un extraordinario Centro de Rehabilitación en Zamora es un privilegio pero también una responsabilidad comunitaria. Estamos en la recta final hacia su Promotón. Es una oportunidad generosamente compartida para participar en esta forja de esperanzas.

Texto publicado originalmente en el Semanario Regional Independiente Guía, en abril de 2009.

viernes, 29 de abril de 2011

Ventana en la Hacienda de los Espinos en Zamora - Fotografía de Julián Hugo Guajardo


Esta rama sobre una ventana en la Hacienda de Los Espinos, en Zamora, ya desapareció luego de una remodelación que se le hizo al inmueble, pero Julián Hugo logró captarla en esta imagen que queda para el recuerdo...

Donde posa el águila - Fotografía de Caramelo Macab


"Donde posa el águila", las legendarias nopaleras inmortalizadas en el escudo nacional mexicano en una fotografía tratada por Caramelo Macab en su curso de Photoshop... la tecnología al servicio del arte digital.

52 Procesión del Silencio en Zamora - Ecos de la Fe - Reportaje Gráfico de Sergio Alfaro Romero

Colmando calles




















Fuente de La Aguadora en Jiquilpan, Michoacán - Fotografía de Carlos Magaña



Dos aceracamientos de esta peculiar fuente en Jiquilpan. Carlos la publicó en su página de Facebook y nos informa que se trata de La Aguadora, un singular personaje que en su anonimato es cualquier ama de casa o jovencita que, en su momento, realizó esta actividad cotidiana de acarrear agua en un cántaro en la vida más  normal en su hogar y población. Es curioso y muy plausible que en una ciudad se celebre este tipo de tradiciones en un monumento público.

Lago de Camécuaro en Tangancícuaro, Michoacán - Fotografía de Carlos Pizarro Nieto


Esta fotografía fue compartida en la página de Facebook Yo amo TangancícuaroCuando me contacté con Carlos para que me autorizara publicar sus fotografías en este blog, me comentó que es dentista y que las fotografías "le salen bien por buena suerte". Esta toma de Camécuaro me pareció formidable y quise que fuera la primera de Carlos en este blog para abrir con broche de oro su perspectiva de nuestro rico entorno natural. Creo que esta toma es algo más que "buena suerte", Carlos.

jueves, 28 de abril de 2011

Misa en la Catedral de Zamora - Fotografía de Víctor Javier López Mendieta


"Misa en Catedral", tituló a esta extraordinaria postal Víctor. Un homenaje, sin duda, a la bóveda del templo que destaca por su gran altura y luminosidad. La escena: los fieles acuden a comulgar.

CRI PROMOTÓN Centro de Rehabilitación Infantil de Zamora I - Forjadores de esperanzas - Jaime Ramos Méndez



La forja es el arte de doblegar la dureza del hierro para transformarlo en obra de arte. El herrero utiliza en la fragua el poder del fuego. Calienta hasta el rojo vivo. Logra hacer maleable la dureza del metal. A merced del artesano, el férreo elemento se doblega al golpeteo certero del mazo y adquiere forma y figura. Para templarlo, del calor extremo se pasa al enfriamiento brusco en agua fría, que estalla en vapores al tiempo que extinta vence. Así surgen el cancel, el barandal, la celosía… Y a todas las opciones se les  califica luego como “artísticas”.

La desesperanza aguarda a la vuelta de cualquier esquina, emerge del quirófano y aguarda en un cunero; se anida en la desolación de la noticia de por vida; se instala en la certidumbre del futuro incierto; no detiene el torrente amargo, lo acoge sin medida.

Algo ha salido mal en la maravilla de la creación y no hay reclamo posible. De la nada surge la fortaleza para afrontar sin enfrentar, aceptar sin discutir, hacer algo frente al desierto de opciones. Nada será igual en adelante. Un ave ha nacido sin alas y no encontramos resignación para verla reptando. Contemplamos sin creerlo las ventanas cerradas, las puertas remachadas, los caminos que llevan a ningún lugar. Estamos solos. Es dura la desesperanza. Es un  bloque de hierro.

Algunas lágrimas han caído en un tramo de suelo yermo y lo ablandan. Asoma del suelo candente un retoño más ínfimo que inexplicable. Su existencia no se justifica por alguna otra cosa que no sea un milagro. Seguramente ha caído del cielo. Nadie tampoco sabe por qué comienza a contagiarse. Germina multiplicándose como si no quisiera extenderse y se extiende; como si no quisiera convencer, y convence.

Es un rayo de luz que rompe la oscuridad del desasosiego y guía nuestros pasos inciertos hacia una salida que nadie habíamos contemplado ni en sueños. Es pequeña, pero es una estrella. En su lejanía existe. Es una esperanza.

 Las manos amasan el barro y le dan forma en el molde del ladrillo. Es uno solo en la jornada que ya lleva horas incontables bajo un sol que abrasa. La pira arde,  sofoca de humo la tarde y lo cuece junto a los demás que, igual, se tornan rojos. A lomo y arrojado por el viento hasta el camión, es apilado y va rumbo a su lugar en el edificio que va tomando forma. Queda en una pared que oirá cientos de historias y será testigo de transformaciones inauditas. Será parte del laboratorio de una alquimia prodigiosa que tornará en alegrías las desesperanzas. No es sólo otro ladrillo en la pared; es parte material de la esperanza.

Los hombres de hierro le dan nombres impronunciables e incomprensibles a las tragedias. La ciencia médica les dice al oído los argumentos que repiten para intentar en vano hacer llevadera y comprensible la desolación. Como si entender consolara.

 La esperanza forjada es el único antídoto de las recetas con rostro de epitafio y los pronósticos que saben a condena. Los hombres de hierro esbozan sus diagnósticos para cerrar puertas y ventanas, cortar caminos y dejar naves a la deriva. Otros, echando mano de los mismos fierros, avanzan en selvas que se cierran al paso de la breña, tienden brechas en parajes desiertos y encuentran rutas en las efímeras estelas del mar. Celebran la realización de los imposibles y la instalación de la alegría en el paraje de la tristeza.

La esperanza es una perla a cultivar. Un milagro que por cotidiano pierde precio en los mercados mundanos y se torna un mundo entero para quienes sobreviven sólo con ella, enarbolada como el estandarte de una lucha sin treguas ni final. Es una locura quijotesca que deshace el entuerto torcido de la vida. Es un tobogán cuesta arriba en la bendita espiral de la recuperación y el bálsamo fertilizador que hace “brotar retoños en la carne talada”.

Forjar esperanza en el vacío sideral. Sembrar en tepetate para cosechar indiferencia. Romper con silencios la gritería que oferta las cosas desechables de la vida. Proponerle a la legión de solitarios que la fraternidad todavía es posible. Tenderle la mano a la conciencia manca y pretender correr con el animal rastrero…

 La primera, es la forja de un corazón de hierro que se haga resistente a la propia frustración, desesperanza y miedo; y en su interior conserve un calor intenso al rojo vivo, la fragilidad dúctil que se conserve sensible y la voluntad férrea que logre metas cotidianas.

Son forjadores de esperanzas que han abierto las puertas de la oportunidad de unirnos a este magno proyecto, de sumarnos al milagro, de hacerlo también nuestro.

Este artículo fue publicado originalmente en el Semanario Regional Independiente Guía en abril de 2009.

miércoles, 27 de abril de 2011

La Beata entre la niebla - Fotografía de Sergio Alfaro Romero


La Beata, volcan emblemático del Valle de Zamora.

Esculturas de perros en la azotea del Hotel Fénix de Zamora


Esta fotografía, con vista al poniente, muestra cómo el Hotel Fénix también tenía en sus alturas, como el antiguo "Hotel de Los Perros" en el centro de la ciudad, un par de esculturas de perros...

Hacienda de El Igarteño en Jacona - Arquitecta Angélica María Ramos Méndez

La construcción de El Igarteño se remonta a finales del siglo XIX, en el culmen mismo del porfiriato en todo México, cuando el auge de las grandes haciendas era grande en todo el país. La riqueza agrícola del valle de Zamora no fue la excepción. En estas mismas páginas hemos dado cuenta de la grandeza que simbolizan, aún hoy día, los cascos de las haciendas de El Cerrito y de Los Espinos. Fue don Maximino Verduzco, hombre de aquellos bastos sembradíos en esta región, quien mandó construir esta singular edificación.

Está ubicada en Jacona, en las mismas faldas del Cerro de La Cruz, en un terreno que hasta hace no mucho tiempo cruzaba uno de tantos afluentes del legendario río Duero que se han desecado, más por el abuso de su cauce que con el tiempo. Por cierto, una de las características de esta finca es el aprovechamiento de ese cauce en una canalización y caída de agua que fue utilizada en su tiempo para la producción de energía eléctrica, industria energética de la cual en esta región somos pioneros a nivel nacional. El agua fue aprovechada, además, para accionar un pequeño molino de trigo.


El edificio es en sí una escuadra de 54 por 36 metros, en dos plantas. Consta de un patio, dos jardines, un acueducto, una bodega para herramienta, tres almacenes de grano, un almacén de harina y un cuarto de máquinas, en la planta baja, y de seis habitaciones, comedor, cocina, sala, tres baños y dos terrazas, en la planta alta. Actualmente esta configuración ha cambiado en muchos aspectos a causa de las distintas remodelaciones a que se ha sometido el edificio.

La forma arquitectónica del inmueble no es arbitraria, se deriva de dos necesidades fundamentales de su época: la defensa y el aprovechamiento de los agentes naturales.

El clima templado de Jacona, privilegiado, muy agradable en todas las estaciones del año, sin cambios bruscos de temperatura, permitió crear en El Igarteño espacios semiabiertos que permitían a sus moradores convivir plenamente con el entorno natural que les rodeaba. Esta es una de las razones por las que consideramos que El Igarteño reúne características de la arquitectura bioclimática.

Los materiales empleados en su construcción son también un ejemplo del aprovechamiento de los elementos propios del lugar y la región: adobe en sus muros; barro en las tejas de sus techumbres y en las losetas para pisos; madera en la estructura de sus techos y en puertas y ventanas; tejamanil, en sus tapancos que, por cierto, son otro elemento térmico de la arquitectura tradicional de la región, y piedra braza para los cimientos, los pisos y la estructura del acueducto.

La forma en que se utilizaron estos materiales en las diversas áreas del edificio corresponde también al entorno natural del lugar en que está ubicado:

Los techos de teja son inclinados, lo que es adecuado a la generosa temporada de lluvias en la región, que suele presentarse entre finales de mayo y finales de septiembre.

Las ventanas son amplias y tienen postigo, lo que permite abrirlas completamente durante el día y cerrarlas completamente durante la noche.

Los espacios más semiabiertos de la finca están plenamente integrados al resto de la misma: terrazas, patios y jardines.

Los desniveles del edificio obedecen a la pendiente tan marcada del terreno en que se encuentra. Como ya dijimos, es en las faldas del Cerro de la Cruz, en Jacona.

El Igarteño es un edificio que refleja nítidamente una época en que el hombre vivía en una estrecha y permanente comunión con el entorno natural que les rodeaba. El campo se reconocía, sin lugar a dudas, como la principal fuente de trabajo y cimiento fundamental de toda la economía de la región. Las grandes haciendas llegaron a extenderse tanto, que fue necesario contar con una hospedería que a la vez sirviera como almacén y bodega para los granos.


El número de dependencias de la hospedería correspondió a la estructura de las familias de aquel tiempo, que además de sus propios miembros, de por sí numerosos, contaban con un buen número de ayudantes para los quehaceres domésticos.

Podemos resumir diciendo que esta obra respetó la forma de ser y sentir de aquella comunidad y por tanto se plasmó en ella la identidad de los quienes la habitaron.


En este mismo sentido hay que recalcar que el edificio es de género eminentemente habitacional y de servicios.

Esto se debe a que lo generó una necesidad específica de hospedar a los hacendados y al mismo tiempo la necesidad de guardar adecuadamente el grano de las cosechas.




Imágenes
* Los cróquis son de la propia arquitecta Angélica María Ramos Méndez.
* Las fotografías son de Alberto Vázquez Cholico.

52 Procesión del Silencio en Zamora - Ecos de la Fe - Reportaje Gráfico de Sergio Alfaro Romero

Andando el Camino de la Fe









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