domingo, 31 de octubre de 2010
Atardecer en el panteón de Zamora - Fotografía de José Luis Trejo Alejandre
"Hermoso, retozante, brillante, prendido, perrón, astro... Digo, ¿qué más le podríamos decir a este supermeganecesario sol?..." Así presentó José Luis Trejo en su página de FaceBook esta fotografía que obtuvo en el Panteón Municipal de Zamora en un atardecer de octubre de 2010.
martes, 26 de octubre de 2010
Zamora en el Michoacán del Siglo XIX
“En 1824, según lo establecido en el Acta Constitutiva de la federación, la provincia de Michoacán pasó a formar parte de los 17 estados que conforman la primera República Federal y el 15 de marzo de 1825 de acuerdo a lo dispuesto por el primer congreso constituyente estatal el territorio fue dividido, para mejor administración en 4 departamentos, 22 partidos y 63 municipalidades. Esta división aunque con pequeñas modificaciones, se mantuvo hasta la segunda mitad del siglo XIX.”
Así comienza el Capítulo I, Los vaivenes del proyecto republicano 1824-1855, aportación de Gerardo Dánchez D., del Departamento de Historia de la Universidad Michoacana de San Nicolás Hidalgo, en la Historia General de Michoacán.
En un mapa que muestra la División Territorial del Estado de Michoacán, en 1825, no sin dificultades por problemas de impresión, se puede advertir que Zamora es uno de los partidos que conformaron el Estado. También se advierte que el asentamiento urbano es considerado como villa y no como ciudad (las únicas ciudades de entonces eran Valladolid, Pátzcuaro y Tzintzuntzan). Zamora es, por otra parte, cabecera de curato. Por último, con otro símbolo se señala que es un pueblo sujeto al partido.
Respecto a la propiedad rural, se establece una distinción entre las propiedades particulares y las comunales. Zamora es señalada como uno de los lugares en que se encontraba la mayoría de las propiedades privadas (junto con Valladolid, Puruándiro, La Piedad y Taretan).
La mayoría de las haciendas enclavadas en la jurisdicción de Zamora “reconocían fuertes gravámenes en favor del Juzgado y diversas órdenes religiosas”.
En cuanto a la industria textil, específicamente en la fabricación de paños de rebozo “parece que sólo es notable Zamora”.
“A fines de 1829, las guarniciones militares destacadas en Mérida, Campeche y Guadalajara se pronunciaron exigiendo la abolición del sistema federal como forma de organización política del país y porque en su lugar se adoptara el centralismo.
Estos requerimientos fueron enarbolados como bandera política por el Plan de Jalapa, lanzado el 4 de diciembre por el general Anastasio Bustamante mediante el cual desconoció al general Vicente Guerrero como presidente.
El desconocimiento de Guerrero no fue aceptado en Michoacán. Pronto surgió un movimiento armado encabezado por Juan José Collados y Gordiano Guzmán con el propósito de defender a toda costa el federalismo y el gobierno constitucional[...] las fuerzas comandadas por Gordiano Guzmán, ocuparon las plazas de Apatzingán, Aguililla, Jacona, Zamora y Jiquilpan
[...]
A partir de marzo de 1838, se recrudecieron los enfrentamientos militares, entre federalistas y centralistas[...] Coalcomán, Aguililla, Apatzingán, Tancítaro, Zamora y Tangancícuaro fueron escenario de nuevas contiendas.”
(Las textos entrecomillados son citas de la "Historia General de Michoacán", edición coordinada por Enrique Florescano y publicada por el Instituto Michoacano de Cultura en Morelia, en 1989. La referencia respecto a la fabricación de paños de rebozo es: Ignacio Piquero, "Apuntes para la corografía y la estadística del Estado de Michoacán", en Boletín de Geografía y Estadística de la República Mexicana, 1849. El mapa, aunque no del siglo XIX, data de la primera década del siglo XX, en 1912, y se obtuvo de la página web kalipedia.com).
domingo, 24 de octubre de 2010
Por cuento propio II
Insomnio
por Jaime Ramos Méndez
Constantemente la madrugada me encontraba absorto en el desdoblamiento de persistentes pensamientos, sin el refugio de una hoja de papel blanco, ni lápiz, ni pluma, ni nada para escribir mis obsecadas obsesiones.
La quietud de la noche y la oscuridad. Mi habitación como un calabozo. Las calles desiertas. La almohada que quema. Mis pies, sudando. El humor de mi cuerpo impregnándolo todo. El regaderazo de la mañana nunca ha estado tan lejano.
Nunca me convencí de contar ovejas. Ni siquiera las que abundan en cualquier mitin.
Me hubiera entretenido más recontarme la historia de las mujeres de mi vida, pero después de todo fueron pocas y ya no contaba con ninguna de ellas.
Si hubiera estudiado filosofía podría emprender un largo proceso reflexivo, cuidando al detalle los cánones de la más estricta lógica para desentrañar, en lo que restaba de la noche, por ejemplo la posibilidad científica de comprobar la existencia de Dios, pero mi certificado de Primaria dice que no doy para tanto.
Si al menos hubiera un televisor en mi cuarto jugaría a la ruleta rusa con el control remoto y los canales disponibles. A la mejor me encontraba con algún canal erótico; a la mejor con alguno en el que un grupo de amigos compartieran una copa; posiblemente algún otro en el que una pandilla “tomaba las calles” y se adueñaba de su ciudad... En todo caso, y en mi situación de esta madrugada de insmonio, el efecto de cualquiera de esas posibilidades sería fulminante. Con un poco de suerte, mi agonía se prolongaría hasta el alba deambulando entre noticieros de malas noticias y películas insulsas en las que los buenos ganan y son felices para siempre.
Si al menos encontrara a la mano una coladera que no dejara pasar hasta mí mi colección de problemas cotidianos y a futuro... Una especie de condón contra el Virus de la Inmunodeficiencia-emocional Adquirida.
¡Qué bien trabajan los relojes! Marcan un segundo y luego el otro y un tercero y así sucesivamente hasta llegar al infinito más remoto del tiempo. Me pregunto si en un reloj de arena cualquier insomne común y corriente puede percibir cómo cae cada grano como yo, ahora mismo, las fracciones de segundo en el cuarzo implacable de mi despertador electrónico. Al menos la tecnología digital nos ha librado del tic-tac.
Es obvio que estoy despierto. Mi cuello molido me lo recuerda aún, sin cesar.
¿Cuántos músculos hay allí? En un pollo no son muchos y son ínfimos, pero qué ricos saben. Ruñir es, definitivamente, uno de los placeres gastronómicos más orgásmicos. Eso bien lo saben los gatos y, casi como una paradoja, los ratones. me pregunto si esos animales tienen insomnios.
Ese pescuecito de pollo en mole... O en salsa verde... O... ¡Qué lejos estoy todavía, en esta madrugada interminable, del puestito de almuerzos de aquella esquina callejera en donde el demonio de la gula tiene su guarida! No cabe duda alguna: el enemigo principal de todo insomne, anónimo o no, es su estómago. Traicionero. Y también las tripas. Cómplices.
Parece que por fin amanece. Una luz, aún tenue, con tono de presagio, anuncia por fin el fin de la noche. Si al menos no estuviera despierto y en cambio estuviera soñando. Incluso con alguna pesadilla que de veras me pusiera los pelos de punta. No sé. Tal vez con una crisis nacional.
(Texto originalmente publicado en el Semanario Guía de Zamora en abril de 1995. Imagen: fotografía de Antonio Gabriele obtenida en Internet).
Teatro Obrero de Zamora - Fotografía de Rafael Pimentel
Fotografía de Rafael Pimentel Espinoza que muestra parte del magnífico aforo del Teatro Obrero de Zamora, espléndido lugar para los más extraordinarios acontecimientos culturales con calidad internacional.
Zamora y sus mercados
En Zamora el mercado en plaza abierta se realizó en la plazuela de la Cal o de la Fruta, donde hoy se ubica el Mercado Morelos y el mercado cerrado se ubicaba al norte de la catedral en el portal conocido como el Parián, luego de chinos y luego de Tacho. En la Plaza también se desarrollaban actividades comerciales para disgusto de los vecinos pues el lugar se convertía en un auténtico lodazal y basurero público.
Esta problemática no era exclusiva de Zamora, sino que se daba en casi todas las ciudades del país. Pronto el deseo de reubicar a los mercados y darles un espacio más ventilado, luminoso y salubre, dio origen a uno de los programas arquitectónicos más favorecidos por la edilicia porfirista: el mercado público.
En 1907, el ayuntamiento de Zamora tomó la decisión de construir un mercado para la ciudad. Se remodeló la Plaza principal y comenzó la construcción de un mercado ubicado a un costado de la catedral. Los planos y diseños de la obra fueron realizados por el ingeniero Phillipe Serrano de la ciudad de México y hacia el año 1912 se había concluido la primera parte de la construcción, que consistía en la estructura de hierro.
Esta combinación de hierro y vidrio con abundancia de mampostería en el caso de Zamora- es una de las realizaciones más características de un buen número de tipos arquitectónicos del siglo XIX. De este tipo de mercado porfiriano, vale mencionar el de Guanajuato; el de Zacatecas; el de la Victoria de Puebla y el de Toluca.
Para concluir la obra del mercado se concursaron los presupuestos y resultó ganador Jesús Hernández Segura y su hijo Felipe Hernández, quienes se comprometieron a entregada en septiembre de 1912. Pero al año siguiente ya pesar de los aportes de los hermanos Francisco y Rafael García, quienes ayudaron a financiar la obra, el mercado seguía sin terminar. La ciudad organizaba jaripeos y corridas de toros para pagar los vidrios franceses que se habían encargado a Guadalajara. Después de tantas peripecias, la inauguración pudo realizarse en septiembre de 1913.
Es evidente que el mercado fue suficiente durante unos años, sin embargo, después que en los años 50 se rompiera el límite sur de la ciudad, se vio la necesidad de quitar el mercado del centro y pasado a una zona que en ese momento se pensó como de la periferia. La falta de planificación urbana, la falta de análisis de las expectativas de crecimiento de la ciudad, la falta de ordenamiento para ese crecimiento contribuyeron a conseguir que la ciudad y algunos puntos neurálgicos se transformaran en un auténtico caos. El caos que hoy representa el mercado Hidalgo.
Varios miembros de la Asociación se han dedicado a plantear claramente este problema y por lo tanto sólo voy a insistir en algunos aspectos, que también señaló Enrique Núñez en el estudio que realizara como tesis profesional Mercado Municipal en Zamora Michoacán:
1. La falta de zonificación ha dado como resultado que se mezclen las distintas áreas que lo componen.
2. En el área húmeda han proliferado todo tipo de puestos como rosticerías y fondas mal equipadas con todos los problemas de salubridad inherentes a esto, más el entorpecimiento de la circulación en los pasillos.
3. La zona que originalmente fue tianguis ha desaparecido por completo y fue reemplazada por puestos fijos de construcción precaria con techos de lámina de asbesto, enchapopotadas, de manta y vigas de madera.
4. Los servicios se encuentran saturados y son insuficientes.
5. En las calles adyacentes han proliferado las bodegas de abasto, que da por resultado un crecimiento de hecho del mercado, con las secuelas de basura, ratas, conflicto vehicular y deterioro de calles.
El mercado de Abastos que se construyó en la Fuentes, fue impulsado por una empresa particular que en este proyecto contempló exclusivamente el aspecto de negocio y desoyó las necesidades de los bodegueros, sus principales usuarios. Ese mercado tiene un total de alrededor de 120 bodegas, de las cuales solamente sesenta se ofrecieron al Mercado Hidalgo (que alojaba a más de 300 bodegueros) en el primer programa de traslado que implementó entonces presidente municipal y hoy diputado Arnulfo Vázquez, lo cual resultó, a todas luces, insuficiente.
En efecto, las bodegas han crecido de manera espectacular en los dos últimos años, de manera tal que está cambiando la vocación de zona de vivienda por zona comercial a la colonia Jardinadas. La calle Martínez de Navarrete era el límite de la zona comercial y supuestamente se iba a permitir la construcción de nuevas bodegas solamente en su acera norte. Sin embargo existe desde hace varios años una bodega en su acera sur, en la esquina de esa calle con Morelia.
A pesar de que aparentemente existe un acuerdo de cabildo según el cual no se iba a permitir de ningún modo la transformación de una casa habitación en bodega, hace aproximadamente dos meses en la esquina norte de Morelia y Martínez de Navarrete, comenzó a adaptarse una casa que había sido construida por el arquitecto Jorge de Aguinaga para que en ese lugar funcionen unas bodegas. Este hecho marca con claridad el crecimiento desmedido del mercado pasando sobre el mencionado acuerdo de cabildo, la obra no tiene cartel a la vista (especificación clara por reglamento que todos los constructores conocen bien) que señale el nombre del arquitecto a cargo de la obra.
Son bien conocidas las anomalías en el funcionamiento de la regiduría de obras públicas de este municipio, donde se ha señalado con claridad que el mismo arquitecto a cargo es quien en la práctica profesional transgrede la reglamentación vigente, secundado por el pasante de ingeniero (otra irregularidad, pues tendría que estar titulado) a cargo de la Oficina de Urbanística, y el encargado de licencias de construcciones, quien al parecer responde a la autoridad sin ningún cuestionamiento ético.
¿Qué pasa en la ciudad? ¿Por qué el presidente municipal permite que toda la ciudad se convierta en una gran bodega? ¿Por qué, como se ha señalado tantas veces, no se priorizan los problemas, se planifica y se pone en marcha según la correspondiente planeación? Pareciera que no hay autoridad, mientras los mismos bodegueros, aún cuando divididos) tratan de buscar soluciones, entrevistándose con el gobernador o presentando al presidente municipal un pliego petitorio con más de cien firmas, buscando una solución satisfactoria para un problema que nos atañe a todos.
(Texto de la doctora Nelly Sigaut, profesora-investigadora de El Colegio de Michoacán, publicado originalmente en la Revista Entorno de la Asociación de Ingenieros y Arquitectos de Zamora, A.C.)(Fotografía de Alberto Vázquez Cholico que muestra la fachada del antiguo Mercado Hidalgo, hoy Pasaje Comercial Morelos o "Pasaje de los Dulces").
Esta problemática no era exclusiva de Zamora, sino que se daba en casi todas las ciudades del país. Pronto el deseo de reubicar a los mercados y darles un espacio más ventilado, luminoso y salubre, dio origen a uno de los programas arquitectónicos más favorecidos por la edilicia porfirista: el mercado público.
En 1907, el ayuntamiento de Zamora tomó la decisión de construir un mercado para la ciudad. Se remodeló la Plaza principal y comenzó la construcción de un mercado ubicado a un costado de la catedral. Los planos y diseños de la obra fueron realizados por el ingeniero Phillipe Serrano de la ciudad de México y hacia el año 1912 se había concluido la primera parte de la construcción, que consistía en la estructura de hierro.
Esta combinación de hierro y vidrio con abundancia de mampostería en el caso de Zamora- es una de las realizaciones más características de un buen número de tipos arquitectónicos del siglo XIX. De este tipo de mercado porfiriano, vale mencionar el de Guanajuato; el de Zacatecas; el de la Victoria de Puebla y el de Toluca.
Para concluir la obra del mercado se concursaron los presupuestos y resultó ganador Jesús Hernández Segura y su hijo Felipe Hernández, quienes se comprometieron a entregada en septiembre de 1912. Pero al año siguiente ya pesar de los aportes de los hermanos Francisco y Rafael García, quienes ayudaron a financiar la obra, el mercado seguía sin terminar. La ciudad organizaba jaripeos y corridas de toros para pagar los vidrios franceses que se habían encargado a Guadalajara. Después de tantas peripecias, la inauguración pudo realizarse en septiembre de 1913.
Es evidente que el mercado fue suficiente durante unos años, sin embargo, después que en los años 50 se rompiera el límite sur de la ciudad, se vio la necesidad de quitar el mercado del centro y pasado a una zona que en ese momento se pensó como de la periferia. La falta de planificación urbana, la falta de análisis de las expectativas de crecimiento de la ciudad, la falta de ordenamiento para ese crecimiento contribuyeron a conseguir que la ciudad y algunos puntos neurálgicos se transformaran en un auténtico caos. El caos que hoy representa el mercado Hidalgo.
Varios miembros de la Asociación se han dedicado a plantear claramente este problema y por lo tanto sólo voy a insistir en algunos aspectos, que también señaló Enrique Núñez en el estudio que realizara como tesis profesional Mercado Municipal en Zamora Michoacán:
1. La falta de zonificación ha dado como resultado que se mezclen las distintas áreas que lo componen.
2. En el área húmeda han proliferado todo tipo de puestos como rosticerías y fondas mal equipadas con todos los problemas de salubridad inherentes a esto, más el entorpecimiento de la circulación en los pasillos.
3. La zona que originalmente fue tianguis ha desaparecido por completo y fue reemplazada por puestos fijos de construcción precaria con techos de lámina de asbesto, enchapopotadas, de manta y vigas de madera.
4. Los servicios se encuentran saturados y son insuficientes.
5. En las calles adyacentes han proliferado las bodegas de abasto, que da por resultado un crecimiento de hecho del mercado, con las secuelas de basura, ratas, conflicto vehicular y deterioro de calles.
El mercado de Abastos que se construyó en la Fuentes, fue impulsado por una empresa particular que en este proyecto contempló exclusivamente el aspecto de negocio y desoyó las necesidades de los bodegueros, sus principales usuarios. Ese mercado tiene un total de alrededor de 120 bodegas, de las cuales solamente sesenta se ofrecieron al Mercado Hidalgo (que alojaba a más de 300 bodegueros) en el primer programa de traslado que implementó entonces presidente municipal y hoy diputado Arnulfo Vázquez, lo cual resultó, a todas luces, insuficiente.
En efecto, las bodegas han crecido de manera espectacular en los dos últimos años, de manera tal que está cambiando la vocación de zona de vivienda por zona comercial a la colonia Jardinadas. La calle Martínez de Navarrete era el límite de la zona comercial y supuestamente se iba a permitir la construcción de nuevas bodegas solamente en su acera norte. Sin embargo existe desde hace varios años una bodega en su acera sur, en la esquina de esa calle con Morelia.
A pesar de que aparentemente existe un acuerdo de cabildo según el cual no se iba a permitir de ningún modo la transformación de una casa habitación en bodega, hace aproximadamente dos meses en la esquina norte de Morelia y Martínez de Navarrete, comenzó a adaptarse una casa que había sido construida por el arquitecto Jorge de Aguinaga para que en ese lugar funcionen unas bodegas. Este hecho marca con claridad el crecimiento desmedido del mercado pasando sobre el mencionado acuerdo de cabildo, la obra no tiene cartel a la vista (especificación clara por reglamento que todos los constructores conocen bien) que señale el nombre del arquitecto a cargo de la obra.
Son bien conocidas las anomalías en el funcionamiento de la regiduría de obras públicas de este municipio, donde se ha señalado con claridad que el mismo arquitecto a cargo es quien en la práctica profesional transgrede la reglamentación vigente, secundado por el pasante de ingeniero (otra irregularidad, pues tendría que estar titulado) a cargo de la Oficina de Urbanística, y el encargado de licencias de construcciones, quien al parecer responde a la autoridad sin ningún cuestionamiento ético.
¿Qué pasa en la ciudad? ¿Por qué el presidente municipal permite que toda la ciudad se convierta en una gran bodega? ¿Por qué, como se ha señalado tantas veces, no se priorizan los problemas, se planifica y se pone en marcha según la correspondiente planeación? Pareciera que no hay autoridad, mientras los mismos bodegueros, aún cuando divididos) tratan de buscar soluciones, entrevistándose con el gobernador o presentando al presidente municipal un pliego petitorio con más de cien firmas, buscando una solución satisfactoria para un problema que nos atañe a todos.
(Texto de la doctora Nelly Sigaut, profesora-investigadora de El Colegio de Michoacán, publicado originalmente en la Revista Entorno de la Asociación de Ingenieros y Arquitectos de Zamora, A.C.)(Fotografía de Alberto Vázquez Cholico que muestra la fachada del antiguo Mercado Hidalgo, hoy Pasaje Comercial Morelos o "Pasaje de los Dulces").
Para una Monografía de Zamora V
El comercio es segundo pilar de la economía zamorana.
El Mercado Hidalgo, ubicado en el primer cuadro de la ciudad, se convirtió en centro de abastecimiento de una amplia región del occidente de México.
Desde Zamora se distribuyen productos cultivados en su valle y gran diversidad de mercancías provenientes prácticamente de todo el país y del extranjero.
Zamora es centro comercial de importancia regional. Gran diversidad de productos se expenden en los numerosos establecimientos de su Centro Histórico y en plazas o centros comerciales.
En las imágenes, tres momentos del antiguo Mercado Hidalgo de Zamora, ahora Pasaje Comercial Morelos o "Pasaje de los Dulces", Mercado Municipal original de Zamora construido con la técnica europea, muy utilizada en Francia y traída a México por el gobierno de Porfirio Díaz, en la construcción de varios mercados, entre ellos este de Zamora y el de la ciudad de Guanajuanto, por ejemplo.
La primera postal muestra una primera etapa de su construcción en que se puede apreciar la base de su estructura metálica. La segunda, muestra el edificio a punto de terminarse -al parecer algunos obreros trabajan en los detalles de la banqueta-. La tercer postal presume la magnitud y belleza del edificio ya terminado).
El actual Mercado Hidalgo puede verse como una ampliación moderna, construida en la segunda mitad del siglo XX, de este antiguo edificio. El también llamado "Mercado Grande" se convirtió en una central de abastos que surte las despensas de aproximadamente 2 millones de habitantes de toda la región noroccidental del estado de Michoacán y de la Meseta P'urhépecha.
Debido a la incomodidad para sus usuarios y a la gran variedad y gravedad de problemas urbanos que ocasiona tener un mercado con estas proporciones en el centro de la ciudad, a lo largo de los años se han generado diversos proyectos para descentralizar el servicio de abastos de Zamora.
Los propios bodegueros del Mercado Hidalgo de Zamora están a punto de terminar su propia central de abastos, a la que han bautizado también con el nombre de "Hidalgo", frente a la central de autobuses de Zamora, y prometen restaurar la zona en que han operado durante décadas para solucionar los problemas que le han ocasionado al entorno urbano dotándolo de estética funcionalidad.
viernes, 22 de octubre de 2010
Santuario Guadalupano y octubre en luna llena - Fotografía de José Luis Trejo Alejandre
José Luis Trejo logra esta postal del Santuario Guadalupano de Zamora bajo la luna de octubre en este 22 del 2010. Camarógrafo, reportero y editor para Televisión del Valle de Zamora, ahora en Internet (http://www.tvz.com.mx), se dedica también a la fotografía con el mismo talento y dedicación.
Camécuaro un tanto diferente... pero igual...- Fotografía de Rubén Mejía
Camécuaro de siempre, pero igual de bello, anegado tras alguna de las tormentas que trajo la abundante temporada de lluvias de este 2010... La fotografía es creación de Rubén Mejía García, compañero de muchas andanzas de video y ahora dedicado también al arte de la imagen fija.
jueves, 21 de octubre de 2010
Fotografías antiguas de Zamora - Antiguo Hotel México en Zamora
En la calle de Guerrero, en el Centro Histórico de Zamora, en una vista desde casi la esquina con Morelos y hacia el poniente (hacia el fondo se perciben sus esquinas con la calle Madero).
A la izquierda, en primer plano, el edificio de dos plantas con sendos balcones en su primer piso: el Hotel México, sobre un terreno en donde ahora se ubica un pasaje comercial y de oficinas entre las calles de Guerrero y Corregidora.
En ambas aceras las viejas casonas fueron demolidas y reemplazadas por edificios modernos para establecimientos comerciales. Los conocedores de la historia del automovilismo podrán datar la época en que fue tomada la fotografía por los modelos que muestra.
Tengo entendido que el Hotel México fue administrado por don José, "don Pepe", Garibay, quien luego fundó y administró su famoso restaurante en Jacona "Don Quijote", mejor conocido en la región como "Los Pollos".
A la izquierda, en primer plano, el edificio de dos plantas con sendos balcones en su primer piso: el Hotel México, sobre un terreno en donde ahora se ubica un pasaje comercial y de oficinas entre las calles de Guerrero y Corregidora.
En ambas aceras las viejas casonas fueron demolidas y reemplazadas por edificios modernos para establecimientos comerciales. Los conocedores de la historia del automovilismo podrán datar la época en que fue tomada la fotografía por los modelos que muestra.
Tengo entendido que el Hotel México fue administrado por don José, "don Pepe", Garibay, quien luego fundó y administró su famoso restaurante en Jacona "Don Quijote", mejor conocido en la región como "Los Pollos".
domingo, 3 de octubre de 2010
El Palacio Federal, Palacio Episcopal o "Correos" en Zamora
El edificio, destinado a ser la sede del obispado y hoy ocupado por las dependencias de Correos y Telégrafos, está ubicado en uno de los ejes más importantes de la ciudad: lo que fuera la colonia de la calle Real, que unía a la Catedral con el Santuario del Señor de la Salud.
El primer intento de construir una casa episcopal se realizó en 1881, cuando se comenzó a rehabilitar el convento de San Francisco -que había sido destruido por un incendio-. La decisión de levantar en el mismo predio las dependencias de la administración diocesana dependía de las posibilidades del espacio y, finalmente, no pudo concretarse.
Sin embargo, cuando se retornó el impulso, la idea de una casa fue reemplazada por la de un palacio. Frente a una obra de esta naturaleza, en el contexto finisecular de una ciudad de provincia, era bastante frecuente hablar de arquitectura de prestigio, entendida, en este caso, como una manifestación de poder para obtener respeto y admiración.
En esa esquina de la segunda calle del Calvario y la tercera del Hospital, se encontraba la casa que don Marcelo Matos vendió al licenciado Vaca. En sucesivos cambios de propietarios, la finca fue vendida al Pbro. Felipe Arregui en la suma de 4,200 pesos, en el año 1902.
La casa tenía 18 habitaciones y un local. Estaba construida en un solar de 23.97 metros de frente por 54.56 metros de fondo. La misma fue destruida para comenzar, posiblemente en 1904, la construcción del palacio episcopal, cuando la diócesis se encontraba bajo la administración del obispo Fernández.
Aunque justo es reconocer que todas las actividades que tuvieron como finalidad lograr un nuevo perfil para Zamora, luego de la organización de la diócesis en 1862, correspondieron al segundo obispo, el señor José María Cázarez.
El edificio estuvo en construcción desde 1904 hasta 1909. Aunque no he localizado mayores informaciones sobre el arquitecto responsable de su diseño y construcción, podría su ponerse, sin mayor riesgo de error, que fue Jesús Hernández Segura quien se ocupó de esta obra, así como de todas las que la Iglesia estaba construyendo en la ciudad desde fines del siglo XIX. Por otra parte, el uso de un estilo historicista o ecléctico, parece apoyar esta afirmación.
La filosofía ecléctica se había difundido en Europa desde 1830, aproximadamente, y proclamaba que cada uno debía decidir qué ideas del pasado eran adecuadas a los problemas presentes para adoptarlas y valorarlas.
En 1835 se recomendaba recoger de cada uno de los estilos arquitectónicos del pasado, lo útil, lo ornamental, lo científico de buen gusto y reunido con nuevas formas y disposiciones “que en armonía con nuestro clima, instituciones y costumbres fuese a la vez elegante, apropiado y original”.
En términos estilísticos, estos «neos» son retornos a algún estilo del pasado del que toman generalmente sus elementos decorativos u ornamentales y con el que guardan enormes diferencias en la concepción espacial. Es lógico que así suceda, pues el espacio es una creación social y cada sociedad y cada época construyen su propio espacio.
En este sentido, la organización del palacio episcopal es la tradicional de la región, pues todas las habitaciones se organizan alrededor de dos grandes patios, pero la ornamentación reconoce claros préstamos del románico del norte de Italia, conformando un sui generis neo-románico.
Aunque hoy han desaparecido, originalmente ornamentaban la construcción vitrales con las imágenes de San José, la Virgen y símbolos propios de la iconografía católica.
Durante el año 1911 se gastaron fuertes cantidades para convertir al edificio en un auténtico palacio, pues se compraron vajillas de oro y plata que se guardaban en aparadores de maderas finas, muebles de gran calidad, lámparas enchapadas en oro, alfombras y cortinas apropiadas.
La importancia del edificio hizo que fuera ocupado por el general Joaquín Amaro cuando, en 1914, entró en la ciudad. En estas ocupaciones hay que tener en cuenta que la lucha con el poder eclesiástico se libró no sólo en el plano legal, sino también en el simbólico visual.
De ahí que la misma presidencia municipal se asentara en el edificio hasta 1954. La oficina federal de Hacienda, correos y telégrafos lo han ocupado simultáneamente, lo que ha dado como resultado un evidente deterioro de la construcción, que no está preparada para estos usos.
(Texto publicado originalmente en la revista Entorno, de Ingenieros y Arquitectos de Zamora, A.C., con material aportado por la doctora Nelly Sigaut, profesora investigadora del Centro de Estudios Históricos de El Colegio de Michoacán, en su libro Catálogo Arquitectónico del Bajío Zamorano, Primera Parte: la Ciudad de Zamora, publicado por el propio ColMich. Las extraordinarias fotografías que ilustran los reportajes gráficos de Entorno son de Alberto Vázquez Cholico).
Santuario Guadalupano de Zamora en vista aérea
La construcción del Santuario Guadalupano fue ampliamente documentada por fotógrafos que captaron "la obra" desde múltiples perspectivas en cada una de sus etapas. Esta vista aérea, obtenida en internet, muestra la dimensión del templo en relación son su entorno urbano.
Interior de la Catedral de Zamora
De repente pareciera que la Catedral Nueva, ahora nuevo Santuario Diocesano de Nuestra Señora de Guadalupe, lo fuera todo en Zamora, o al menos lo único. Esta muy buena fotografía del interior de la Santa Iglesia Catedral de Zamora ("la de la plaza", como se le ubica entre los zamoranos), muestra que este templo también tiene lo suyo y es mucho. En esta toma, el extraordinario juego en la unión de espacios entre las bóvedas de su nave principal y las de sus cruceros con la enorme cúpula que la corona.
Para una Monografía de Zamora IV
LA ECONOMÍA zamorana se fundamenta en la agricultura.
A finales del siglo XIX y principios del XX la región de Zamora fue un importante granero de maíz y trigo, y a partir de la segunda mitad del siglo XX su desarrollo económico se fundamentó en la construcción de infraestructura de riego, en la disponibilidad de fuentes de apoyo financiero y en los cultivos de ciclo corto y alto rendimiento: fresa, papa, cebolla y jitomate, entre otros. El cultivo de fresa y su exportación a Estados Unidos fue el detonador de la economía regional.
Por todos lados se vio cada vez más gente yendo y viniendo: «proveedores» y «clientela» a ojo de los comerciantes. A los productos agrícolas locales se sumaron los traídos de fuera y el mercado municipal se convirtió en central de abastos regional.
Los propios y extraños, pero sobre todo estos últimos, venían a hacer su mandado, y de paso a darse una vuelta por tiendas y tendejones que surgieron ofreciendo una variedad de mercancías que sólo en Zamora se encontraban, o había que ir hasta Guadalajara o hasta el mismísimo México para hallarlas.
De paso, la ciudad también ofrecía un pequeño batallón de artesanos que ejercieron oficios de carpintería, herrería, rebocería, talabartería y otros más que no terminan en “ería”, como los sombrereros.
La ubicación geográfica siempre ha beneficiado el desarrollo económico de la región zamorana, pero la gente bendice más ese hecho por la riqueza agrícola de sus tierras, plenas en oro negro, un sedimento ancestral del pasado cenagoso de sus valles que, en efecto, ha fertilizado naturalmente los cultivos que alrededor de Zamora se producen.
También es cierto, y se ha documentado profusamente, que los zamoranos construyeron el paisaje natural de su hábitat: desecaron los pantanos con eficientes sistemas de riego, aprovechando así nada más el agua que necesitaron y que siempre les llegó más desde ríos y manantiales que del cielo.
De la siembra anual de casi puros granos se logró pasar al cultivo en tres ciclos anuales de una diversidad de hortalizas y de productos que los expertos han llamado de ciclo corto y alto rendimiento.
Para acabar pronto: la historia de la producción agrícola en la región zamorana partió del autoconsumo y llegó al abastecimiento con cada vez más alcance en la región y en el país, y de allí se dio un brinco a la agricultura para el abastecimiento de la agroindustria y la exportación, para ganar en dólares.
Tierra de ricos hacendados, de familias zamoranas de abolengo porfiriano que construyeron el rostro de un asentamiento que pasó de ser un pueblo de casas chaparras a una ciudad con casonas para las familias y templos diseminados por aquí y por allá para el clero zamorano, para el fervoroso laicado y, por supuesto, para Dios.
Este hecho también ha sido documentado desde la frialdad de los datos contables hasta las pesquisas en busca de argumentos contra la explotación bárbara de los desposeídos, de los excesivos contrastes entre ricos y pobres y otras cosas de la misma índole.
La riqueza agrícola, así como estaba distribuida, produjo en Zamora una auténtica explosión demográfica: gente y más gente que llegó desde poblaciones circunvecinas e incluso que vino desde muy lejos. En las cuentas siempre fueron más los avenidos que los hijos de familia local.
(Imagen: La tecnologización de la agricultura convive en el Valle de Zamora con la mano de obra rústica para producir una vasta riqueza mal distribuida. Fotografía de José Luis Seefoó, publicada en Frutos del Campo Michoacano, El Colegio de Michoacán-Gobierno del Estado de Michoacán, Zamora, 1999, p. 198).